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El lunes, lo primero que hice al llegar al colegio fue buscar a Hanni. Recorrí los pasillos con la mirada hasta que finalmente la encontré guardando unas cosas en su casillero. Sonreí para mí misma y me acerqué sigilosamente, procurando no hacer ruido.

—Buenos días, princesa —susurré cerca de su oído.

Hanni dio un pequeño salto por la sorpresa y se giró rápidamente.

—¡Me asustaste! —dijo, llevándose una mano al pecho, pero enseguida sonrió y me abrazó—. Me gusta ese apodo.

—¿Princesa?

—Sí.

Sonreí y me incliné un poco hacia ella con la intención de besarla, pero me detuve a medio camino, esperando su reacción. Sabía que tal vez no se sentía cómoda haciéndolo en público, pero para mi sorpresa, fue ella quien cerró la distancia y presionó sus labios contra los míos.

Puse una mano en su cuello y la otra en su cintura, disfrutando del contacto. Hanni deslizó sus dedos entre mi cabello, enredándolos con suavidad. Me encantaba cuando hacía eso. Después de unos segundos, nos separamos, y ella me dedicó una sonrisa radiante.

—¿Te puedo pedir un favor?

—Claro.

—¿Puedes ayudarme con los trabajos? Necesito subir mis calificaciones si quiero jugar este viernes.

—Está bien, podría ayudarte después de clases.

—Suena bien.

—Hoy no puedo, tengo planes con... Dani.

Hanni asintió.

—Yo tampoco puedo, trabajo. ¿Empezamos mañana?

—Sí.

—Gracias —dijo antes de robarme un beso corto.

Juntas nos dirigimos al aula.

Las clases transcurrieron con normalidad y, para nuestra fortuna, JinWoo no nos molestó hoy. A la hora de salida, me ofrecí a llevar a Hanni, pero me dijo que alguien pasaría por ella, así que me despedí y tomé camino hacia mi departamento.

Al llegar a casa, me cambié rápidamente y me puse el uniforme del trabajo: pantalones negros, una camisa de botones blanca, un chaleco y un pequeño moño negro en el cuello. Me miré en el espejo y solté un suspiro.

Durante la semana en la que me desaparecí, conseguí un trabajo temporal en un restaurante de lujo. La paga era bastante buena considerando que solo trabajaría un día, y la próxima semana planeaba volver a mi empleo habitual en la cafetería.

Salí de casa y me dirigí al restaurante. Al llegar, fui directamente con el manager.

—Kim Minji. —Me miró de arriba abajo con expresión neutral—. Nako me habló de ti. ¿Será cierto todo lo que me dijo?

—Depende de qué le haya dicho.

—Dijo que eres buena trabajando y que tienes experiencia como mesera.

—Eso es cierto.

El hombre asintió.

—Tal y como tú y ella se pusieron de acuerdo, solo la cubrirás hoy, ¿cierto?

—Sí.

—Bien. Puedes ir a la cocina y coordinarte con los demás para repartir las mesas. Toma en cuenta que todos nuestros clientes son personas importantes. No causes problemas.

—No se preocupe. —Me puse firme y asentí—. Con su permiso.

Salí de la oficina y me dirigí a la cocina. Al entrar, encontré a otros cinco meseros. Tres eran chicos y dos chicas.

Hurt - bbangsaz    EDITADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora