Correspondido.

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Dazai escondió su rostro en el cuello de Chuya, dejando que el pelirrojo lo envolviera con sus brazos, percibiendo de inmediato la calidez del pequeño cuerpo en contraste con su siempre fría temperatura. Sintió cómo una de las manos pasaba las manos por su cabello, con lentitud, y juraría que sintió cómo se derretía con el contacto, abrazando con más fuerza a Chuya.

Era molesto que no dejara de crecer, pues cada vez era más difícil seguir encontrando refugio dentro del cuerpo de Chuya debido a la diferencia entre sus estaturas. Incluso ahora, era incómodo dejar que el pelirrojo lo abrazara, teniendo que mantener una distancia al sentarse para que pudiera inclinarse hacia delante y abrazarlo de la manera que tanto disfrutaba, dejando que el pequeño cuerpo lo cubriera totalmente.

Era un pensamiento ridículo, pero se sentía protegido cuando Chuya lo abrazaba de esa manera. Con el pasar del tiempo, se había vuelto un capricho suyo ser siempre el que quedara envuelto en el cuerpo de Chuya, aunque por la diferencia de tamaño lo lógico sería que él fuera quien rodeara con sus brazos a su compañero. Pero a ninguno le importaba. A Chuya le gustaba sentir que podía cuidar de Dazai, además de que, el hecho de que él fuera quien lo abrazara concordaba con su personalidad dominante.

Por supuesto, este era un lado suyo que solo permitía que Chuya viera. Le servía como descanso, pues el peso de sus responsabilidades a veces era demasiado para su frágil mente. A veces simplemente quería que el chico del que estaba enamorado lo envolviera de manera protectora, haciéndole saber que a su lado siempre estaría seguro, y no pensar en nada salvo en el momento.

Chuya le estaba platicando algo, pero en realidad no lo estaba escuchando desde hacía un rato. Simplemente dejaba que el sonido de su voz lo relajara, incluso si no estaba poniendo el esfuerzo necesario para distinguir las palabras. Estaba bien: sabía que a Chuya no le importaba cuando pasaba eso.

Una vez decidió que había descansado lo suficiente, lo interrumpió cuando extendió un poco su cuello para depositar un beso en la mejilla de Chuya. El pelirrojo se quedó inmóvil durante un segundo, sorprendido por el gesto repentino, pero casi de inmediato soltó una pequeña risa y agachó ligeramente su rostro para besar al castaño que seguía aferrado a él.

Dazai disfrutó del lento movimiento de los labios de Chuya contra los suyos. Su compañero era la única persona a la que había besado en la vida, pero aun con ese limitado conocimiento, sabía que no habría nadie capaz de igualar sus habilidades. Y es que era una ventaja haberse enamorado de la persona que mejor lo conocía, pues sabía qué ritmo darle a su respiración para no agitarse demasiado durante el beso, el movimiento y la velocidad indicada para mover los labios y lograr que sintiera el molesto hormigueo en su cuerpo, y el lugar donde colocar sus manos para sostenerlo, pues cada vez que se besaban sentía que no era capaz de soportar tanta felicidad.

Se separaron por un momento, y Dazai musitó algo sobre cómo en realidad lo odiaba. Chuya rio, sabiendo que sus palabras eran puro sarcasmo con la intención de molestarlo, como había sido desde que se conocieron a los quince años. Dazai se divertía al recordar esos tiempos, pues estaba seguro de que su yo más joven vomitaría ante la sola idea de tener una relación con Chuya... Aunque, siendo preciso, no estaban realmente en una relación.

Es decir, amaba a Chuya y sabía que Chuya lo amaba. Pero nunca le pidió salir oficialmente con él, ni tampoco lo hizo su compañero. Simplemente un día las bromas en forma de coqueteo dejaron de serlo, el contacto físico entre ellos se hizo natural, y la sola idea de estar separados se volvió insoportable. Así había sido en todo: la primera vez que abrazó a Chuya, queriendo molestarlo, pero sorprendiéndose al sentir la calidez en su interior; o la primera vez que lo besó y su compañero le correspondió con tanta naturalidad que ni siquiera pareció su primer beso. Sentía que las palabras sobraban con Chuya, pues el pelirrojo lo entendía más que nadie en todo el mundo. No en vano creía firmemente que el chico sosteniéndolo en sus brazos en ese momento era la otra mitad de su alma.

Sin embargo, sí había una frase que le gustaba decirle a Chuya, más por costumbre que por cualquier otra cosa. Se la había repetido tantas veces, que ya era una broma interna entre ellos, pues era la única manera en la que se confesarían su amor mutuamente.

—Chuya —Lo llamó Dazai, depositando un beso sobre los labios de Chuya por apenas un segundo. Aunque de inmediato el pelirrojo volvió a unir sus labios, haciendo que ahora el beso durara más tiempo, lo suficiente como para apenas satisfacerlo. No importa cuántas veces hiciera esto, Chuya siempre lograba sorprenderlo con su reacción, nunca siendo la que esperaba. Dazai rio una vez se separaron, sonriendo mientras decía—: Creo que estoy enamorado de ti.

—¿En serio? —Preguntó Chuya con un tono sarcástico, divertido con la situación. Estaban con sus cuerpos entrelazados, llevaban un buen rato besándose, y la mirada que le dedicaban los ojos castaños hablaba por sí misma. Como si todavía tuviera que confesarse a esas alturas—. Qué sorpresa.

Answer. (Soukoku)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora