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YURI FROTÓ SU OJO DERECHO SUAVEMENTE, sintiendo como la somnolencia comenzaba a reflejarse ante su falta de esfuerzo.
Dos horas habían pasado desde que el examinador apareció dando comienzo a la primera face del examen, y aproximadamente 30 kilómetros era lo que llevaban recorrido desde la línea de partida.
Como era de esperarse, uno que otro aspirante comenzó a a ser incapaz de seguirle el paso al examinador, el cual avanzaba de forma sobrehumana delante de todos ellos.
Antes de iniciar la prueba, muchas personas en el lugar observaron con extrañeza la peculiar apariencia que tenía. Sin embargo, pronto olvidaron este detalle al escuchar su advertencia: aquellos que carecían de habilidad suficiente podrían enfrentar la muerte y que si no estaban dispuestos a asumir ese riesgo lo mejor era que regresaran a sus hogares.
Yuri trago saliva al recordar cómo, hace cinco años, su abuelo le explicó lo común que era para la sociedad que al menos la mitad de las personas que se presentaban al examen de cazador terminaran muriendo en el intento.
Yuri estaba segura de sus habilidades, por lo que creía que no moriría en ese lugar. Si tenía algo de lo que preocuparse era de la extraña ansiedad que crecía al interior de su pecho, debido a su deseo por llegar rápidamente a la face final.
Oh eso era lo que creía ella en realidad.
— Oye, no te duermas. No te recogeré si te caes — dijo Killua rompiendo el silencio. Un recuerdo pasó por su mente logrando alterarlo notablemente — ¡¡Y no te esperare!! ¡¿Me oyes?!
Absorta, su mirada se dirigió hacia el albino que tenía las orejas sutilmente rojas. No podía verlo, pero se imaginaba la cara que tenía que estar teniendo en esos momentos.
Si había algo que podía decir que sabía con seguridad sobre Killua, era que al avergonzarse se alteraba con facilidad.
Pronto se dio cuenta de lo entumecidas que tenía las manos. Un molesto hormigueo comenzó a hacerse presente en ellas.
