Lily Evans cursa Hogwarts en un momento donde ser nacida de muggles es mortal.
Es difícil mantenerse como la mejor de su curso, lidiar con su difícil hermana, mantener su amistad con Severus y entender el torbellino de emociones y magia con las que...
«¿Plataforma 9 y ¾? ¿Era acaso una broma?», se preguntó Lily. Sabía que no había ninguna señal que indicara esa estación. Se estaba frustrando conforme pasaba el tiempo, y sus padres estaban bastante confundidos.
—¡Mamá, vamos a llegar tarde! ¿Dónde está? —exclamó la pelirroja frenética.
—Tranquila, Lily, la encontraremos —intentó calmarla su madre mientras acariciaba sus cabellos color rojo brillante—. Debe de estar en algún lado, por aquí cerca.
—¿Deberíamos preguntar? —sugirió su padre.
—No, pensarían que estamos locos si no son magos —resaltó Lily, analizando la muchedumbre. Por un momento juró ver a alguien desaparecer contra una pared de la plataforma—. ¡Allí! —gritó corriendo hacia una familia de aspecto peculiar.
Solo ellos eran la mayor cantidad de gente rubia que había conocido en su vida. Consistía en una chica, no mucho mayor que Lily a pesar de ser más alta; otro par de enormes hermanos mayores; un confuso y cansado padre; y una madre llorando. Debían ser magos, Lily estaba segura.
—Perdone, señora. —Se acercó a la madre, quien se estaba limpiando las lágrimas cayendo de sus ojos.
—¿Sí, cariño? ¿Necesitas ayuda? —Sonaba amable y preocupada.
—¿Podría, por alguna razón, saber cómo llegar a la plataforma 9 y ¾? —preguntó tímidamente, solo siendo impulsada por su temor a llegar tarde.
—Ah, debes de ser nacida de muggles —dijo con una cálida sonrisa, dejándole saber a la pelirroja que no era un insulto sino algo de lo cual se podía reír—. Mi marido también lo es, es perfectamente normal. ¿Es tu primer año? Mi hija, Marlene, también va a entrar a su primer año.
