Capitulo 7

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Capitulo narrado por Miguel.

Desde que lo vi tan nervioso en la cena supe que quería todo con él. No había querido intentar hacerle algo que no fuera de su agrado hasta que vi que quería juntar su mano con la mía, fue ahí cuando ya no me pude resistir y lo besé, por poco y lo desvisto en la playa.

Con gran esfuerzo, llegamos al hotel para recojer un par de cosas que yo tenía en una maleta, Carlos también llevaba una mochila con algunas cosas dentro. Después nos dirigimos al motel más cercano (previamente revisé la calidad del lugar, no tendría sexo en cualquier lado).

La habitación no era más que eso, una habitación simple pero acogedora. Sin poder esperar más, tomé a ese chico por la espalda, abrazándolo por la cintura y besándole el cuello — Te lo juro que intentaré no excederme. Intentaré.— susurré, para después dejarle una pequeña marca en su cuello. Ese chico solo me respondía con su respiración agitada.

Lo solté un momento para ir a acomodar las cosas que ambos trajimos. No tarde tanto, pero pareciera que ese niño no tenía paciencia; con su mirada baja me agarró de la mano para llevarme a la cama, me sentó y a su vez el se puso sobre mi, sentándose sobre mí regazo, ambos sentimos que nuestras partes rozaron un poco, ahora fue el quien me besó, sus besos eran intensos.

—No quieres esperar a recibir un segundo regalo— Mierda, mi voz se estaba poniendo ligeramente más grave, eso siempre pasa cuando me encuentro en éste estado, y creo que lo asusté un poco, porque al instante también dejo de intentar quitarme mi saco. Se apartó de mi y me dio libertad de ir hasta mi maleta, saque una correa que se amarraba al cuello, unas esposas y un dildo.

Procedí a quitarle la ropa mientras lo seguía besando, el estaba acostado y yo encima de él, empecé con su saco y camisa, los aventé a algún lado de la habitación, vi sus pezones y no pude evitar poner uno en mi boca, con mis manos tocaba por todo su pecho. Por fin podía escucharlo intentar dejar salir un sonido, pero el intentaba retenerse.

Después le quite su pantalón, aún sin quitarle su boxer sabía que Carlos tenía una erección, un bulto se asomaba, no me equivocaba, tras quitar su ropa interior vi su pene, lo masajee lentamente. Nuevamente dirigí mi rostro al pecho del pelinegro para ahora morder sus pezones, aumentaba de a poco la velocidad de mis movimientos. Carlos solo podía retorcerse en la cama, le hice una mamada con la boca y le metía dos dedos de manera brusca, después le metí tres, y mientras él seguía intentando ocultar sus gemidos mordiéndose el labio inferior, llegó al orgasmo, me tragué todo su semen, no sabía nada mal.

—Si sigues evitando hablar te lo juro que no podré tener piedad contigo.— le dije, advirtiéndole. Mientras iba por el dildo.

Y tras un pequeño silencio.

—Entonces no la tengas— me contestó a mis espaldas. No pude evitar reír un poco.

Volví a la cama con él, y sin avisar metí el dildo con algo de rapidez, oí que soltó un alarido.

—Tu dijiste que sin tener piedad.— tenía que justificarme de alguna manera.

—¡Pudiste al menos avisarme!— El no pudo decir la frase completa, interrumpió su oración con otro gemido.

Para calmarlo un poco, esparcía besos y acaricias en sus no tan delgadas piernas. Movía el dildo más cuidadosamente. Pude notar que ahora Carlos expresaba más libremente el placer que sentía en ese momento.

Y fue el segundo orgasmo de la noche.

Ahora yo era quien se estaba desvistiendo. Empecé con la ropa de la parte de arriba. Cuando estaba por quitarme el pantalón miré a Carlos, estaba atento a que me quitara la prenda.

—¿No me lo quieres quitar tú?— dije con una pequeña sonrisa.

—Si usted me lo permite— ¿Acaso me habló de "usted"?

Y como pudo, aún con sus piernas un poco adoloridas y temblorosas, se inclinó ante mi entrepierna, bajo primero mi pantalón y no tardo en quitar también mi bóxer.

—Ansiaba ver ésto, ver si era de verdad— y lo metió en su boca, ocasionando que salieran sonidos obscenos; lo saco y tosió un poco, me asusté un poco por eso. —Yo no creo... No creo que solo sean 20 centímetros...— dijo intentando recuperar el aliento. Y la verdad es que era cierto, realmente eran 24 centímetros, pero ¿Quién los cuenta?
De todas maneras no le importó eso a Carlos ya que lo estaba volviendo a chupar, está vez con más cuidado de no ahogarse.

Empecé a dar gruñidos y gemidos de placer. Ese chico si que sabe chuparlo. Me corrí, se tragó un poco y le cayó algo en la cara, se veía tan excitante de esa manera.

Se limpió el rostro. Se acostó en la cama y yo le acomodé las esposas de manera que sus manos quedarán atadas a la cabecera de la cama. Abrí sus piernas y después de verlo para asegurarme de que estuviera listo, inicié nuestro encuentro. Carlos se aferraba como podía a mí; yo agarraba sus piernas firmemente. Mis movimientos eran a una velocidad no muy rápida... Aún.

Llegamos a la posición del misionero.
El tenía sus piernas rodeando mi cadera y yo lo abrazaba fuertemente, lo empecé a penetrar con más brusquedad, y el pobre chico soltó lágrimas, no sabría decir si de dolor o de placer.

Ninguno podía ocultar que la estábamos pasando bien. Nuestros gemidos (y los gritos de Carlos) nos delataban, intenté callarlo con un poco con besos, pero hasta eso era inútil. El podía insultar a todo mundo, a mí, a mí me decía que tuviera más cuidado, pero sus oraciones no podía decirlas si no las interrumpía con esos alaridos. He de admitirlo, sentía increíble cuando me llamaba por mi nombre, oírlo cuando decía "Miguel" mientras no podía más con el placer era... Perfecto.

Ni los estúpidos condones que había traído sirvieron, olvide por completo ponerme uno. Pero ya no importaba, no nos importaba nada.

En ese momento solo me importaba una cosa, el chico que estaba follando: Carlos.

Después de un buen rato, llegamos juntos al orgasmo, yo lo llené por dentro y el soltó sus fluidos en medio de nosotros.

Estábamos probando otra posición, el estaba en cuatro, su rostro estaba pegado al colchón y su trasero perfecto para que yo le vuelva a meter mi pene. Sus manos las até nuevamente, ahora atrás de su espalda. La correa en su cuello, no la iba a jalar mucho, pero se veía tan lindo a mi disposición. Otra vez lo estaba partiendo. Me encanta su trasero, pero verlo rojo por los azotes que le daba era aún mejor.

Me fascinaba tenerlo así, rogando por más, mordiendo la almohada para amortiguar sus gritos.

No tardamos mucho en volver a sentir que tocábamos el cielo.

Ambos estábamos agotados. Le quite las esposas y la correa, lo limpié un poco y nos acostamos. No nos importaba mucho si las cobijas estaban muy limpias o no, simplemente nos tapamos con ellas.

Aún después de eso, nos seguíamos besando, más tranquilamente. Nos abrazamos. El estaba entre mi cuello y mi pecho. Yo lo acariciaba del cabello.

—... Jamás pensé decirlo. Te quiero demasiado. Te amo, Miguel...— todo lo dijo en un volumen muy bajo, pero eso último lo dijo de manera casi inaudible.

—... Yo también... Yo también te amo, Carlos...— era cierto. Ya no me gustaba solo su cuerpo, me gustaba su manera de ser, su voz. Me gustaba él.

Nos dormimos. Felices de haber compartido este momento con el otro. Felices de que ésta no va a ser la única vez que estemos juntos...

...

Gracias por leer.





«Cyber sex» ⟨Mikelex⟩Donde viven las historias. Descúbrelo ahora