Prologo

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Draco Malfoy había vivido pensando que no tenía una alma gemela hasta que llegó a Hogwarts. Después de todo, aunque era real que existían parejas que estaba predestinadas a estar juntas; no eran muy frecuentes. Técnicamente era muy fácil reconocer a aquellos que tenían una alma gemela con la que todavía no se habían cruzado, pues el hecho de tener un ojo de cada color no era un rasgo tan común. Se decía que aquellos que habían nacido con esa característica se debía a que uno de sus ojos revelaba su verdadero color de ojos y el otro, era el color de ojos de su alma gemela y una vez se encontrasen con esta, su iris volvería a su color verdadero. No solamente eso, sino que aquellos que nacían con una alma gemela no distinguían los colores hasta que se encontraban por primera vez; llenando el mundo de una colorida gama cromática.

No iba a negar que cuando era pequeño ya se había dado cuenta que le costaba distinguir los colores en comparación al resto, pero ciertamente se había criado en la Mansión Malfoy y al predominar el negro a su alrededor era fácil ignorar ese hecho. Podía identificar algunos colores debido a la claridad de los tonos, pero ciertamente no siempre acertaba.

¿Cómo iba él a llegar a la conclusión que tenía un alma gemela? No parecía cumplir con el principal requisito. Quizás no era bueno determinando los colores que no podía diferenciar, pero claramente sus ojos tenían exactamente el mismo tono exceptuando una pequeña mancha en el iris. Esa mancha se reflejaba en ambos, así que simplemente debía ser una parte más que conformaba su ojo.

En sus primeros días a Hogwarts había aceptado el hecho de que, sí, parecía ser que él fuera daltónico. Mientras los demás diferenciaban claramente a que casa pertenecían por el color del forro de sus túnicas, Draco debía fijarse más bien en el escudo que portaban en sus pechos.

Que su grupo de amigos estuviera conformado por dos almas gemelas era algo reconfortante y aterrador al mismo tiempo. Blaise y Pansy le habían descrito la fantasía en la que se habían envuelto una vez sus miradas se cruzaron por primera vez y un mundo de color se había extendido a su alrededor. El rubio era incapaz de empatizar como para entender que se podía llegar a sentir, porque para empezar no era capaz ni de entender qué tenía de especial poder ver colores. Por no decir que la idea en sí de tener un alma gemela le fascinaba al mismo tiempo que le asustaba; quizás muy en el fondo de su corazón era un romántico empedernido y le agradaba la idea de tener a su lado a alguien que le complementaría como un igual, pero por otro lado, él era un sangre pura y tenía bastante asumido que no debía creer en el amor, pues seguramente en el futuro sus padres le arreglarían con quien debía casarse.

Además, era un poco decepcionante el saber que su mejor amigo, Harry Potter, no era su alma gemela. Suponía que debía conformarse con que hubiera terminado en slytherin, ya que cualquier casa hubiera peleado por tenerle entre sus filas. Debía contentarse con su amistad y no era una amistad cualquiera, ellos eran como uña y mugre; donde estaba uno, siempre encontrabas al otro a su lado.

Su primer año transcurrió sin que pudiera desenmarañar el misterio de si tenía o no una alma gemela y en el supuesto de que así fuese, quien era. No parecía que fuese un slytherin de su curso porque sino ya se habrían cruzado en algún punto u otro, quizás ni siquiera se trataba de alguien de Hogwarts: pues Harry atraía bastante la atención y siendo su amigo, más veces de las que le agradaría admitir había tenido que estar presente en conversaciones de lo más incomodas donde su amigo claramente no tenía interés en relacionarse con gente que se acercaba a preguntar sobre lo que él no quería ni podía responder.



Sin embargo, en otra parte se encontraban los gemelos Weasley. Fred y George eran estudiantes de tercero, pero desde el momento en el que pisaron Hogwarts se les conoció como unos alborotadores. No solamente su fama les distinguía sino que, el rumor de que ambos compartían la misma alma gemela se había esparcido por todo gryffindor. No era muy común tener una alma gemela y todavía menos, compartirla. De hecho, nadie parecía haber escuchado de que hubiera sucedido con anterioridad, pero simplemente con ver a los muchachos era más que evidente. Un ojo gris y otro marrón, posicionados como un espejo si uno se miraba frente al otro: La imagen se explicaba por si sola.

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¡Muy buenas!

Muchas gracias por leer la introducción de mi historia, es un corto prologo para que vean un poco de que tratará en los próximos capítulos. Sé que la pareja puede resultar un poco extraña, pero realmente me apetecía escribir un poco de ellos (ya que no hay tanto contenido como para disfrutar de ellos, aporto mi granito).

Se agradece leer sus comentarios.

Les veo en el siguiente capítulo,

Géronimo.

Almas gemelasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora