7] Mía

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Miró a Naruto mientras se quitaba los zapatos

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Miró a Naruto mientras se quitaba los zapatos. Todavía estaba congelada por la incredulidad cuando él rasgó su cinturón y lo tiró al suelo. Luego fue por sus pantalones, bajándolos por las caderas, junto con su ropa interior.

No pudo evitar verlo todo, ya que estaba parado allí... tan audaz y desnudo. Tenía cicatrices en su fuerte y hermoso cuerpo. Cicatrices de lucha. En los hombres, eran una marca de orgullo. Tenía muchas, y ella se fijó en cada una de ellas. Había un tatuaje de lobo en la parte baja  izquierda del estomago con Konoha entintado debajo. Era perfecto. Sexy.

Su mirada bajó y miró fijamente su excitación. Sintió un segundo de aprensión. Naruto era un hombre grande en todas partes y había pasado un tiempo para ella. Se movió lentamente hacia la cama. 

—No me temas. Nunca te lastimaré.

—Díselo al arma que tienes delante—. Ella lo miró intencionadamente. —Jesús, Naruto.

Siguió su mirada, mirándose a sí mismo antes de volver a mirarla con una sonrisa triste tirando de sus labios. 

—Todo para ti, nena.

Se trasladó a la cama y ella se recostó, incapaz de ocultar su anticipación. Naruto trepó por encima de ella, enjauló su cuerpo con sus brazos y piernas, y la miró fijamente. Sus ojos estaban dilatados, su respiración era ruidosa.

Hinata puso sus manos sobre sus anchos hombros. 

—Esto es un error.

—¿Se siente como un error?— preguntó en voz baja y ronca. 

Sacudió su cabeza. 

—No. —Se humedeció los labios. —Bésame.

Hinata cerró los ojos, deseándolo tanto que dolía. Pasó las manos por el centro de su espalda, acercándolo más que alejándolo. Su boca tocó la de él... 

Y la sensación no se parecía a nada que hubiera sentido jamás. Lava fundida. Robó cada gramo de sentido común. Ella gimió en su boca y envolvió sus brazos alrededor de su cuello.

Bajó su cuerpo, inmovilizándola contra su cama.

Le encantaba sentirlo encima de ella, el delicioso peso de Naruto aplastándola contra el colchón. Su piel estaba caliente bajo sus dedos, todo un músculo duro y tenso. Era una fantasía hecha realidad y, de repente, la ropa se convirtió en un gran problema. 

Ella apretó un puño en su rubio cabello, al mismo tiempo tratando de quitarse los pantalones de chándal. Naruto ayudó, y juntos, le quitaron la ropa entre besos febriles y hambrientos.

Cuando estuvo completamente desnuda, ya sin aliento por la anticipación, él movió su muslo y ella sintió su pierna peluda rozar la suya afeitada. La sensación fue increíble. Arqueó su pecho contra el de él, frotándose contra su cuerpo. 

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