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—Prométeme que no te vas a alejar—

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—Prométeme que no te vas a alejar—.

—pometo—.

—Por la garrita, Amaia—.

Mi bebé estiró su manito y me mostró su pequeño meñique, yo estiré el mío y entrelacé ambos antes de asentir con la cabeza, dándole el permiso para que salga corriendo hacía los juegos para niños pequeños. Viernes por la tarde, tenía un tiempo para salir a pasear con mi pequeña antes de volver a casa y enviarle las fotos seleccionadas al editor, ya él se encargaba de elegir cuales irían para la revista,  y si necesitaba algo más, me lo diría.

Hasta el momento todo marchaba bien, aunque sabía que ese día había tomado el último supresor de los que me regaló Itachi y no contaba con el dinero para comprar más, estaba bien, fue una buena semana, quitando el hecho de los primeros días con un celo altamente insoportable, me consideraba lo suficiente estable en ese momento como para sobrevivir a los idiotas que seguro empezarían a molestarme el lunes por la salida, en la universidad.

Admiré a mi pequeña caminando hacía la cantidad de niños, Amaia era una niña tan sociable, incluso en eso mi hija parecía superarme, aparte del hecho que ya conocía y que Itachi me había mencionado hace poco, Amaia tenía más madera de alfa que nadie, y no podía estar más orgulloso. Mi bebé sería alguien grande.

Sentí que alguien se sentó a mi lado y suspiré, odiaba el contacto innecesario, habiendo tantas bancas en el parque ¿Qué necesidad? Yo había tomado ese día mi último supresor, así que no fue exactamente mi olor, o eso esperaba. Sin embargo, había algo diferente, por el hecho de que estábamos en un espacio abierto, me fue un poco más difícil definirlo, pero eso no evitó que ese delicioso aroma entrara a mis fosas nasales y en menos de dos segundos todo mi ser gimiera de puro gusto. Mierda.

—¿Qué haces aquí?— Logré decir, queriendo sonar tan amenazante como un león, aunque un gatito llorando sonaba más peligroso que yo. Lo observé sonreír y aparté la mirada, no iba a enamorarme de esa preciosa sonrisa, o del modo como sus ojos se achinaban un poco y las arruguitas en sus ojos. Dios, Sasuke, contrólate.

—Oh ¿Ya no me tratas de usted? ¿Debo sentirme mejor porque tomas confianza?—.

—No, yo...— Su tono irónico no me gustaba, pero tampoco puedo decir que me disgustaba, simplemente me dejaba sin habla, y mi omega, bueno, él ya se habría colocado en cuatro en este punto. —¿Me estás acosando? ¿Te debo algo por salvarme ese día?—.

—No, al contrario— No comprendí a que se refería, sin embargo no me llamaba la atención hablar, menos cuando cuidadosamente su rodilla tuvo contacto con la mía, enviándome una corriente de placer que pasó tal cual una descarga por todo mi cuerpo. Quise encogerme, desee alejarme de ese contacto, pero por el contrario ronronee a gusto, divisando aún a mi pequeña Amaia a una distancia prudente, hablando de sabrá Dios qué con los pequeños niños que la rodeaban.

The perfect omega • NarusasuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora