1. El Final - Parte II

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De nuevo suena de fondo el gran horroroso sonido que todo el mundo odia, la alarma del celular empieza suave y va subiendo su tono. El celular de Valentina era esta vez del cual provenía, se encontraba debajo de la almohada. Entre movimientos de brazos logra apagar la alarma antes de que su volumen suba por completo.

Valentina abre los ojos entre sueños sintiendo que Carla está muy cerca de ella abrazándola. El pelinegro en cambio se encontraba en su esquina al borde de caerse, siempre cuando dormía con alguien, lo hacía más lejos posible, no le gustaba para nada el contacto físico.

—¡Buenos días estrellitas! —grita Carla haciendo despertar a Cristo, pero solo refunfuña en respuesta.

—Despierta perro —se le acerca Valentina quitándose a Carla de encima y empieza a molestarlo moviendo su cuerpo intensamente.

—No me molesten —cambia de posición—. ¿Qué hora es?

—Es hora de que se vayan —dice Valentina y empieza a reírse.

Carla lentamente despeja su sueño.

—Maldita sea —se sienta en la cama con un dolor de cabeza horrible y la luz de la mañana no ayudaba para nada.

Ve su reflejo en el espejo del cuarto de su amiga, mantenía la misma ropa de ayer, únicamente se había quitado los zapatos para dormir. Un dolor punzante resonó en su cabeza, la resaca de la fiesta estaba haciendo efecto, aparte de que Carla empezó a recordar la pelea que tuvo con su novio.

—Como lo odio —susurra.

—Nosotros también lo odiamos —corresponde la pelirroja, levantándose en conjunto con su amigo.

Valentina saca varias pastillas de sus cajones, tenía muchas y para cada ocasión, ella amaba las cosas relacionadas con medicina y sin que nadie se entere solía investigar para saber más.

—Ten, tomémonos esto para el dolor de cabeza —Valentina le ofrece una pastilla—. Estoy igual que tú.

La pelirroja se dirige hacia la cocina y regresa con dos vasos llenos de agua. Sus padres solían pasar mucho en casa, hacían esto para mejorar su relación y convivir de una manera más amena. La relación de los amigos de la pelirroja con sus padres era algo parca, a la madre no le gustaba mucho que salga, le decía que debía centrarse más en las vida profesional e inclusive en la vida sentimental con su novio, no le agradaba la idea de que los amigos sean importantes para ella, pero aun así los elegia y se daba tiempo para todo.

Al final ella también tenía una gran libertad para tomar sus propias decisiones y sus padres la apoyaban.

Carla mientras tomaba el líquido del vaso transparente se le tornan los ojos aguados, su mejor amiga ya entendió aquella señal y se sentó a su lado.

—Amiga no te pongas así, él no es buena persona —la abraza y la pelinegra cede al llanto.

Esteban eran un chico no tan alto, un poco más pequeño que Cristo, pero más alto que Carla, era de tes crecidamente oscura e igual de pelinegro, solía mantener un buen cuerpo trabajado en el gimnasio, a pesar de todo, para sus dos mejores amigos Esteban no era del todo guapo y aun así engañaba a su amiga, ella se merecía algo mucho mejor que un hombre que no sabía valorar a una mujer.

Cristo se dio cuenta de esto y se dirigió al baño de la pelirroja. Él sabía que se venían las típicas lagrimas del día después sobre una relación que termino, la típica conversación profunda entre amigos y no sabía que decir, así que tomó su distancia.

Pasan un largos minutos mientras está en su celular sentado en la taza sin hacer nada, veía videos online para entretenerse, pero entre pensamientos recordó que habían organizado una cita hace un mes para hacerse un tatuaje.

Nuestro Final Está Escrito - La CaídaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora