Que difícil es ser Henry

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Henry llegaba increíblemente tarde. No era ninguna novedad, llegar tarde era su especialidad; pero eran los pequeños detalles los que conseguían que, esta vez, fuera especialmente memorable. Empezó la mañana siendo víctima de una conspiración urdida por su asistente virtual, con el cual mantenía serias discrepancias semánticas sobre las cosas más elementales. Por lo visto para aquel estúpido software con ínfulas "programar una alarma" no llevaba implícito "activarla" llegado el momento, lo cual le había costado una hora de retraso. Y luego estaba, por supuesto, el ajuste automático de su traje, cada vez menos automático.

Devoró una tostada chamuscada, se peinó con más rapidez que estilo y prácticamente se arrojó a la abarrotada calle, equipado con un maletín cuyo contenido sería la solución a todos sus problemas, o eso esperaba.

Mientras avanzaba torpemente por la acera, tratando de arreglar su indumentaria, activó la opción de videollamada desde la interfaz de sus lentillas.

–¿Linda? –murmuró entre jadeos–, numerosas cabezas se giraban a su paso, atraídas por la lucha sin cuartel que mantenía contra las mangas de su chaqueta . Parecía un ejecutivo poseído por el espíritu de un mimo.

–Maldita sea Linda, coge la puta llamada– Henry hubiera querido añadir que, de lo contrario, la mandaría a la mierda a ella y ese impostado acento inglés que le sacaba de quicio, pero decidió que hoy no era un día para tirarse faroles.

–¿Henry? ¿Dónde coño estás? Hace media hora que tu culo debería estar paseándose por la sala de vistas, Rosberg te va a matar–. La expresión de Linda transmitía un nada disimulado desprecio. –¿Qué coño le pasa a tu traje? –espetó como epitafio.

–¿Qué le pasa a mi...? – . Henry consiguió sacar su mano derecha por la manga del traje con un entusiasta grito de victoria, sorprendido de haberla recuperado. –Olvídate de eso. Linda...lo tengo, ¡tengo el maldito informe! Y lo que es mejor, dice exactamente lo que necesitamos–. La cara de Linda sufrió una completa metamorfosis.

–Bueno, quizás Rosberg no te mate después de todo. – Acertó a decir– . Pero no nos servirá de nada si para cuando empiece la vista oral en tu sitio no hay más que una silla vacía–. Linda miró de reojo, tras ella una borrosa figura se movía con creciente nerviosismo–. A nuestro cliente le va a dar un jodido infarto–.

Henry se detuvo y pulsó el botón de la baliza de radiofrecuencia en la parada de aerotaxis. –Llegaré a tiempo, te lo prometo– añadió con decisión, y cortó la comunicación antes de darle a Linda la oportunidad de recordarle lo endebles que solían ser sus promesas. <<Pero esta vez no, esta vez iba a salir bien>>.

–Yo estaba aquí primero imbécil– la voz de la anciana le hizo dar un respingo mientras la sombra del aerotaxi, en pleno aterrizaje, los envolvía a ambos. El bolso de la mujer apareció en su campo visual mucho antes de que pudiera reaccionar, estrellándose contra su cabeza y, tras un breve intento por mantener la verticalidad, cayó sentado al suelo como un púgil al que habían sorprendido con la guardia baja

– <<Autoajuste completado>>– anunció su traje tras una corta melodía. Miró hacia arriba con desconcierto y vió a la anciana tratando de subirse al vehículo, mientras maldecía una perorata sobre lo cansada que estaba de aquella maldita ciudad y de todos los que habitaban en ella.

<<Ese es mi aerotaxi, joder>> pensó mientras un desbocado sentimiento de ira se apoderaba de él. Consiguió levantarse y agarró a la anciana por la correa del bolso, que pesaba como un demonio. Henry se preguntó si no habría un yunque en su interior. Comenzaron a forcejear ante la incrédula mirada del conductor.

Y entonces, ocurrió.

Lo primero que llamó la atención de Henry fue el silencio. Lo inundaba todo, como si el tiempo se hubiera detenido para todos ellos, convertidos en testigos involuntarios de algo que no podían comprender. Cientos de miradas escudriñaban un cielo desprovisto de nubes, una creciente oscuridad engullía el tímido Sol de medio día, que parecía no ver el momento de marcharse de allí.

Un extraño sonido resonó con fuerza en cada calle, en cada rincón. A Henry le recordó brevemente el repiqueteo de las palomitas de maíz haciéndose en el microondas, mientras golpeaban el interior de la bolsa con profusión. Luego cesó. El traje de Henry estaba en el suelo, junto a su maletín y el bolso de la anciana. Nadie estaba a los mandos del aerotaxi. La calle, antes abarrotada, ahora estaba desierta. Una densa capa de polvo era arrastrada por el viento, formando remolinos que serpenteaban entre pequeños montículos de ropa, diseminados por todas partes. La ciudad se desdibujaba, desapareciendo rápidamente, engullida por una nada que la recorría a toda velocidad.

Sharon apagó sus holo-gafas de forma apresurada en cuanto el murmullo de la reunión cesó. Un incómodo silencio llenó cada rincón de la sala de juntas y todas las miradas convergieron en torno a ella.

– ¿Hay algo que quiera compartir con nosotros Sharon? – Skinner le lanzó una mirada de auténtica indignación. –¿O está tan ocupada que prefiere unirse a nuestra pequeña charla sobre los resultados trimestrales algo más tarde? – el CEO de la empresa puso las palmas de sus manos sobre la mesa que presidía – ¿La aburrimos? – espetó finalmente.

– No, yo...claro que no. Estaba comprobando unos valores discrepantes y se me ha ido el santo al cielo – acertó a decir carraspeando, sin mucha convicción.

– Claro. Me alegro de que haya vuelto con nosotros con la solución a todos nuestros problemas bajo el brazo – Skinner no disimuló el sarcasmo. –Pero permítame robarle su atención unos minutos más.

– Por supuesto, lo siento. – Sharon puso cara de genuina concentración mientras se quitaba las holo-gafas.

Tras el pequeño incidente, la sala de juntas volvió a resonar con interminables diatribas sobre optimización de recursos y fechas límite. Sharon se dejó caer en su asiento hasta que notó como alguien trataba de llamar su atención, chistándola. Era Jhonson, el capullo que llevaba el departamento de I+D.

– Jugabas a "Qué difícil es ser Henry" ¿verdad? –susurró Jhonson entusiasmado. – Lo he podido ver en el reflejo de tus gafas. Me encanta ese maldito videojuego. ¿Has conseguido subir al aero-taxi? ¡Esa vieja es un hueso duro de roer!

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⏰ Última actualización: Dec 29, 2023 ⏰

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