Prólogo

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Hace 9 años.

Teníamos una vida sencilla pero bonita, éramos una familia unida con planes de futuro juntos.

 Vivíamos en una granja, en Los Ángeles con cientos de animales, la verdad es que me encantaba jugar con los cerdos en el barro, sacarle leche a las vacas...

Mi padre, George Williams, trabajaba de pescador, pero su sueño era convertirse en un futuro jefe de su propia empresa. Mi madre Rachel Scott era costurera y vendía sus creaciones, a mi y a mi hermano nos hacía cientos de jerseys, bufandas, gorros... Y bueno que decir de mi hermano Liam, era mayor que yo por 2 años, en mi escuela siempre nos comparaban, ya que éramos literalmente polos opuestos, solo teníamos en común los ojos de mi padre.

Liam, era alto, con ojos verdes y con su cabello negro intenso, yo por otro lado era bajita (metro 65 más o menos), con un cabello pelirrojo como el de mi madre y ojos verdes como la menta, bueno y por no decir que tenía las mejillas y la nariz llena de pequitas.

Liam era popular, todas las chicas babeaban por él como si fuera un Dios Griego o algo parecido, mientras a mi me decían rarita y no se me acercaba ni un chico. Bueno solo Axel Miller, el inigualable mejor amigo de Liam, y solo para hacerme bromas de mal gusto. Esos dos tenían babeando a más del 85% de la población femenina.

Solo tenía a mi mejor amiga, Sasha Jones, que a diferencia de mi ella era valiente y era muy sociable.

Estábamos un poco escasos de dinero, pero vivíamos felices y unidos.

Hasta que unos años más tarde mamá y papá empezaron a discutir a menudo, que por si el dinero, que por si el negocio..., hasta por las cosas más absurdas discutían. Estaba tan harta de eso, que siempre estaba encerrada en mi habitación leyendo libros, ya que no tenía nada de vida amorosa, me centraba en los chicos literarios, que les daban 1000 vueltas a los de la vida real.

Cuando tenía 10 años todo cambió, mis padres se iban a divorciar, yo me iba a ir con mi madre y Liam con mi padre. Fue mi madre la que decidió cambiar de ciudad, para irse a vivir con mi abuela Rosario, que falleció unos años más tarde.

Yo tuve que dejarlo todo, mis amigos, bueno básicamente Sasha, mi escuela, la granja...

Mi madre me prohibió tener contacto con mi padre y me restringió el móvil.

Pasaron unos años, yo ya tenía 19 años y mi madre había tenido que ir al pueblo de al lado por trabajo, y no fue hasta unas horas más tarde cuando tocaron la puerta.

-¿Usted es Sophie Williams?- me sorprendió ver a un agente de policía.

-Si, ¿hay algún problema?- mi voz se quebró a la última sílaba.

-Su madre...

-Qué le pasa a mi madre,le a ocurrido algo le...- no podía respirar me faltaba el aire

-Señorita lo lamento, su madre tuvo un accidente de tráfico y no ha podido sobrevivir.

Lo último que recuerdo es haber llorado tanto que no me quedaban más lágrimas que derramar.

Estaba en el hospital, en la sala de espera. Y fue ahí cuando vi a mi padre y a mi hermano entrando por la puerta, hacía tanto que no los veía que no supe como reaccionar.

Mi padre cuando me vió, vino corriendo hacia mí y me dio un abrazo bastante reconfortante.

-¿Cómo estás Sophie?- no podía hablar, se me había hecho un nudo en la garganta que iba aumentando conforme pasaban los minutos.

Papá tuvo que entenderlo porque asintió y fuimos hacia fuera.

Cuando me propuse a levantar la cabeza vi a mi hermano que parecía que sentía compasión hacia mi, pero tampoco lo veía muy apenado.

Cuando se suponía que habíamos llegado al coche, me quedé tan sorprendida que no pude reaccionar.

No era otra cosa que un maldito rolls-royce negro.

-Adelante- me dijo papá.

-¿E-es tuyo?- papá solo asintió.

Y una vez que me subí no sabía cuál o cómo sería mi vida a partir de ahora. 

Dulce y doloroso venenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora