—Qué horrible lo que te paso ayer —comenta Valentina en la mesa mientras comía su croissant—. ¿Qué sentiste?
Después de lo sucedido, no hablaron mucho, únicamente se habían acostado a dormir, pues el pelinegro también se había asustado y solo quería descansar.
—Tal vez era el cansancio —responde con muchas dudas—. La verdad no sé qué me paso.
—Falta de hierro —agrega Carla viendo su celular—. Aquí dice que falta de hierro, puede que tengas anemia.
—Deberías hacerte revisar si dices que estabas consciente, pero no sentías nada a tu alrededor —ayuda Valentina—. Mi doctor es super bueno.
Pero Cristo no respondió, tenía la atención dispersa de lo que sus amigas le comentaban, estaba inundado de sus pensamientos.
—Un hombre me grito —susurro lo más bajo que pudo.
—¿Qué dijiste? —se acerca Valentina.
—Nada —contesta volviendo al presente, ayudaba mucho su múltiple atención—. Ya le voy a decir a mi abuela para ver a que doctor vamos.
Los desayunos en casa de Valentina son increíbles, siempre había mucha comida y golosinas que acompañaban, aquella mañana comieron unos croissants con salmón y aguacate, huevos a la copa, una deliciosa taza de café de Israel y un refrescante jugo de naranja.
Ya eran casi las nueve de la mañana y recién estaban acabando de comer.
—Bueno ahora si es momento de que se vayan —dice levantando los platos—. Quede con Chris a las diez, tengo una hora para estar lista.
Chris Altamar era un chico demasiado bueno, se podría decir es de los pocos hombres que se quedara con una sola mujer de por vida, desde que se conocieron se enamoró perdidamente de Valentina, y aunque tienen ciertos problemas, todo lo arreglaban con sexo.
Demasiado bueno incluso para el gusto de la pelirroja, no hacía nada malo, no tenían problemas de infidelidades o de celos pues incluso a Chris no le gustaba salir de fiesta, solo pasaba en casa estudiando para la universidad en su carrera de administración de empresas, en cambio, Valentina era la más loca que salía siempre a discotecas o con sus amigos a tomar.
Aunque lo único malo que podíamos agregar es que era un poco terco, pero ambos lo eran. Demasiado tercos.
Valentina no se quedaba atrás, una mujer de principios, que, aunque tenga la tentación en bandeja de oro, ella siempre elegiría a su novio. A diferencia de Carla, toda una picaflor o de Cristo, un romántico empedernido que no sabe de amor.
Chris es un chico increíblemente guapo, mucho más alto que Cristo y eso que él era algo alto para su promedio, Valentina lo había conocido por culpa del pelinegro un día al salir del colegio.
Su mejor amigo se dio cuenta que dos chicos fuera del colegio estaban parados esperando a alguien y le dijo a su amiga que uno de ellos la estaba mirando, pero para Valentina no era la gran cosa, un chico más en el mundo, era algo odiosa y fría.
Valentina, Carla y Cristo siempre solían bajar caminando y aunque el pelinegro vivía en otra parte se quedaba en casa de su mejor amiga hasta tarde o hasta que su abuela lo pase viendo. Desgraciadamente ese día Carla y Cristo tenían cosas que hacer y al salir se fueron a sus casas. Valentina conoció por esta gran suerte a su actual novio, bajaba sola y con cara de pocos amigos, pero se topó con este chico guapo.
Y hace tres años con un simple saludo comenzó su historia.
—¡Oigan! —dice Carla alarmada viendo su celular mientras se dirigían al cuarto de Valentina caminando por un pasillo—. ¡Me está llamando Esteban!
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Nuestro Final Está Escrito - La Caída
Science FictionCristo acaba salir del colegio, el reto de la vida se aproxima ante su futuro, ¿aunque qué puede saber un joven de diecisiete años acerca de enfrentarse a la vida? Y sobre todo cuando la oscuridad lo abraza lentamente, aunque ahora ni el mismo lo sa...