Molestando.

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Osamu Dazai jugaba aburrido con una pequeña piedra que se había encontrado en el suelo, azotándola contra el suelo y volviéndola a levantar para repetir el proceso por enésima ocasión. Debido a la tranquilidad con la que llevaba a cabo su actividad, parecería que no estaba ocurriendo una gran pelea detrás suyo, la cual simplemente decidió ignorar, como solía hacer con las cosas que no le interesaban.

Sin embargo, el ruido que provocaba la pelea le dificultaba ignorarla, y sabía de quién era la culpa. Por más que intentara hacer caso omiso, ese molesto chico pelirrojo siempre era capaz de entrometerse en su vida y recordarle su existencia. Parecía que con sus acciones le quisiera decir "¡Mira, estoy aquí!", a pesar de que sus palabras hacia él siempre fueran para decirle lo mucho que lo odiaba. Sentimiento que era recíproco.

Le parecía una estupidez que él, el joven prodigio de la Port Mafia, tuviera un compañero. ¿Por qué le asignarían uno, cuando había demostrado en un sinfín de ocasiones que era capaz de hacer su trabajo por cuenta propia? Además, ese chico hasta hacía poco tenía como meta acabar con la Port Mafia, ¿Qué hacía trabajando con ellos ahora? Nunca entendería las decisiones que tomaba Mori Ogai, ni cómo había logrado hacerse del poder de la Port Mafia. No es que le interesara, tampoco.

Lo que si le interesaba era hacer entrar en razón a Mori cuanto antes para que dejara de emparejarlo en misiones con Chuya. Su argumento de que le era más fácil trabajar cuando no tenía a alguien que odiaba a un lado parecía no convencerlo, y cada día estaba más frustrado. Siempre repetía que ambos hacían un equipo estupendo, y se preguntaba qué parte de los constantes insultos y ocasionales golpes entre ellos le hacía pensar eso. Inclusive, hubo una ocasión en la que el médico le tuvo que coser una herida causada por una pelea con Chuya y, a pesar de eso, seguía obligándolos a trabajar juntos.

Chuya no era de mucha ayuda, tampoco. Si bien el sentimiento de odio que tenía hacia Dazai era recíproco, también sentía una gran lealtad por Mori que le hacía aceptar su emparejamiento incluso si no le gustaba la idea, solo porque el jefe lo había ordenado. De verdad, pensaba que ambos se pusieron de acuerdo para hacerle la vida imposible.

De repente, el silencio se apoderó de la bodega abandonada, y Dazai supo que eso significaba que su compañero había terminado su parte del trabajo. Por fin. ¿De qué le servía ser bueno peleando, si se tardaba tanto? Mentalmente añadió eso como una de las razones que le expondría a Mori para convencerlo de que dejara de emparejarlo con él.

Se dio la vuelta para mirar sin mucho interés al pequeño chico pelirrojo que se limpiaba la tierra de las manos, mirando a sus alrededores. Una vez comprobó el lugar le devolvió la mirada a Dazai y dio un asentimiento, confirmando que ya no había nadie cerca de ellos. Dazai simplemente comenzó a caminar hacia la salida del lugar, sin enunciar palabra alguna. Tampoco veía el sentido a hacerlo: ¿Por qué le agradecería? Chuya solo estaba haciendo su trabajo. Era de esperar que cumpliera con él.

Frunció el ceño al escuchar los pesados pasos del otro chico seguirlo. ¿No podía buscar otro lugar por dónde irse? No quería pasar un segundo más a su lado. En serio, no lo toleraba. Como si hubiera notado su molestia, escuchó cómo Chuya soltaba un quejido en voz alta y aceleraba el ritmo de sus pasos, pasando de largo de él en un instante. Esto no hizo más que aumentar la molestia de Dazai. ¿Qué le pasaba, creyéndose tan importante?

Dazai trató de acelerar el paso para alcanzar a Chuya, pero, a pesar de que sus piernas eran más largas, no lo logró. Caminaba demasiado rápido para su estatura, y esto frustró todavía más a Dazai. Por supuesto que esto no iba a quedarse así.

Tenía ganas de golpearlo, pero era lo suficientemente perspicaz para saber que Chuya le ganaría en una pelea física con facilidad. Aunque hiriera su orgullo, el chico era un monstruo. Por eso sabía que la manera más efectiva para meterse con él era molestarlo por medio de palabras. Eso siempre se le había dado bien.

Ahora solo tenía que pensar en lo que le diría para lastimarlo. A pesar del poco tiempo que llevaban juntos, Chuya ya se había acostumbrado a sus insultos, de cierta manera. Seguía teniendo un carácter explosivo, pero había disminuido la frecuencia con la que le correspondía las ofensas. Estaba seguro de que eso había sido un consejo de Kouyou, su mentora, y no podía evitar sentirse molesto con la mayor por arrebatarle esa pequeña diversión.

Meterse con su estatura siempre funcionaba, pero en ese momento pensó que era demasiado cliché. Probablemente Chuya ya se lo esperaría y, al estar agotado por la pelea que acababa de librar, no lograría la furia que deseaba ver. Pensó por unos segundos más, hasta que una idea se le atravesó por la mente, llenando su delgado cuerpo de emoción. Estaba seguro de que no se esperaría lo que tenía que decirle.

—Chuya —Lo llamó Dazai, aunque el chico no se giró para verlo, sino que siguió de largo, como si lo hubiera ignorado. No le importó, pues sabía perfectamente que lo había escuchado. Siempre lo hacía. Era demasiado considerado, para su mala fortuna—. Creo que estoy enamorado de ti.

—¿En serio? —Respondió Chuya, con completa indiferencia. Sabía que se trataba de otra de las bromas de su molesto compañero, y estaba demasiado cansado después de tener que cargar con toda la pelea porque Dazai no se molestó en ayudarlo en ningún momento, así que no tenía el ánimo para discutir con él. Lo mejor que podía hacer era ignorarlo, con la esperanza de que eso lo aburriera y lo dejara en paz—. Qué sorpresa.

Dazai frunció el ceño, disgustado con su respuesta. ¿Se le declaraba y respondía de esa manera tan aburrida? Eso no fue lo que esperaba. Estaba seguro de que lograría sacar de quicio a su compañero con una confesión de amor tan repentina, y que le diría que le daba asco y le recordaría hasta el cansancio lo mucho que lo odia, pero parecía que había predicho que le diría algo así.

Se cruzó de brazos, mientras aminoraba el ritmo de sus pasos, analizando a Chuya desde atrás. Está bien, podía ganarle una pequeña discusión sin importancia, le daba igual. Pero lograría que Chuya se enojara con él lo suficiente como para que fuera corriendo a rogarle a Mori que dejara de emparejarlos juntos en misiones. Después de todo, no quería pasar un segundo más a su lado.

Answer. (Soukoku)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora