La Maldición de La Sombra

3

—Un helado de chocolate y uno de frutilla, por favor—pidió Noah.
—No tienes que hacer esto, estoy bien—dijo Lexie, tratando de sonreír.
—No me importa lo que tenga o no que hacer, Lex, no te dejaré sola, ¿okey?—Lexie no hizo gesto alguno. El empleado les entregó los helados—. Gracias.
Se sentaron en los bancos que estaban fuera del negocio.
Noah no sabía qué decir, no quería hacer sentir incómoda a Lexie, pero tampoco quería que ella se sintiera sola, abandonada.
—Yo... el... eh... —balbuceó.
—No tienes que decir nada.
El castaño se sentía inútil, más inútil que lo que jamás sintió... ¿Se había sentido Lexie así cuando su padre murió? Recordaba que ella lo llevó a regañadientes a ese mismo lugar a comer helados, a pesar de que era casi invierno, y se negó a dejarlo solo. La diferencia era que él necesitaba hablar, necesitaba su compañía, pero Lexie no parecía ni necesitar hablar, ni necesitarlo a él.
—¿Prefieres ir al cine? ¿O quieres escuchar Queen? ¿Tal vez pintar algo?
—Estoy bien, en serio, sólo quiero... ir a casa y pensar.
—Está bien.
Caminaron hasta su casa, la cual no estaba muy lejos.
—Entonces... Llámame si me necesitas, o por cualquier cosa—se despedía él, pero Campbell lo frenó.
—Quédate conmigo, por favor.
Noah asintió.
Se acostaron en el piso, mirando el techo, escuchando The Game.
—Estoy... harta de tener visiones—confesó la morena, un poco frustrada.
—Creí que te gustaban.
—Así era... las amaba, de hecho —respiró hondo—. Hasta hoy. Yo... Una parte de mí quiere saber por qué lo hizo, por qué se suicidó... Ella se veía bien... Feliz —Una lágrima recorrió su rostro, y se la limpió inmediatamente, no era de aquellas personas que no tenían vergüenza de llorar, ella odiaba que la vieran llorar—. Y no puedo evitar preguntarme... ¿Es culpa mía? ¿Podría yo haber hecho algo para evitar esta situación? Y claro que la respuesta es no, pero esas preguntas rondan mi mente y no quieren irse—respiró hondo—. Gracias por estar conmigo—Miró a su mejor amigo e intentó sonreír, aunque sólo consiguió hacer una mueca.
—¿Para qué están los amigos? Siempre estaré ahí para ti, Lex.