Historia de Navidad

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DICIEMBRE - 2009

Harry Potter estaba cansado. Había sido un día largo y duro en el Hospital San Mungo, donde trabajaba como Sanador especializado en maldiciones. Había atendido a varios pacientes, algunos con lesiones graves, otros con problemas menores. Había curado, consolado, aconsejado. Había hecho su trabajo lo mejor que había podido. Pero aun así, se sentía insatisfecho, era agotador, horas enteras dedicadas a sus pacientes y la mayoría ni siquiera decían "gracias".

Harry echaba de menos a Severus. Su novio, su amante, su alma gemela. El hombre que le había dado sentido a su vida, que le había enseñado a amar y a ser amado, que estuvo a punto de dar su vida para salvar la suya, más de una vez. El hombre que ahora era considerado el mejor director de Hogwarts, el colegio donde se habían conocido y donde se habían reencontrado en una fiesta de aniversario de la guerra.

Harry y Severus habían empezado a salir hacía ya tres años, mucho después de que Harry se graduara de Hogwarts y entrara en el programa de formación de Sanadores, de hecho, cuando el de ojos verdes estaba ya trabajando como sanador en el hospital. Severus le había ofrecido su apoyo y su orientación cuando se sintió perdido sobre su futuro, luego se hicieron amigos por años y un día, una navidad, que pasaron juntos en el castillo, se dieron cuenta de que sentían algo más que gratitud y respeto. Se habían enamorado, contra todo pronóstico, contra toda lógica y contra todas las oposiciones, la relación les costó a ambos mucho, la mayoría de los Weasley no estaban contentos con la elección de Harry, Minerva tampoco era muy feliz por su colega, muchas personas se alejaron al saber que estaban juntos. Era el precio de su felicidad. Lo curioso fue que en realidad el resto del mundo mágico había apoyado a la feliz pareja, al conocer la historia todos habían pensado que eran de hecho el uno para el otro. Harry encontró nuevos aliados y Severus también.

Harry miró el reloj y vio que ya era hora de irse. Recogió sus cosas y salió del hospital. Se dirigió al callejón más cercano y sacó su varita. Iba a aparecerse en Hogsmeade, el pueblo cercano a Hogwarts, donde había quedado con Severus. Era el 24 de diciembre, y habían decidido pasar la noche de Navidad juntos, Pasear por el pueblo y ver las decoraciones y llegar justo para la cena de navidad en el gran comedor.

Harry se concentró y giró sobre sí mismo. Desapareció del callejón y reapareció en Hogsmeade. Caminó por la calle principal, saludando a algunos conocidos que se cruzaban con él. Entonces lo vio, parado cerca de la estación del tren con su capa negra tan característica.

― Severus, estoy aquí. ―dijo Harry, con voz alegre.

―Harry. ―dijo el hombre.

Harry lo vio sonreír y se lanzó a sus brazos. Severus lo recibió y lo besó con pasión, no era fanático de las muestras de afecto en público, pero sabía que para el joven era importante por lo que trataba de ser demostrativo y afectuoso. Harry se sintió feliz. Feliz de estar con el hombre que ama. Feliz de ser suyo. Feliz de que fuera Navidad, su festividad favorita desde que llego a Hogwarts.

―Te he echado de menos, Severus. ―dijo Harry, separándose un poco.

―Yo también te he echado de menos, Harry. ―dijo Severus, acariciándole el rostro.

― ¿Cómo ha ido el día? ― preguntó Harry mientras enlazaba su brazo con el del hombre y comenzaban a caminar por la calle de vuelta al castillo

― Bien, supongo. El colegio está tranquilo, la mayoría de los alumnos se han ido a casa. Solo quedan unos pocos, y los profesores. Yo he estado ocupado con el papeleo, las reuniones, los planes. Lo de siempre. ― respondió. ― ¿Y tú? ¿Cómo ha ido el día? ―preguntó.

― Igual. El hospital está lleno, la gente a veces parece un poco idiota. ― suspiro ―He tenido que atender a varios casos, algunos complicados, otros sencillos. He hecho lo que he podido, pero no es suficiente. Siempre hay alguien que sufre, que llora, que muere. ―dijo Harry.

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