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CAPÍTULO TREINTA Y DOS

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CAPÍTULO TREINTA Y DOS

" romper fuente "




El regreso de Naerys a Oldtown causó un alboroto, cuando todos divisaron las enormes escamas plateadas de su dragón emprendiendo vuelo sobre el gran septo, comenzaron a murmurar.

El avistamiento le fue rápidamente notificado a Ormund, que al oírlo abandonó felizmente oficina para poder salir a recibir a su esposa, acompañado de su primogénita y esposo e incluso les permitió a Thomas y Jon ir con él.

Naerys descendió en la fosa de dragón. Los entrenadores la miraron de arriba a abajo antes de tomar las riendas de Ala de Plata y llevarla al interior.

La peliplata observó a el protector de su esposo acercarse a ella, ambos se dieron una intensa mirada, y Ser Jorah la siguió por detrás cuando Naerys comenzó a avanzar hacia el faro.

Pequeñas lágrimas nublaron su vista al divisar a la distancia a sus niños, un ácido sabor se plantó en su garganta al ver sus desconcertadas expresiones. Su corazón se presionó contra sus costillas cuando supuso que ellos posiblemente nunca la perdonaría por lo hecho y que estaban muy resentidos con ella.

Pero se llevó una gran sorpresa al verlos sonreír entre llantos, mientras corrían a toda prisa a sus brazos. Naerys suspiró aliviada y una gran carga fue expulsada de su cuerpo cuando los cálidos brazos de ambos la rodearon con fuerza.

—Madre...—sollozo suavemente el menor, aferrándose con cautela a su hinchado vientre—. Éstas de nuevo aquí, con nosotros...

—Perdóname —susurró, pasando sus finos dedos por las hebras castañas de su sedoso cabello—. Nunca volveré a fallarles, lo prometo.

—Lo único que importa es que ahora volviste a casa —dice Thomas, levantando la vista con lágrimas en los ojos. Su rostro rojizo empañado quebró el espíritu de Naerys y de nuevo se sintió imponente—. Y no te irás de nuevo sin llevarnos contigo ¿verdad?

Naerys no respondió, miró con nerviosismo a un lado, donde Ser Jorah los veía expectante y luego se volvió hacia ellos, asintiendo con una sonrisa.

Daemon, lo siento tanto...

Suspiró melancólica y llevó la vista al frente, donde Ormund la esperaba pacientemente con una sonrisa de autosuficiencia, y a su lado, Syera lloraba en los brazos de Harwin.

Con los brazos sobre los hombros de sus niños, avanzó a pasos lentos hacia ellos, mientras Ser Jorah los volvía a seguir.

—Esposa —saludó Ormund, casi burlón. No podía disimular su satisfacción al verla de nuevo allí, sabiendo que había sido él quien frustó sus planes y lo arruinó todo, igual que Viserys y Otto—. Has tomado la decisión correcta.

𝐿𝐸𝐺𝐴𝐶𝑌 ೃೀ 𝑫𝒂𝒆𝒎𝒐𝒏 𝑻𝒂𝒓𝒈𝒂𝒓𝒚𝒆𝒏Donde viven las historias. Descúbrelo ahora