El sábado por la mañana, una chica rubia de nombre Alice le mostró a Camille sus tareas diarias, las cuales consistían en fregar los platos dos veces por semana en compañía de otras chicas, barrer el comedor después del desayuno y lavar la ropa tres veces por semana junto con todas las demás jóvenes del orfanato. Esto solo le llevaba un par de horas, mientras que el resto del día iba al pequeño riachuelo alejado de los límites de la fortaleza con Evangeline. Por la noche Camille y Evangeline hablaban a oscuras en su habitación compartida, susurrando cosas que solo ellas podían escuchar.
Al llegar el lunes, muy temprano, incluso antes del alba, Camille despertó por el sonido insistente de golpeteos débiles pero constantes en la puerta de su habitación, golpeteos que no paraban y que invitaban a una pronta locura si no se detenían rápidamente. La chica se levantó agobiada pero justo cuando iba a abrir la puerta Evangeline la llamó con un tenue "psss" que la sobresaltó por la repentina aparición.
–No abras –susurró– pon atención.
Camille pegó la oreja a la puerta y escuchó atentamente. Unas risitas provenientes del otro lado de la puerta se hicieron presentes a través de los golpeteos persistentes e indetenibles.
–Son Alice y sus secuaces –dijo Evangeline sarcásticamente mientras Camille se alejaba de la puerta– eres como el juguete nuevo.
–¿También te pasaba a tí? –preguntó la chica mientras regresaba a la cama.
–Oh sí, me siguen molestando de vez en cuando, de hecho me sorprende que hasta ahora te dejaran en paz. No permitas que te afecten, se irán pronto si no les haces caso.
Como si fuera predicción los golpes en la puerta dejaron de oírse unos minutos después, Camille supuso que ya todas las chicas habían tenido su turno de tocar la puerta desistiendo finalmente por la falta de atención y el cansancio.
–¿Lo ves? –dijo Evangeline mientras se levantaba de la cama– Contigo, ahora será más difícil que nos sorprendan. Con regularidad dejan trampas fuera de la habitación que, por supuesto, yo no puedo ver.
La bella chica se deslizó el camisón blanco que la cubría delante de Camille, ésta sin pensar demasiado se giró para no verla, estaba totalmente avergonzada.
"¿Por qué me dio tanta vergüenza? Somos chicas, es normal desnudarnos frente a las otras"
Camille permaneció de espaldas a Evangeline mientras se ponía uno de los dos horrendos vestidos que le habían donado y de pronto se preguntó por qué Evangeline tenía vestidos lindos y camisones si estaba en un orfanato.
–Bueno, emprendamos esta nueva aventura llena de peligros juntas, el día de hoy nos dirigimos al infierno llamado escuela.
Camille sonrió, le encantaba ese lenguaje extravagante y realista que Evangeline utilizaba.
Caminaron juntas al comedor y desayunaron tranquilas en el mismo lugar del día anterior
bromeando sobre el horripilante sabor de la comida y la presentación del platillo en general. Sin embargo no les duró mucho la alegría que reinaba alrededor de ellas pues Alice y otros chicos les perturbaron la tranquilidad.
–¡Oh, no! Niña nueva, no te comas esa avena, seguro que eso se considera canibalismo –dijo Alice en tono burlesco.
Camille miró con atención a los que la acompañaban a Alice como perros falderos a su dueña. Había dos niñas más y un varón, las niñas eran todas de cabello negro asabache liso y piel blanca, mientras que el chico tenía el cabello un poco más claro y rizado considerabalemente alto para ser un huerfano que aún vivía en un orfanato. Al verla de vuelta los chicos sin excepción alguna fruncieron el seño en señal de desprecio a su apariencia. Camille trató de ocultar con su cabello las cicatrices y deseó con todas sus fuerzas que no lo mencionaran, pues no podría contenerse.
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Nuestro obituario.
RomanceDespués de un trágico accidente en 1896, Camille tiene que retomar su vida en un orfanato. Ella siente que su vida ha llegado a su fin, sin embargo, todo cambia cuando conoce a Evangeline, una chica bella y especial. Poco a poco descubrirá que algun...