1.La mujer

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La luz del día es tenue, las nubes se juntan en el cielo lanzando su advertencia en forma de pequeñas y escasas gotas de agua. Hace frío. Al aproximarse veo a la multitud, sedienta de sangre y de justicia. Comparto ese sentimiento, pero no su entusiasmo. Me mezclo con la multitud, ojalá no estuvieran aquí pero al menos camuflan mi presencia, no quiero que me vea. Avanzo hasta que obtengo una buena vista del palco. En ella, el encapuchado prepara su ronda. ¿Se sentirá orgulloso de lo que está haciendo o por el contrario rezara todos los días por el perdón de su alma? Suena la campana, y empieza el desfile. Primero sale una mujer, la llevan al palco y allí leen su listado. No me parecen la gran cosa, pero el pueblo arde en insultos y lanzamientos contra ella. ¿Realmente se merece estar al mismo nivel?

Cuando empiezo a pensar en el dilema, su cabeza ya tocaba el suelo.

El siguiente en salir es un joven, me sorprende que tiene casi mi edad, un año o dos menos que yo. ¿Su crimen? Molestar a quien no debía. Si robas en el mercado del pueblo el mercader te dará una patada en el culo y un tirón de orejas, pero los nobles no solían ser tan piadosos. A la gente eso le dio igual, gritaron e insultaron como si no lo hubiesen hecho la primera vez. Una mujer llora, se oculta del resto de personas, a mi me trae recuerdos. El joven no está al mismo nivel, no debería estar al mismo nivel. ¿Realmente la justicia es ciega, o solo es un invento que nos hace dormir a las noches? Esta noche conseguiré dormir. Su cabeza ya tocaba el suelo.

El cielo se ha oscurecido más. Un trueno resuena en la plaza y mi vista consigue verle. Mi sangre hierve al reconocerle, mis manos sudan y se aprietan con fuerza al  resto de mi cuerpo como si no quisieran abandonarme. Siento como si mi piel se estuviera quemando en carne viva. Gritaría si no fuera por el cansancio y pesar de mis pensamientos. Quiero dormir. Su imagen es deprimente y rastrera, ha perdido peso. Ojala lo hubieras hecho entonces. Leen su listado, yo solo escucho una cosa: asesino, asesino, asesino…

La muchedumbre alza su voz al mismo volumen que con los otros. Deberíais dejaros la voz con este y no con los  otros dos. Me niego a creer que penséis que el hombre que me lo arrebató todo merezca estar al mismo nivel. Gritaría hasta morir, pero ya no me quedan fuerzas para esto. Se arrodilló y en ese instante ocurrió, me ve. Sus ojos  llorosos esbozan una sonrisa. Quería verlo, quería verlo morir. Pero en ese eterno momento aparto la mirada. y su cabeza toca el suelo. Abandono el lugar en cuanto recobro el sentido, ¿Porque no mire?¿Quería verlo verdad?¿Porque no aguante?¿Quizás porque era mi padre?

Ejecución en 3 relatosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora