Isla

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El rayo surca en lo más profundo

de esta ruina tierra carcomida,

azotando con luz encendida

a los “esclavos” ya moribundos.

Y no hay que ir andando con cadenas

a los pies, mucho menos al cuello,

para saber que estas sucias hienas

nos reverencian como plebeyos.

Y nos nutren igual que a caninos

para pelearnos nosotros mismos

enterrándonos bajo el camino

con el temblor de sus propios sismos.

¡Oh, tierra querida, por los “malos”

que solo añoramos tu libertad!,

más los desgraciados benévolos

te ansían para su comodidad.

¿A quién apoyas, isla sufrida?,

desde tu génesis, no eres libre,

el pueblo lo intenta, y sin salida

lucha para que sea exigible.

Cinco poemas abatidos y un cuento culpable Donde viven las historias. Descúbrelo ahora