𖹭⠀࣭⠀uno

1.7K 79 8
                                    

Héctor tenía ocho años cuando le informaron que otro cachorro llegaría a la manada. Le habían dicho que estaba encargado de enseñarle al nuevo miembro los lugares de la casa, además de ello, también debían compartir habitación y aunque no le agradaba la idea de darle parte de su espacio a alguien más, aseguró que no fallaría. 

Sentía mucho cariño por sus cuidadores, uno era el bueno que olía a frambuesas y le daba besitos en la nariz para hacerlo reír, mientras que el otro era su pareja, el gruñón que olía a café con leche y le regalaba galletas a escondidas. Sabía que no eran sus verdaderos padres, pero los consideraba como tal, pues los niños de su clase dijeron cosas que hacían con sus papis que era muy similares a las que Frenkie y Christensen realizaban con él (como llevarlo al parque a comer helado, ayudarlo con la tarea, prepararle panqueques con mucha miel y cantarle canciones cuando despertaba de un mal sueño). 

A Héctor no le dieron detalles sobre el que sería su nuevo compañero, simplemente le contaron que su nombre era Marc y que era más pequeño, por lo que tenía que cuidarlo bien. 

Estaba sentado en la banca bajo el frondoso árbol de manzanas más cercano a la entrada, esperando la llegada de Marc con un malestar en su estómago. Según Lamine, podría ser olvidado si toda la atención de sus cuidadores era tomada, ya no sería el menor y lo llevarían devuelta con el señor feo, eso lo ponía nervioso, ¡no quería ser reemplazado! Pero tampoco podía ser malo con el cachorro cuando prometió ser eficiente. 

Poco tiempo después, el auto negro del cuidador gruñón fue visible ante los ojos del rubio, poniéndolo más ansioso al divisar dos siluetas –una más pequeña que la otra– por el vidrio polarizado. Una era claramente de Christensen, años viviendo con él lograron que lo reconociera sin problema unos segundos antes de bajar del vehículo con su impecable traje azul, sin embargo, la otra era desconocida a sus ojitos. 

—¡Héc, ven a conocer a alguien! —llamó Christensen una vez que salió del coche y abrió la puerta trasera del mismo. 

Héctor estaba inquieto, pero la curiosidad parecía ser más fuerte que su temor. Se acercó con pasos indecisos a donde estaba el alfa mirando hacia el interior del auto. 

—¿Estás listo? Te presento a Marc —Ayudó a un pequeño de seis años a bajar con cuidado, logrando captar toda la atención del menor, el cual observó atentamente el rostro del cachorro. Tenía grandes ojos negros, cabellos de color azabache y sus diminutas manos apresaban un conejo blanco de felpa—. Marc, Héctor estará aquí para guiarte. Él jugará contigo y te acompañará a partir de ahora. 

El aludido miró a Héctor con la cabeza ligeramente ladeada, como si estuviera analizando con seriedad las palabras del alfa que lo trajo consigo. 

—¿Es amigo? —preguntó el cachorrito, sus ojos delataban la inocencia en ellos. 

—Sí, Héc es tu amigo. 

—Héc es amigo. ¡Héc es amigo! —Marc saltó en su sitio, una sonrisa formándose en su rostro mientras miraba a Héctor. Era como si de pronto le hubiese salido una cola. 

Para ser mayor, el pequeño estaba intimidado ante la emoción del contrario. Aun se sentía en desconfianza, no sabía si ese niño había llegado para robarle a sus cuidadores. 

Marc era una amenaza. El enemigo. ¿Por qué ese cachorro se veía tan feliz de estar a su lado? 

De un segundo a otro, unos bracitos cortos rodearon el torso de Héctor. 

—H-h... —dijo tembloroso al alfa. Estaba abrazándolo. El niño opacador estaba abrazándolo. 

—Mira eso, al parecer no será difícil para Marc adaptarse a ti. Kie se pondrá feliz de saberlo —Christensen sonrió, acariciando con las manos su cabello rubio. 

¡es mío! ★ guiufortDonde viven las historias. Descúbrelo ahora