Capítulo 3: Navidades

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Draco recordaba las palabras que su padre le había mencionado antes de que tomase el Hogwarts Express para iniciar su segundo año en la escuela. Había sido muy claro con que no debía destacar demasiado (en lo que él entendía como destacar negativamente) y simplemente debía continuar con sus clases como un alumno más. El chico en ese momento solamente asintió y no replicó; no había comentado mucho en casa que su mejor amigo era Harry Potter, tampoco de las travesuras que habían llegado a cometer en primer curso, pero estaba bastante seguro que tampoco había nada que pudiera ocultar a su padre. Bajo la mirada atenta y silenciosa del profesor Snape, siempre se sentía en cierta manera, vigilado.

A raíz de esas palabras y varias cartas que había intercambiado con su madre, el chico había entendido que su presencia no era necesaria en navidades. En un primer momento se alegró de la idea de poder pasar las navidades en Hogwarts, porque eso significaba poder pasarlo con su mejor amigo y no tener que estar en comidas familiares teniendo que aparentar formalidad entre gente que ni siquiera recordaba quienes eran antes de que alguien mencionase su nombre. Era fácil situar aquellos cuyo nombre figuraba en el tapiz de los Black, pero ciertamente cada vez eran menos los rostros que allí figuraban de magos y brujas; muchos habían sido desheredados o simplemente, habían muerto.

Las normas del juego habían cambiado con la última carta que había recibido y, no había mucho que Draco pudiera hacer o decir. Si le reclamaban a casa por navidades, no le quedaba más remedio que preparar su maleta e irse. En primer curso también había regresado a casa, así que tampoco sería para tanto, aunque tenía un presentimiento que las cosas estarían revueltas por casa; hacía pocos días la portada del Profeta se trataba de una noticia que seguía del titular «Primera vez que se ve a Sirius Black fuera de su reclusión temporal en Azkaban, empiezan sus juicios». Sabía que el tema no se tocaría directamente en casa, pero el ambiente estaría tenso. Draco desconocía cualquier detalle sobre ese tema que no había leído en el periódico y a pesar de ser un tema relacionado con James Potter, Harry parecía tampoco saber nada al respecto.



Sus últimas horas en Hogwarts antes de partir hacia casa las pasó preparando un poco de equipaje; algo de ropa y la mayoría de sus libros de clase para avanzar temario o simplemente hacer ver que estudiaba si le molestaban mucho en clase. Levantó la mirada y Harry seguía tumbado en la cama de al lado leyendo un libro sobre almas gemelas. Draco arqueó una ceja, le había visto leer sobre aquel tema en los últimos meses y cada vez que se fijaba, era un libro distinto.

¿No te aburre estar leyendo siempre lo mismo? A estas alturas, ya te habrás hecho un experto en la materia.

Al principio, Harry no prestó atención, pero a la mitad de su oración bajó el libro y le miró, atento. — Lo dudo. Simplemente intento ponerme a tu nivel de conocimientos, las almas gemelas no existen en el mundo muggle. Lo que para ti es conocimiento general, para mi es una historia de fantasía para niños que quieren creerlas.

Ni que yo supiera tanto sobre el tema, pero supongo que tienes razón. No sé que es común para los sangresucia ni me interesa demasiado saberlo. — Resopló Draco.

El chico de las gafas volvió a bajar su mirada hacia el libro y la conversación cesó sin mucho más interés. El silencio solo se rompió cuando Draco terminó de guardar sus cosas y se despidieron para verse una vez las clases se reanudasen de nuevo. Ambos sabían que intercambiar cartas una vez fuera de Hogwarts, no era una opción viable.



Un año más, Harry se encontraba solo en Hogwarts por navidades. Tanto Draco, Blaise y Pansy habían regresado a sus casas para entrar en el juego de parecer buenos herederos de familias ricas (algo que Harry no tenía creatividad suficiente para imaginar como sería). Era cierto que de slytherin se quedaban Crabble y Goyle, pero cuando Harry no iba en compañía de Draco, estos no le prestaban demasiada atención y, de todas formas, Harry tampoco los necesitaba para nada.

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