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Fanny, es una chica simple, de esas que no salen a fiestas, de esas que no les importa la moda, el último carro del año, o andar con el chico guapo de la escuela, lo que no significaba que deseara cada una de esas cosas.

Amaría ser invitada a alguna fiesta, amaría vestir de moda, amaría incluso conducir un auto lujoso comprado por papá, amaría en definitiva poder tomar siquiera la mano del jugador de baloncesto, atlético, competitivo, danzarín y cantante Jeon Jungkook, pero, eso jamás sucedería.

Stefania era de las chicas que siempre traía libros entre sus brazos, cubría sus curvas con ropas anchas y oscuras, su cabello lacio impedía ver su rostro hermoso trigueño, y esos ojos color celestes que escondía con la cabeza siempre gacha.

Sí, esa era Stefania.

Su padre engañó a su madre cuando ella solo tenía seis años, con una jovencita cazafortunas que los dejó en la calle, su madre debió terminar de estudiar y comenzar desde abajo en el periodismo, y por esa razón, su padre obtuvo la custodia y “cuido” de ella.

— ¿Sucede algo cariño? —preguntó su madre al verla tan silenciosa.

— Nada —respondió con vergüenza— solo necesito que firmes unos documentos

— ¿De qué se trata?

— Mi curso irá a una excursión, en Jeju.

— Oh, y quiere mi permiso —firmó al instante

— En realidad es para negarme a ir —su madre se quedó viéndola fijamente.

Siempre supo que su hija es diferente a las demás, callada, introvertida, silenciosa, y así la ama, una parte de ella se preocupaba por su personalidad, otra, estaba orgullosa de que no fueras de esas niñitas problemas.

— ¿Estás segura?, digo, creo que te hará bien, Jeju es un lugar muy lindo, y conocerlo sería grandioso.

— Lo sería si disfrutará del viaje, mami, ¿cuando podré ir a vivir contigo?

— Pronto —sostuvo su mano con calidez ella solo quería estar con su hija— te lo prometo, había dejado esta noticia para una ocasión especial pero, me contrataron en la televisiva TVn, y con mi primer sueldo podremos comprar un departamento, pequeño, pero será nuestro.

Los ojos de la chiquilla se iluminaron con la noticia, vivir con su padre no era malo, siempre y cuando no llevará a una jovencita que la trataba con la punta del zapato.

— ¿En serio?

— Muy en serio, pero, si prometes que pensarás en ir a Jeju, prometo que me acompañaras a comprar nuestro próximo hogar.

— Sí, iré —las lágrimas cayeron por sus ojos, fue la chica más feliz del mundo.

Tenía una conexión especial con ella, quizás, por la corta diferencia en edades.

Sofía tenía dieciocho cuando quedó embarazada de Steff, solo por esa razón, sus padre comprometieron a los jóvenes y al tiempo, se casaron, llevanfolos a la pero decisión de sus vidas, y una muy apresurada que ahora tenía un fatal desenlace.

Pasearon por las calles de Corea, hablando y riendo, era lo que mejor sabían hacer y así concluyeron la salida madre e hija de cada miércoles.

Steff regresó a su casa, la que tenía con su padre, subió hasta su cuarto y se encerró ahí, mirando las fotografías que se había salvado con su madre, esperando que los días pasarán muy rápido para finalmente cumplir sus deseos de ir a vivir con ella, la que consideraba su mejor amiga.

Recordó que debía arreglar su bolso y uniforme para ir a la escuela, un nuevo día con esos pesados que solo molestaban en su vida.

Siempre creyó que sí se lo proponía podría encajar entre ellos, pero eso solo sería si humillaba a los demás, agredía a unas cuantas chicas, fumara a escondidas en el salón de artes; el baño o el en patio trasero del edificio, y en pocas palabras, comenzará un mal comportamiento.

Y eso no lo haría.

La otra opción era juntarse con los rezagados, aquellos que eran minoría y títeres de los elegidos, esos que se dejan chantajear, golpear, insultar, y eso, mucho menos era una opción.

Por esa razón era de las que no estaba ni con uno ni con otro.

Si bien los nerd rezagados hablaban con ella era por algo puntual, específico, y ella les contestaba de manera normal, Fanny no era prepotente, era amigable y tierna, y cómo ayudaba a algunos estos preferían que no la vieran con ellos solo para que los bullis no le hicieran daño.

Pero a ella le daba igual, podría perfectamente defenderse, ya lo había hecho antes y por esa razón ni uno ni lo otro se metía con ella.

Era una rama especial de la escuela, la que no se metía con nadie y nadie se metía con ella.

Dejó caer su cuerpo a la cama, sus cabellos largos y castaños revoloteaban por el aire quedando esparcidos perfectamente, sus ojos brillaron con intensidad y dió un suspiro, su mente divagaba en la nada y poco a poco sus ojos se cerraron ante el cansancio y el sueño.






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