13 de diciembre de 2022. Argentina 3 - Croacia 0

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El taxi nos llevaba a Jesús y a mí por una avenida principal. Nos alejábamos del festejo multitudinario luego de que Argentina asegurara el pase a la final de la copa del mundo. La noche ya había alcanzado a una ciudad de Buenos Aires que quería seguir de festejo. Mi corazón palpitaba; el conejo estaba muy inquieto. Pero no era fruto del éxtasis que provocó Julián Álvarez, el goleador de la jornada. La razón era Jesús, quien estaba recostado sobre mí, con la cabeza apoyada sobre mi hombro, porque se había quedado dormido. El pobre no daba más de felicidad y de cansancio, incluso ya había perdido la voz. Eligió resguardarse en mis alas de protección. Su calor me atormentaba y su cercanía erizaba cada vello de mi cuerpo. No había lugar para el chico de los ojos de fuego. En silencio, le agradecí por dejarme tener al otro Jesús, el que yo amaba.

Guiados por las luces de la ciudad, me di cuenta de que quería que el mundial, con Jesús a mi lado, durara para siempre. Pero como todo tiene una conclusión, mi mente ya pensaba en la final del domingo. Con un beso tierno en la cabeza le prometí que, pasara lo que pasara, nunca podría olvidar lo que vivimos Jesús y yo.

Almas perdidas - Especial Mundial de Catar 2022Donde viven las historias. Descúbrelo ahora