Esa noche Camille no pudo pegar el ojo, miles de pensamientos surcaron su mente atormentándola ferozmente. Se revolcaba en la cama cada pocos segundos y cuando creía que ya dormiría, nuevos pensamientos aterradores la hacían despertar y volver a iniciar con ese círculo vicioso. "¿Cómo será el orfanato?, ¿Las personas me aceptarán?, ¿Alguien me querrá adoptar?..." pensaba con preocupación. Todo apuntaba a que su vida no sería muy prometedora a partir de ese momento, entonces ¿qué sería de ella?
Nuevamente las lágrimas se dispararon y los sollozos se hicieron presentes, Camille no quería hacer demasiado ruido para no despertar a los otros niños pero fue inutil. Una manita muy pequeña le tocó su espalda del lado derecho de la cama, Camille se sobresaltó, más no gritó, creía saber de quién era esa manita pero no se atrevía a dar la cara. Con la sábana cubriendo su cuerpo por completo la chica no tuvo más remedio que contestar al inocente llamado.
–¿Qué pasa? –dijo con un suave susurro.
–¿Por qué lloras? –le respondió una voz infantil.
Camille levantó ligeramente la sábana de modo que sólo se podía ver su ojo avellana desde el exterior y, gracias a la tenue luz de la luna llena que se filtraba por los grandes ventanales, notó que era el niño que horas antes había visto sonreír con el libro de Alicia en el país de las maravillas en sus manitas.
–Yo... No es nada... Perdón por despertarte. –Respondió Camille intentando que su voz no sonara como si estuviera llorando.
El pequeño le puso una mano en la cabeza de la muchacha cubierta por la cobija y la acarició suavemente. Camille se esforzó por no llorar gracias a la tierna caricia.
–Te duele, ¿no es cierto? A mi también me duelen las heridas.
La chica cerró fuertemente sus ojos.
–Sí, me duele.
El niño se inclinó y la abrazó.
–Tranquila, verás como todo volverá a la normalidad cuando nos saquen de este hospital. Entonces iré a tu casa para jugar, ¿de acuerdo?
Camille mordió una parte de su cobija con miedo a que un solo sollozo saliera de su boca y asustara al niño. Asintió para complacer ese bello deseo infantil que, hasta hace poco, también le pertenecía a ella.
El niño se incorporó y se fue despacito y en silencio. La chica se destapó la cabeza por la falta de aliento, abrazó fuertemente su cobija y se hizo bolita, una vez más intentó que su sollozo no fuera escuchado. Su mente nuevamente iba a mil por hora preguntando cosas de las que no quería saber la respuesta, no supo cuánto tiempo más permaneció en ese estado, pero en algún punto de la madrugada se quedó profundamente dormida.
...
Esta vez, el ruido de la mañana ajetreada no fue lo que despertó a Camille, en cambio, la despertó la suave caricia de parte de la enfermera en su cabello.
–Camille, Camille. Es hora de levantarse.
La chica por un momento creyó que estaba en su habitación con la voz de su madre llamándola desde lejos para desayunar, pero solo fue un pequeño momento de confusión y luego volvió todo a cobrar un cruel sentido. Camille se dio cuenta que tenía la cobija hasta la cintura, miró alrededor y se percató de que todos la miraban, tanto adultos como niños tenían el rostro deformado en una mueca de asco, miedo o lástima. La muchacha se volvió a tapar la cabeza. La enfermera, al darse cuenta de lo que pasaba se apresuró a cerrar las feas cortinas moradas, luego acercó una bandeja con sopa dejándosela a Camille en la mesita de noche cuyo jarrón estaba repleto de flores marchitas, con un gesto lindo acarició la cabeza cubierta de la chica.
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Nuestro obituario.
RomanceDespués de un trágico accidente en 1896, Camille tiene que retomar su vida en un orfanato. Ella siente que su vida ha llegado a su fin, sin embargo, todo cambia cuando conoce a Evangeline, una chica bella y especial. Poco a poco descubrirá que algun...