Parte Única

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Voy a empezar diciendo que soy un chico, al menos la mayor parte del tiempo. Hasta que fui a la Universidad no había tenido ninguna experiencia sexual, ni siquiera me llamaba la atención la masturbación. Llegué a considerarme asexual.
Como todos los chicos, empecé a ver porno muy temprano, con otros amigos para ir descubriendo qué era eso del sexo. No me sentía identificado con nada de lo que veía en el porno. Me comparaba con los hombres que ahí salían. Yo no era musculoso, de hecho, era( y sigo siendo) más bien delgado, casi esquelético. Tampoco estaba especialmente dotado, ya que tengo un pene más bien pequeño. Para mí esos hombres no tenían nada que ver conmigo, y las mujeres me resultaban artificiales y poco atractivas. Por eso dejé de ver pornografía muy pronto.
La masturbación tampoco me agradaba. Ver mi pene diminuto me hacía sentir ridículo así que no lo miraba más de lo absolutamente necesario. 
Todo cambió al empezar la Universidad. En mi ciudad no se podía estudiar arte dramático, así que me tuve que mudar y comencé a vivir en un piso con otros dos compañeros más. En seguida me di cuenta de que arte dramático requería de mucho esfuerzo físico, ya que había que hacer danza y yo nunca había sido muy atlético. Decidí apuntarme al gimnasio para coger algo de forma física. Iba todas las mañanas antes de clase, en cuanto abría. Tenía el gimnasio para mi solo, lo cual era perfecto ya que no tenía que exponerme demasiado a otros.
Al poco tiempo de empezar a ir apareció otra persona más en la sala. Era un hombre, algo mayor que yo, de raza negra y muy musculoso. Mientras hacía sus ejercicios no podía evitar mirarle. No entendía muy bien por qué pero me resultaba hipnótico ver sus músculos contraerse y estirarse. Ver su sudor mojando su camiseta y escuchar sus gruñidos de esfuerzo. Era la primera vez que me sentía así. Había visto otros hombres musculosos antes, pero nunca como él. A día de hoy sé que fue su color de piel, pero en ese momento no entendía nada.
Cuando me desnudé en los vestuarios, me descubrí a mi mismo con una erección. Me dio vergüenza pensar en que me había excitado en esa situación y fui corriendo a la ducha a ver si conseguía que bajase un poco. Ese hombre no tardó en aparecer. Era una ducha comunitaria, así que nos veíamos. Yo lo intentaba pero no podía evitar girar ligeramente la cabeza para volver a ver su cuerpo. 
Le descubrí mirandome fijamente mientras se enjabonaba. Mis ojos bajaron hasta su entrepierna y descubrí su miembro, que era como tres veces el mío. No llegaba a estar erecto pero tampoco estaba flácido. "Le está gustando verme" pensé, pero en seguida giré la cara otra vez de pura vergüenza por haber pensado eso.
No tardé en notar su presencia. Se había movido hasta la ducha de mi lado. Le miré de reojo y me seguía mirando. Tenía una mano sujetándo su polla. La otra mano comenzó a manosearme el culo. Me giré y me puse frente a él. Lo miré de arriba a abajo, hasta llegar a su polla. Era enorme y negra, y parecía mirarme fijamente. A su lado, mi pene era como el de un niño pequeño.
En ese momento noté que empezaba a perder el control sobre mi cuerpo. Él no tuvo que decir nada, tan solo colocar su mano sobre mi cabeza e invitarme levemente a agacharme. En seguida estaba de rodillas y tenía su polla en mis manos, mastubándola. No pensaba nada, solo actuaba por impulso y deseo. Volvió a empujar ligeramente mi cabeza con su mano y obedecí, intentando meterme su polla en mi boca. Apenas me cabía la punta. Su polla estaba dura como la piedra, pero al mismo tiempo se notaba carnosa y era muy agradable al tacto. La notaba en mis labios y en mi lengua. Su sabor era lo más rico que había probado en mi vida. 
Chupaba y lamía como si me fuera la vida en ello. Escuchaba sus gruñidos de placer, que se mezclaban con los míos. No sé cuánto tiempo estuve así, pero hubo un momento en que él me agarró de los lados de la cabeza y comenzó a empujar más fuerte. Casí me ahoga y me dio una arcada, pero eso le sirvió para medir hasta donde la podía meter. Comenzó a empujar más rápido, follándome la boca con velocidad e intensidad, hasta que derramó un chorro de semen en mi garganta, en mi paladar y en mi lengua. 
Mientras lo saboreaba comencé a masturbarme. Era la primera vez desde hacía años. Él se volvió a su ducha inicial y terminó de enjabonarse y aclararse. Para cuando salió de las duchas, yo ya había terminado sobre el suelo de la ducha. Él no vio como mi semen se iba por el sumidero.

DE LO ORDINARIO AL TRAVESTIDO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora