En un aula de clases, donde otra vez llegaba cinco minutos tarde, aun así, siempre me dejaban pasar. No sé si era porque a todos los profesores les agradaba o intuición femenina.
Me senté rápidamente en uno de los últimos asientos vacíos de la parte trasera del aula. De reojo vi a un ex, el cual lastimosamente el destino nos juntó en el mismo salón de clases, y aunque estábamos postulando a diferentes carreras, ambas pertenecían a la misma área. Él me miró sin gesto alguno, igual que yo.
Javier fue un chico con el que tuve una tormentosa relación, que nunca fue estable, solo fue tóxica y el resultado por culpa de ambos.
Mucho antes pensaba que el único culpable de ese episodio en mi vida fue él, pero con el paso del tiempo, terapia y sobre todo el trabajo en mi autoestima me di cuenta que yo tuve mucha culpa.
Yo decidí quedarme con él durante ese tiempo.
Respiré hondo y sonreí hacia mí misma, ahora estaba en paz y la verdad no guardaba ningún recelo contra él, pero tampoco era una persona grata para mí.
— ¿Lucía Conroy, está? —preguntó el profesor sacándome de mis pensamientos.
— Sí, profesor, soy yo —le dije alzando mi mano.
— Como ha llegado tarde recoja los carnets y déjelos en el tercer piso por favor —me pidió el profesor a lo que yo asentí con la cabeza.
Me levanté de mi asiento y empecé a recoger cada carnet, hasta que llegué al asiento de Javier, ni me miró, estaba rebuscando en su mochila el suyo, entonces como tardaba tanto decidí recoger los que quedaban y me salí del aula para dejarlos en el tercer piso.
Ya iba a llegar al cuarto piso cuando escuché que alguien me llama por atrás, claramente reconocí su voz, era Javier.
— ¡Conroy! —gritó exhausto.
Yo no dije absolutamente nada, lo miré fríamente, mientras que él me sonrió y me dio su carnet.
— Déjalo abajo, por favor —dijo sonriendo tiernamente.
Javier era el típico ex que se pasaba de sinvergüenza, el que hacía como si nada hubiese pasado y tratara de mezclarse contigo siempre.
Él alzó sus cejas y se fue sin decir más, yo permanecí unos dos segundos más pensando si debí haberle devuelto su carnet para que él se lo quede, si debería arrojarlo a la basura o por último si debería dejarlo con los demás.
Era obvia la respuesta, correctamente la tercera.
Simplemente era una persona que no me agradaba.
Minutos más tarde cuando regresé al aula, vi que él y su grupo de amigos se habían juntado por mi sitio, como todos los días. Las clases transcurrían, yo apuntaba todo en ciertas como en otras solo oía y trataba de prestar atención hasta que una voz volvió a perturbar mi paz.
— Lucía... Lucía... Lucía... Lucía... ¡Conroy!
Efectivamente era Javier de nuevo, que entre susurros me llamaba desde dos asientos más a mi costado, como en los primeros cuatro llamados no volteé a verlo, aprovechó para llamarme por mi apellido sabiendo que no me gustaba eso, fue entonces cuando volteé a verlo algo molesta.
— ¿Qué quieres? —le dije entrecerrando los ojos.
— ¿Tienes chocotejas aun vendiendo? —preguntó de nuevo con esa sonrisa fastidiosa de chico bueno.
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De grises a colores
Teen Fiction"De grises a colores" narra la historia de un joven con traumas psicológicos, que intenta amortiguar a medida que estudia psicología, y nos cuenta sus fallidas situaciones sentimentales.