Héctor no recordaba la última vez que había sentido obstinación hacia el no-tan-pequeño Marc. Estaría bastante satisfecho si en un descuido el castaño (porque el tinte se convirtió en uno de sus más fieles amigos) caía al suelo, pues quería dormir y le era imposible si el tonto con el que compartía habitación se mantenía sobre él.
Estaba acostado sobre su estómago en la diminuta cama que le perteneció en su niñez, era un sábado a las nueve de la mañana y casi podía considerarse un delito el hecho de que estaba despierto a esa hora. Pero es que Marc creyó que sería buena idea tomarlo como una almohada gigante para abrazar sin pensar que podía quedarse sin aire y morir.
Era consciente de que el alfa lo había extrañado, él también lo hizo. En demasía. Hacía dos años atrás que había ingresado a una universidad de Madrid, en un parpadeo estuvo despidiéndose de su familia y del menor, sintiendo por primera vez lo que era dejar a sus cuidadores y un corazón roto cuando le escuchó suplicar que no lo dejara. "Como cuando tenía siete..." pensó Héctor en ese instante, con un nudo en la garganta.
Pero pese a que su lobo adoraba recibir los mimos de su alfa, encontrándose a sí mismo sonriendo como idiota por tener aquél adictivo olor a chocolate y nueces adherido a su piel cual bandita, a veces solía ser asfixiante, literalmente hablando, porque Marc no era una pluma y su cuerpo era más pesado que el de su cuidador gruñón. No era la primera vez que se encontraba en esta situación, al parecer era una nueva manía adquirida.
Poco tiempo después, cuando la alarma de su celular empezó a sonar de manera insistente, su irritación crecía de manera gradual, haciéndolo removerse entre las sábanas revueltas en vano.
Terminó resoplando de impaciencia al sentir como el contrario escondía el rostro en su nuca y acariciaba su costado con lentitud.
—Ya sé que estás despierto, ¿por qué no te levantas y dejas de asfixiarme? —gruñó finalmente, intentando girar la cabeza sin éxito.
Marc dejó escapar una risita, sus labios rozándole la piel.
—Eres cómodo para dormir, Héc —Murmuró, su voz ronca por haberse despertado le hizo estremecer. Era uno de sus sonidos favoritos.
—Creo que sería más cómodo si fuese yo el que estuviera sobre ti, siento que estoy a punto de quebrarme.
—Eso se puede arreglar —dijo con picardía. Héctor rodó los ojos, un segundo después acabó sobre el formado pecho de Marc. La sonrisa de conejo no cabía en su rostro—. ¿Estás cómodo ahora? ¿Se siente bien estar sobre mí?
—Eres tan irritante, Marc. Muy, muy irritante.
—Vamos, Héc, admite que adoras esto —Marc alzó las cejas, su mano traviesa acariciando la espalda del aludido.
Otra cosa que cambió con el pasar de los años fue la actitud del menor, ahora también era una cosita pervertida que hablaba en doble sentido las veinticuatro horas del día. El omega le echaba la culpa a las hormonas por atacar el cuerpo del joven alfa.
—¿Realmente Frenkie dijo anoche que eras su lindo alfita? ¿Fueron esas sus palabras? Porque pagaría para que te escuchara decir eso —fingió una mueca pensativa, sus labios frunciéndose.
Antes de poder obtener una respuesta, un grito infantil resonó en toda la habitación. Era el pequeño Pablo, el cachorro de cinco años que había llegado a la manada.
—¡Papá Kie! ¡Héc y Marc se están dando amor! —llamó con su aniñada vocecita, pronto los pasos apresurados del omega con olor a frambuesas se oyeron en toda la casa.
—¡Ya, Pablo!
Digamos que el lobito lograba encontrarlos siempre que tenían alguna sesión de cariño. El pequeño no dudaba un segundo antes de correr hacia sus cuidadores (Papá Kie y Papá Chris para él), con la intención de informarles que se estaban "dando amor". Héctor recibía los golpes, Marc se burlaba.
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¡es mío! ★ guiufort
FanfictionHéctor es un omega. Marc es su alfa mimado. ★ adaptación autorizada. todos los créditos a su autor(a) original : @itsavamochi