El rayo surca en lo más profundo
de esta ruina tierra carcomida,
azotando con luz encendida
a los “esclavos” ya moribundos.
Y no hay que ir andando con cadenas
a los pies, mucho menos al cuello,
para saber que estas sucias hienas
nos reverencian como plebeyos.
Y nos nutren igual que a caninos
para pelearnos nosotros mismos
enterrándonos bajo el camino
con el temblor de sus propios sismos.
¡Oh, tierra querida, por los “malos”
que solo añoramos tu libertad!,
más los desgraciados benévolos
te ansían para su comodidad.
¿A quién apoyas, isla sufrida?,
desde tu génesis, no eres libre,
el pueblo lo intenta, y sin salida
lucha para que sea exigible.