Nochebuena

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La temporada navideña era un maldito suplicio, y todo lo que Hyukjae veía en su camino al trabajo no hacía más que confirmarlo: el tránsito era más terrible que de costumbre, la cantidad de gente tanto en las calles como en el transporte era exorbitante y el ruido ambiental escalaba a niveles apenas soportables que algunas veces ni sus audífonos podían suprimir. Era detestable.

Claro que las cosas no habían sido así siempre, de hecho, unos años atrás encontraba medianamente tolerables las fiestas de fin de año, pero desde que había entrado a la universidad bastaba con que comenzara a ver los adornos navideños en las tiendas para ponerse de mal humor ante la certeza de que le esperaba un mes muy largo y tan pesado como la vida misma.

Sabía que no era el único en esa situación, lo que de alguna forma lo hacía sentir ligeramente menos solo, "ligeramente" porque aunque miles de personas sintieran lo mismo, él no tenía a ninguna cerca para poder odiar al mundo en comunidad.

Estaba seguro de que no era el único chico que había tenido que mudarse solo desde el otro lado del país para estudiar en una universidad, si bien no prestigiosa, de un nivel académico razonable, así como también podía jurar que no era el único que debía trabajar para no morir de hambre o dejar sus estudios; sin embargo, considerando el hecho de la mayor parte de su tiempo se iba en asistir a sus clases, hacer sus deberes y trabajar, era difícil que tuviera oportunidad o ganas de socializar lo suficiente como para encontrar a otros como él.

A pesar de todo, Hyukjae sabía que había tenido una pequeña pizca de suerte, pues cuando decidió que quería estudiar en Seúl y habló con sus padres, éstos dijeron que podían destinar cierta cantidad de dinero mensual para ayudarlo a pagar su estancia en la ciudad, pero que sin duda no podrían cubrir el costo total de una vivienda, sus necesidades básicas y sus estudios, por lo que sería necesario que buscara un empleo.

Por fortuna, una vez en Seúl no tardó en hallar un puesto como camarero y en realidad, el primer mes no fue tan malo, ya que sus horarios eran razonables, sin embargo, cuando empezaron a llegar las cuentas, se percató de que necesitaba incrementar sus ingresos, y descubrió que si trabaja en los peores horarios y en los días más complicados, le pagaban un poco más, por lo que, lógicamente, necesitaba elegir esa opción si quería terminar la universidad y no morir en el intento...o no morir de hambre, al menos.

Dadas las condiciones, era lógico que estuviera acostumbrado al cansancio, pero a pesar de ello, diciembre siempre lo llevaba al límite de su resistencia por la gran cantidad de gente que tenía que soportar y atender, aunque sin duda, el peor día del mes era el veinticuatro, seguido por el veinticinco, el cual odiaba especialmente porque, si bien no se veía obligado a tratar con tantas personas, envidiaba a todo aquel que podía quedarse en casa descansando mientras él tenía que trabajar por unos cuantos wones.

Era su tercer diciembre en esas circunstancias y, contrario a lo que mucha gente podría pensar, estar acostumbrado a ellas no lo había vuelto alguien menos quejumbroso, y esperaba que no lo hiciera, porque de alguna forma sentía que sus quejas eran la única manera de sentirse mínimamente libre.

Así que ahí estaba, resoplando y murmurando improperios mientras bajaba apresuradamente del autobús para llegar a tiempo al restaurante, lugar en el que se pasaría la nochebuena sirviendo comida a aquellos que no tenían necesidad de trabajar esa noche e incluso podían darse el lujo de contribuir al terrible tránsito, las aglomeraciones y el ruido ambiental.

¿Serían conscientes todas esas personas de que sin el trabajo de gente como él, o incluso en situaciones peores que la suya, ellas no podrían tener la tranquila y feliz noche que tanto ansiaban y por la que armaban tanto alboroto? Probablemente no, pero no iba a pedirle peras al olmo, se conformaba con que le mostraran respeto y valoraran su trabajo, aunque tristemente sabía de sobra que no mucha gente lo haría.

El regalo (EunHae)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora