XI : Adiós

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Envuelvo mi cuerpo en la bata de baño y me quedo observando mi reflejo en el espejo empañado, cepillo mi cabello hasta que queda completamente arreglado.

Unos golpes suenan del otro lado de la puerta, no respondo, el peso de todos los días empieza a hacerse presente en mis hombros, nuevamente, suspiro y continúo con la vista fija en mi propio reflejo.

-¿Planeas ignorarme hasta que estemos en la arena?- Es Gael, vuelvo a soltar otra lágrima y lavo mi cara automáticamente -¿Es algún tipo de estrategia para las cámaras?

-Es una estrategia para mí, así tu horrible voz no me atormentará esta noche- Respondo abriendo la puerta, seca mi rostro con su mano, puedo notar que también estuvo llorando por lo roja que está su cara.

-¿Entonces se cancela la pijamada que acabo de planear?- En sus manos tiene algunos paquetes de dulces extraños, bebidas y algunas bolsas tiradas en el suelo.

-Deja que me ponga mi mejor traje- Paso por su lado y se queda encerrado en el baño mientras que yo me visto, una vez ya arreglada y entre las sábanas lo dejo pasar nuevamente.

Corre hacia la cama y se tira abruptamente en esta haciéndome rebotar, se ríe y empieza a organizar todo lo que traía frente a nosotros.

Frutas, pasteles, galletas, bebidas, dulces, algunas ensaladas y mucho, mucho chocolate.

-No hay que ser un genio para saber que delicias como estas no las conseguiremos en la arena.

-¿Quien sabe? tal vez puedas quitarte la camisa y te lo mandarán.

-¿Yo? deberías hacerlo tú, yo me doy la vuelta para no verte- Me rio negando efusivamente.

-Pero si el de la idea fuiste tú.

-Un par de tetas marcan la diferencia- Repite mis palabras con un acento Capitoliano bastante exagerado, ambos nos reímos empezando a abrir los paquetes.

-¿Ahora sí me dirás qué hiciste en la sesión privada?

-El ridículo- Responde seco mientras lleva una galleta a su boca -Pero luego lo arreglé- Lo miro en silencio esperando a que siga hablando -Estaba mostrando mis habilidades con la espada y salió volando de mi mano, acabó en el saco de boxeo que estaba hasta el otro lado de la sala y esa bola de imbéciles se empezó a reír.

-¿Que hiciste para conseguir esa puntuación?

-Fui hasta donde la espada estaba y volví trizas ese saco, la idea era solo darle uno o dos golpes más pero estaba muy enojado.

-Lo hiciste muy bien- él asiente, abro un paquete de una especie de palitos de queso bastante deliciosos y le tiendo algunos.

-¿Y tú?

-¿Recuerdas como nos escondíamos en el cuarto de mis papás para asustarlos?- El ríe fuertemente.

-Mas de una vez encontré horribles animalejos encima de ese closet.

-Bueno, hice algo parecido, me ayude con la espada que dejaste tirada y usando el saco de boxeo que destrozaste, llegue a la mesa y desperdicie una langosta.

-¡Maldita langosta! estaban más al pendiente de ella que de nosotros.

-Es que ella los cautivo con sus habilidades en su sesión- Volvemos a reír, ahora abriendo las botellas de jugo -Luego cuando volví a bajar dejé que la espada cayera en el saco de al lado, y me fuí.

-No debieron esperar menos de tí.

Durante un rato seguimos hablando sobre los entrenamientos, algunas cosas que pudimos notar en las entrevistas y aún más burlas sobre la langosta que no pudieron comer los vigilantes.

Los Juegos del Hambre: El tesoro del CapitolioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora