Un día gris

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Al fin llega la profesora! Con mucho cuidado acomodé el precioso dibujo y cierré mi agenda. Dos clases después era  mi descanso, pero primero  Educación Física y Laboratorio. 

Ese día salí con muchas ansias a mi descanso. El día era tan tranquilo, pero ese escalofrío aún se apoderaba de mi cuerpo. ¿Qué era? No lo sabía ... pero estaba segura de que se trataba de algo importante aunque pareciera que no le tomaba importancia.

Comenzaba a calmarme cuando escuché que gritaron mi nombre:

-Arlene! Arlene! Por aquí !

Esa voz era inconfundible,  era la voz de Paola. Esa chica me me estimaba mucho, no sabía porque, simplemente apareció justo cuando cuando Cristel se fue ¡Qué casualidad! 

-Paola, ¿Como has estado?

-Bien, no podía esperar a verte otra vez. Traté de llamarte en vacaciones , pero no estuve en casa.

-Ya veo ...

-¿Estás bien? Te noto algo triste , puedo ayudart....

-No, no gracias. Estoy algo cansada, es todo. 

Trataba de sonreír para que Paola estuviera tranquila y dejara de preocuparse demasiado por mí. Ni siquiera yo sabía porqué de repente  estaba así. Eso me recordó a cuando veía el rostro de Cristel lleno de tristeza, me comenzaba a preocupar tanto que mi estado de ánimo se modificaba a el de ella.Yo no era lo suficientemente fuerte, a tal grado de que mi humor dependía de cualquier persona o situación. Cuando ella lo notaba ponía la cabeza en alto, sonreía y me decía: " Vamos, las chicas nos vemos más lindas con una coqueta sonrisa " Ella fue la que me enseñó a ser fuerte y me acostumbré tanto a eso que no me gustaba que nadie se preocupara por mí, a menos que fuera mi amiga o mi mamá.

-Está bien Arlene. Y ¿Que hiciste en estas vacaciones?

-Bueno, nada en especial. No salí de mi casa. ¿Te parece si hablamos después? Iré al comedor por algo, estoy hambrienta.

-Oh! Sí por supuesto que sí ... Iré contigo.

-No te molestes, tal vez me tardaré mucho y no quisiera que desperdicies tu descanso esperando nada.

  Me levanté del pasto y me alejé de ahí. No estaba de ánimo como para platicar con Paola, no era mala chica , pero para ella yo era como una delicada figura de cristal , siempre trataba de cuidarme de forma exagerada, y me molestaba que me viera como alguien débil que necesitaba de su cuidado.

Entré al comedor y sólo compre una botella de agua, ya que por salir de prisa la había olvidado. Me quedé ahí mucho tiempo y al escuchar el toque que avisaba el comienzo de la cuarta clase salí de ahí y me dirigí directo al edificio.

Clase de Matemáticas con el Profesor Munguía. Esa materia no se me dificultaba tanto como  a la mayoría, sin embargo esa vez se me hizo larga y sin sentido. Eran los primeros días de clase, y eso significaba que no había mucho por hacer aún. Todo el día me pareció un poco aburrido.

A la hora de salida, como siempre vi a mi madre en al auto esperándome con una sonrisa. Verla siempre me hacía sentir tranquila y pensaba " Que haría yo sin esta mujer" Me subí, besé su mejilla y preguntó:

-¿Como estuvo tu día? 

-Pues algo aburrido mamá, no hicimos gran cosa, ya sabes que en estos días todavía no comienza el ritmo de trabajo pesado.

-Lo sé mi niña. Por cierto ... algo especial te espera en casa.

-¿En serio, que es?

-Ya verás ...

No esperaba una sorpresa de parte de mi madre, pero tal vez eso me iba a animar.

Llegué directo a mi cuarto y sobre la cama vi una hermosa libreta de dibujo. La tomé y pasé ligeramente mis dedos sobre la portada. La abrí , toqué la hoja y pude sentir que su textura era distinta a cualquier otro papel. Mi madre sabía bien que en mis ratos de ocio me gustaba hacer uno que otro dibujo. Dibujaba bien , sin embargo no era mi pasión. 

Después de haber dado las gracias por aquél lindo regalo y terminado de cenar subí a mi cuarto. Cerré la puerta, tomé mis audífonos y un lápiz HB y comencé a hacer algunos trazos. No sentí que el tiempo pasara, cuando terminé el dibujo volteé a ver el reloj y marcaban las 8:00 pm.

El dolor en mi espalda y cuello reafirmaban que había permanecido 2 horas perdida entre los trazos del ligero lápiz y el blanco lienzo. Mi estado de ánimo ahora estaba nivelado, los escalofríos se había marchado.

Me levanté y busqué ropa más cómoda para dormir, bajé por un vaso de agua y me percaté de que mi madre ya se había quedado dormida viendo televisión. Antes de irme la cubrí con una frazada y apagué el televisor. Me disponía a dormir, cuando al poner el vaso de agua sobre el buró  vi  mi libro, el que antes de entrar al colegio comencé a leer. Leí hasta que el sueño comenzó a pesar sobre mis ojos. Tomé el separador para colocarlo entre las páginas 305 y 306 , lo cerré y coloqué de nuevo en el buró. Al apagar la luz sentí como el descanso comenzaba. Mi espalda se relajaba y junto con el calor de las cobijas un estado somnoliento se apoderaba de mí.

CristelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora