LA OFICINA DE MI JEFE.

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Cuando era niño, por las noches solía sacar mi cabeza por la ventana para observar a lo que en ese entonces consideraba que era lo más hermoso que mis ojos podían ver; la luna, una cosa redonda -a veces con forma de uña-, con un conejo atrapado en ella que iluminaba mis noches solitarias y me acompañaba en ellas. Siempre, todos los días cuando caía la oscuridad, antes de ir a dormir, sin falta la miraba pensando en lo linda que era. Eso era en aquel entonces, pero ahora mis ojos no miraban más a la luna por mirar a alguien que incluso era más hermoso que ella, alguien cuyo nombre es igual de bueno que su personalidad; Dylan Zaharie Farré, un hombre más bello que la luna y mucho más resplandeciente.

La forma en la que caminaba, la forma en la que su cabello siempre estaba acomodado, los trajes que vestía... todo eso y más era hermoso en mi jefe.

Todo de Dylan me volvía loco, incluso el solo cruzar mirada con mi él me alteraba. Mi estómago era inundado por una ola de cosquillas y en mi pecho mi corazón latía violentamente queriendo salirse.

No podía evitar esos sentimientos provocados por Dylan y no quería evitarlos. Si todo eso tenía que ver con mi jefe, era bien recibido.

Las cosas estaban bien, a excepción de algo que era sumamente difícil de cumplir.

Dylan y yo habíamos acordado no interactuar más de lo normal en horas laborales para evitar rumores y chismes, pero joder, era demasiado complicado mantenernos lejos del otro si solo con una mirada nos poníamos calientes.

—¿Quieres más sangre? —pregunté jadeando y apretando más mis brazos alrededor de la cintura de Dylan cuando él había terminado de succionarme.

Me sentía mareado. Perder sangre así de golpe no me hacía sentir muy bien...

¿Pero qué importaba?. Sí podía ver a Dylan contento y satisfecho con mi sangre, por mí que se la llevara toda.

—¿Y si te desmayas? —preguntó después de desencajar sus colmillos de mi cuello. Esa sensación era dolorosa, como si agujas entraran y salieran de mi cuello, dolía, pero valía enteramente ese dolor. La felicidad de mi jefe lo valía.

—No importa. Puedes beber hasta que estés lleno por completo —le sonreí suavemente.

Dylan negó con la cabeza.

—Mejor lo hago mañana, ahora podemos encargarnos de un asunto más —Dylan enrolló sus brazos alrededor de mi cuello y tiró de mí con fuerza—. Quiero hacerlo —dijo ocultando lentamente sus colmillos y volviendo el color azul a sus ojos.

Aún después de haber visto ese cambio muchísimas veces en los tres meses que llevábamos con este acuerdo, me seguía resultando fascinante.

—Estamos en la oficina —susurré sin poder apartar la vista de sus suaves y rojos labios. Se veían deliciosos...

Dylan sonrió y pasó su lengua por sus labios. Él era tan sensual...

—No es la primera vez que lo hacemos —dijo y estrelló sus labios contra los míos.

De esto hablaba. Este vampirito me volvía loco con todo.

Dylan había comenzado a tenerme confianza y mierda... me encantaba. Me encantaba lo lujurios○ que él también podía ser y amaba todo el tiempo que pasaba con él aun si no estábamos teniendo sexo.

Esas tardes en las que solamente vimos películas recostados en el sillón mientras nos acariciábamos perezosamente sin llegar a algo más habían sido grandiosos momentos. Todo con Dylan era grandioso....

Froté mi erección contra la de mi jefe y metí mi lengua en su boca provando el sabor a hierro en su saliva. Quería comérmelo, quería comerme a este vampiro...

Intenté llegar con mi lengua a lo más profundo de su boca mientras a tientas busqué la cremallera del pantalón de Dylan para bajarla.

Mi jefe jadeó cuando mi mano estuvo dentro de su pantalón y bóxer. Dylan estaba durísimo, tanto como yo. Había algo que hacía demasiado excitante hacerlo en la oficina, creo que era ese sentimiento de peligro el que hacía más caliente todo.

Envolví su miembro con mi mano, subí y bajé de forma rápida y continua. Dylan se estremeció y pequeños gemidos que chocaron con mi boca empezaron a salir de mi jefe.

Me gustaba hacer que se retorciera de placer. Verlo así de excitado me hacía sentir más caliente que un día en Sonora con una temperatura de 40°.

Dylan era completamente hermoso y se×y...

—Quítame la ropa... —dijo mi jefe entre jadeos.

De verdad que este vampiro solo me hacía enloquecer... Lo besé duro, arrojé su saco al suelo, aflojé su corbata y desabotoné botón por botón de su camisa. Me sentía ansioso, mi pene había comenzado a doler mucho...

El abrupto sonido de alguien tocando la puerta hizo saltar a Dylan y a mí.

—Señor, ¿puedo pasar? —dijo la voz del asistente de Dylan.

—Pásame el saco —susurró Dylan bajándose del escritorio y acomodándose los pantalones y la camisa.

Corrí hacia donde había quedado el saco botado y lo levanté.

—Un momento —gritó Dylan para su asistente.

Extendí el saco y lo acomodé para que mi jefe pudiera ponérselo. Dylan metió su brazo derecho y luego el izquierdo, se arregló el saco y se dio la vuelta hacia mí.

—Me asusté —dijo mientras esbozaba una pequeña sonrisa.

—Yo también —le contesté riendo bajo.

Dylan dio un paso hacia mí, sujetó mis mejillas y me besó.

—¿Vamos a tu casa o a la mía al rato? —preguntó mientras se mordía el labio inferior.

La erección en mis pantalones se movió. Creo que tendría que correr al baño...

—Donde quieras —respondí mientras imaginaba las cosas más desagradables para bajar mi erección.

—Bueno, me esperas, nos vamos juntos —dijo y me besó nuevamente.

Reí.

—Siempre te espero y siempre te esperaré.

La boca de Dylan se abrió y sus labios temblaron intentando decir algo.

—Yo...

El sonido de los golpes en la puerta interrumpieron a Dylan.

—Te veo al rato... —dijo suspirando y yendo hacia la puerta para abrir.

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Pacto De Sangre [BL]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora