𝐀𝐋𝐋 𝐓𝐎𝐎 𝐖𝐄𝐋𝐋 ━ 𝗦𝗧𝗔𝗡 𝗨𝗥𝗜𝗦 [𝐼𝑇 𝟷 & 𝟸]

𝐂𝐇𝐀𝐏𝐓𝐄𝐑 𝐓𝐇𝐑𝐄𝐄

𝖢𝖧𝖠𝖯𝖳𝖤𝖱 𝖳𝖧𝖱𝖤𝖤:
"𝐒𝐔𝐌𝐌𝐄𝐑 𝐖𝐄𝐍𝐓 𝐀𝐖𝐀𝐘 𝐈𝐈"

"𝖲𝗍𝗂𝗅𝗅, 𝗍𝗁𝖾 𝗒𝖾𝖺𝗋𝗇𝗂𝗇𝗀 𝗌𝗍𝖺𝗒𝗌
𝖨 𝗉𝗅𝖺𝗒 𝗂𝗍 𝖼𝗈𝗈𝗅 𝗐𝗂𝗍𝗁 𝗍𝗁𝖾 𝖻𝖾𝗌𝗍 𝗈𝖿 𝗍𝗁𝖾𝗆"

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A la temprana tarde del mismo día en el que mis amigos y yo acabábamos de salir de vacaciones, Stan y yo llegamos hasta la sinagoga en nuestras respectivas bicicletas, justo como siempre lo hacíamos desde hace años.

Lo primero que hicimos después de haber entrado fue caminar hacia la oficina del rabino, o mejor dicho, el papá de Stanley, en donde se encontraría la torá que debía de ser leída el día de su Bar Mitzbah, la misma que había estado practicando desde hace meses.

— Deja aquí tu mochila.— Susurró en cuanto habíamos entrado al pequeño cuarto lleno de distintos libros que le pertenecían a su papá. Aunque eso no fue lo que más me sorprendía.

Algo que llamó mi atención fue ver que Stanley se cubría la cara con una mano, así como si tratara de evitar el sol pero sin una luz necesaria que alumbrara el lugar, jamás lo había visto hacer eso, y menos aquí.

— ¿Qué?, ¿qué pasa?— Le pregunté confundida, mirándolo primero a él y después a algún lugar tratando de buscar una respuesta.

— A veces me da miedo esa pintura. — Respondió  ignorando el cuadro que te recibía a la entrada de dicha oficina, el de una mujer vestida de negro que en sus manos sostenía una flauta.

— ¿Judith?— Alcé una ceja, seguido de señalar el cuadro con mi dedo índice.— ¿Le temes a Judith?— Dije entre risas. Yo no era una crítica del arte, aún, pero siempre ponía suma atención cada que se trataba de una obra de cualquier artista. Esa "mujer deforme" cómo Stan la llamaba, tenía un nombre y origen específico.

— No sé porque la compró mi papá, es horrible.— Me contesta antes de darse la vuelta para salir a la parte central de la Iglesia.

— Stan, la belleza es subjetiva, ¿no comprendes el arte?— Hablé siguiendo su paso detrás de él.

— No sé en qué sentido del arte eso podría ser hermoso, es muy terrorífica.

— Tu no lo comprendes.

— Quizás no.— Se encogió de hombros, después de eso continuó caminando hasta quedar en medio del bimá, o el pequeño podio en el medio donde siempre se leía la torá, ante esto yo me quedé sentada en una banca que estaba al lado de ahí, en donde generalmente se sentaba el resto de gente que iba a sus oraciones, ahora mi única tarea era escucharlo.