1- Un encuentro

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Las sombras de Nápoles se alargaban sobre las calles empedradas cuando Aquino, el temido capo italiano, se encontró con Duxo, el caza recompensas, un encuentro que él ya había previsto, en un callejón estrecho.

La luz de la luna apenas se filtraba entre los edificios altos, creando un ambiente de intriga en el aire.

Aquino: "¿Eres Duxo?"
su mirada fija en los ojos duros del cazador de recompensas. Las cicatrices en el rostro de Duxo contaban historias de batallas pasadas, mientras que la expresión de Aquino revelaba una mezcla de curiosidad y precaución.

Duxo asintió con una mueca casi imperceptible. "Y tú debes de ser Aquino. El capo que ha estado causando revuelo por estas calles"

La noche parecía sostener la respiración mientras ambos hombres se evaluaban en silencio. El eco distante de pasos y risas lejanas llenaba el aire, pero la atención estaba centrada en ese rincón oscuro donde convergían destinos.

Aquino: "¿Por qué has decido venir al final, Duxo? Me dejaste en claro que no deseabas trabajar conmigo." preguntó, rompiendo el silencio con su tono grave y autoritario.

Duxo cruzó los brazos, sus ojos escudriñando a Aquino como si intentara descifrar sus intenciones. "No suelo trabajar para capos. ¿Qué te hace pensar que haré una excepción contigo?"

Aquino sonrió, una sonrisa que tenía un atisbo de humanidad en sus ojos endurecidos por años de intriga y peligro. "Porque, amigo, todos tenemos nuestras razones para lidiar en las calles. Tal vez descubramos que nuestras razones se entrelazan de maneras inesperadas." A Aquino no le importaba tener un lazo con aquel caza recompensas en realidad, pero lo necesitaba en esta ocasión.

Duxo mantuvo su expresión imperturbable, pero algo en las palabras de Aquino resonó en lo más profundo de su ser. El capo italiano no parecía ser simplemente el hombre de negocios siniestro que se rumoreaba en los callejones.

"¿Y cuál es tu razón, Aquino?" preguntó Duxo, sus palabras cortantes como cuchillas en la oscuridad.

Aquino suspiró, sus hombros caídos revelando una carga oculta. "Tengo problemas, Duxo. Enemigos que no puedo enfrentar directamente. Necesito alguien que pueda moverse en las sombras, alguien como tú."

Duxo consideró la propuesta en
silencio, evaluando la vulnerabilidad momentánea de Aquino. "¿Y por qué debería ayudarte? Podría ser peligroso involucrarme en tus asuntos."

Aquino volvió a sonreír, como si entendiera la complejidad del juego en el que estaban entrando. "Porque, amigo, todos tenemos nuestros secretos y nuestras deudas. Tal vez descubramos que compartimos más de lo que imaginamos y créeme hay muchas cosas que mis hombres han investigado de ti."

El cazarecompensas permaneció en silencio. En ese rincón oscuro de Nápoles, el destino, sutil como el viento, comenzó a tejer los hilos de una conexión improbable en el oscuro tapiz de sus vidas.

Aquino: "Propongo un acuerdo, Duxo," continuó, su voz adquiriendo un tono de seriedad. "Te ofrezco una compensación generosa y mi palabra de que, si me ayudas, no solo estarás protegido, sino que encontrarás respuestas a preguntas que ni siquiera has formulado."

Duxo, intrigado por la oferta, se tomó un momento antes de responder. "¿Y qué es lo que quieres de mí exactamente?"

Aquino: "Protección y lealtad, Duxo," declaró "Necesito a alguien en quien pueda confiar en las sombras, y creo que tú eres la persona adecuada."

Las palabras resonaron en el callejón, creando un silencio que solo era interrumpido por el susurro del viento. El destino de Aquino y Duxo pendía en el equilibrio, y un acuerdo entre dos almas solitarias comenzaba a tomar forma en la penumbra de la noche.

Duxo, con su mirada intensa clavada en Aquino, sintió la atracción de lo desconocido, la promesa de respuestas en un mundo donde las preguntas a menudo llevaban consigo un precio.

"Está bien, Aquino. Pero quiero respuestas. No solo estoy aquí por dinero," afirmó Duxo, su postura revelando la firmeza de alguien que no se contenta con la superficie.

Aquino, lejos de ofenderse, asintió con respeto. "Las respuestas vendrán, amigo. Pero primero, debemos sellar nuestro acuerdo."

Extendió su mano, y Duxo, después de un breve momento de reflexión, aceptó el gesto. En ese apretón de manos, más que un acuerdo comercial, se forjó un lazo de confianza y entendimiento en las sombras.

Duxo: "Pero ten en cuenta, Aquino, que soy un hombre de honor. La lealtad debe ser recíproca."

El viento, como un confidente silente, pareció aprobar la conexión que se estaba gestando. En ese callejón de Nápoles, donde las sombras eran tanto aliadas como adversarias, Aquino y Duxo se encaminaron hacia un destino compartido, donde la lealtad y la verdad se convertirían en moneda de cambio en un juego peligroso.

............... -

La noche envolvía a Aquino y Duxo mientras compartían historias en los callejones de Nápoles. La luz tenue de una farola proyectaba sombras que danzaban al ritmo de sus relatos.

Duxo: "Al final, ¿porqué te convertiste en "esto"?, sin ofender, vaya."

"¿Conoces, Duxo, la sensación de tenerlo todo en tus manos y, al mismo tiempo, sentir que puedes perderlo todo?" preguntó Aquino, su mirada perdida en el horizonte oscuro.

Duxo: "No todo, pero sé lo que es perder mucho. La vida en las valles te enseña a valorar lo que tienes, incluso si no es mucho."

Aquino asintió, reconociendo la verdad en las palabras del cazador de recompensas. "Mis inicios fueron modestos, pero cada paso que daba parecía llevarme más lejos. Hasta que llegó el momento en que la cima parecía tan peligrosa como el abismo."

Duxo, con un rastro de ironía, comentó: "Parece que la cima y el abismo a menudo están más cerca de lo que pensamos."

La complicidad entre ellos crecía, pero a medida que compartían más, también emergían las recuerdos de sus pasados.

"¿Cómo decidiste usar tus habilidades para cazar a los criminales en lugar de convertirte en uno?" preguntó Aquino, curioso por la elección de Duxo.

Duxo, con una mezcla de amargura y determinación, respondió: "Porque alguien tenía que hacerlo. Alguien tenía que enfrentarse a aquellos que creen que están por encima de la ley."

Aquino, con una sonrisa sutil, señaló: "Entonces, ambos hemos elegido caminos que desafían las expectativas. ¿No es irónico que nos encontremos aquí?"

El diálogo continuó mientras avanzaban por los laberínticos callejones.

Aquino, con firmeza declaró a Duxo: "Tengo un rival que amenaza desmoronar lo que he construido hasta ahora."

Duxo, con los ojos fijos en Aquino, respondió con gravedad: "No acepté unirme a ti para ser arrastrado a tu guerra. Mi lealtad tiene límites."

Aquino, con una mezcla de disculpa y determinación, dijo: "Entiendo, Duxo. Pero ten en cuenta que al final tendrás una recompensa, eso es a lo que vienes al final"

Duxo simplemente se quedó callado y ambos siguieron su camino. Ese encuentro y acuerdo sería el principio de una historia de aventuras y líos.

Alianza de Sombras: Duxino clásicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora