1. La llegada

88 5 2
                                    





-Hey, Uraraka...¡Uraraka! Te he estado buscando en todas partes, ¿que demonios haces aquí atrás? Hey, estás escuchandome?
La pequeña castaña se encontraba encorvada sobre sus rodillas cubriendo su rostro con los brazos.
-Dejame sola, Bakugou -pronuncio apenada por ser descubierta llorando.
-¿Por qué siempre que te encuentro sola estás llorando? -se agacho para quedar a su altura - Dime de una buena vez que fue lo que paso para que podamos ya irnos a casa.
Ochako lo vio con esos ojos llorosos color avellana y el labio temblando.
-Nadie me dió una carta. -la castaña lo dijo como si fuera la peor de las tragedias en la vida, mientras que el cenizo permaneció sereno sin afectarse por ello esperando que la explicación fuera más clara- Las niñas dicen qué, si no recibes una carta en San Valentín, te quedarás sola por el resto de tu vida.
- Ah entonces es por eso- él rodó lo ojos pensando en que las niñas eran demasiado sensibles como para que algo tan simple las afectara- Pues...Si seguimos siendo amigos, entonces nunca estarás sola ¿verdad?
Ochako volvió a alzar la mirada limpiándose la cara con el puño del suéter.
-¿Lo dices en serio? -cuestiono un poco más calmada.
-Sí, como sea tampoco planeo casarme o lo que sea, y si no te conviertes en una molestia -dijo sonriendo- no veo porqué no.
Del bolso de su pantalón sacó una hoja de papel arrugada. Era un dibujo de los dos jugando en el parque detrás de su casa.
-¡Bakugou! -dijo emocionada por recibir una carta, arrugada o lo que fuera, para Ochaco era el dibujo más hermoso que habia visto. Entrelazó su dedo meñique con el de él- Hagamos una promesa, que siempre estaremos juntos sin importar nada.
-¡Qué? ¡Suelta! -exigio con el rubor amenazando salir. Pero por más que forcejeo la castaña no lo soltó - ¡De acuerdo, de acuerdo! ...Lo prometo. Ahora suelta mi dedo antes de que me lo arranques.
Bakugo se separó sacudiendo su mano fingiendo sobarse el meñique y mientras veía a la pequeña niña aún sujetando el dibujo entre su pecho.
En ese momento no parecía una promesa difícil de cumplir, después de todo ¿existía algo que realmente los pudiera separar?

+
+
+
+
+
+
+
+




La ciudad iluminada se extendía bajo el enorme edificio de cristal.
La brisa fresca de la noche jugaba con sus cabellos castaños erizandole la piel.
Ahí en la terraza solitaria, Ochako sopesaba en una mano la tarjetilla un poco maltratada de su heroína favorita de la infancia "Trece" mientras con la otra le daba vueltas a la sortija en su dedo.
Por su mente, como una estrella fugaz, recordó una mirada carmesí mirándola intensamente.
-Cariño. -la llamo con dulzura una voz grave y masculina detrás de ella. -La gente nos está esperando.
-Sí -respondio echando una última mirada a la tarjeta para luego guardarla en su bolso. -Ya estoy lista.





-¡FELICIDADES POR SU COMPROMISO!
Gritaron al unisono los invitados inundando la recepción de aplausos y de fondo el grupo de jazz comenzó a tocar "L.O.V.E" todo esto mientras la feliz pareja bajaba por la escalinata con las manos entrelazadas.
Ochako llevaba un hermoso vestido negro corte sirena con el cabello sujeto. De su cuello caía un costoso collar de diamantes a juego con unos pendientes que su prometido le obsequio para la ocasión.
Su prometido.
Yo Shindo.
Atractivo y varonil, alto y de musculatura pronunciada sin llegar a ser demasiado, cabello rebelde con ojos de color marrón cálido.
Un jóven magnate en la industria de materiales para construcción.
Se habían conocido por sus padres desde la adolescencia y después de sostener una relación por 3 años habían decidido que era momento de casarse.

-Quiero ofrecer un brindis, -dijo Yo, tomando una copa de la bandeja ofrecida por el mesero- por mi bella futura esposa que después de varios años de insistencia, por fin consiguió que diera el "sí" - los invitados rieron ante su broma al igual que Ochako quien negaba con la cabeza- Está bien, quizá yo fui el que insistió... Antes de conocer a Ochako me sentía perdido, vagando sin rumbo fijo y sin ningún propósito. No podría haber adivinado que el destino tendría tan maravilloso obsequio guardado para mí y sin ser merecedor de ello. Pero así fue; ella es el contrapunto de mi alma. Despierto cada mañana agradeciendo el momento en que su corazón reconoció al mío, y así será hasta el día en que deje de latir. Desde hoy ya no le pido más a la vida. Salud, por mi encantadora esposa Ochako.
-¡Salud! -respondieron los invitados alzando sus copas y degustando la champaña.
Los meseros iban de un lado para otro repartiendo aperitivos, los novios se rodearon de gente que no paraba de desearles buena fortuna (si es que podía tener más) salud y un matrimonio duradero. Ya que Shindo pertenecía a una de las familias más acaudaladas, la prensa no se hizo esperar y aprovecharon para tomar fotografías.
-¡Yo Shindo, una foto por favor! - alzó la voz uno de ellos a lo que el jóven se giró en su dirección tomando a Ochako de la cintura atrayendola más hacia él y con la otra sujetaba su mano mostrando la costosa sortija.- ¡Perfecto, salió muy bien! Gracias
No importaba cuánto tiempo pasará, Uraraka no se acostumbraria tanto como Shindo a este tipo de vida. Sin embargo, estaba realmente felíz. Y su prometido no la dejó ni un momento sola.
Shindo era la personificación del significado "estándar alto". Era educado, apuesto, caballeroso y siempre se esforzaba por hacerle saber que estaba perdidamente enamorado de ella.
-No puedo esperar a que seas mi esposa.-le susurro al oído con una voz suave y seductora al mismo tiempo que le pasaba una mano por el escote de la espalda de manera sensual.
Ochako sonrió por el atrevimiento de Shindo y la sutileza que poseía para disimular una sonrisa como sino acabará de tocar uno de los puntos más sensibles de la castaña. Si él quería provocarla, ese juego también lo podía jugar. Así que igual se acercó al oído del pelinegro poniéndose de puntitas aún en tacones y le contestó:
-Yo tampoco puedo esperar para ser tuya.
Juguetona, se aprovechó de que nadie veía para morderle de forma deliciosa la oreja sabiendo lo que eso le provocaba a él.
-Dioses, parece que tienes prisa por irte temprano de la fiesta.
-Al contrario, me la estoy pasando de maravilla.-puso una sonrisita de no romper un plato escondiéndose bajo la copa de champán.
-Se cuidadosa entonces, porque no tengo ningún problema en robarte  y hacerte...- aún más cerca de Ochako le reveló una serie de actos completamente indecentes que no se esperarían de alguien que venía de alta cuna como él. La castaña disfruto ser la culpable de rebajar a ese hombre a sus más bajos instintos.
-Bueno...-tomo una fresa de la mesa de aperitivos, la baño en la fuente de chocolate y "accidentalmente" derramó una gota sobre el pronunciado escote de su pecho para luego comérsela, se limpio la gota de chocolate y sin que nadie viera, le dió a probar a Shindo su piel impregnada en aquella gota-... eso quiero verlo.
Sonrió complacida por la expresión de su prometido, dió media vuelta en dirección a los baños percatandose de que Shindo la seguía.
Las ventajas de organizar una fiesta lujosa era que nadie se quería perder un detalle del banquete desperdiciandolo en ir al sanitario.
Aunque, demonios. Al carajo si alguien los veía. Solo bastaría con echarle serrojo a la puerta.



La razón vs el corazón: el hilo rojo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora