Capítulo 1: Paternidad.

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- Entonces... ¿Hablaremos sobre mi propuesta?

Horacio y Volkov se encontraban cenando en un restaurante de comida china elegido por el ruso, recién habiendo salido de servicio. Hace más de tres meses que habían regresado al FBI, viendo las cosas en la ciudad tranquilas.

Desde aquella lectura de tarot que tuvo aquel día, donde le habían dicho que evidentemente se casaría más pronto de lo que esperaba y también de que podría formar una familia sin ningún problema, sintió como su omega estaba eufórico de aquella noticia que le tomaba por sorpresa, así que se propuso a contarle a su novio lo segundo, esperando a ver si lo alentaba a que le pidiera matrimonio.

Había pensado día y noche como decírselo a Volkov, puesto que él tenía muy claro lo que significaba el ruso en su vida y evidentemente quería llevarlo más allá de lo que ya llevaban teniendo desde hace un año. Y es que Horacio no aguantaba más el no estar casado con su alfa y gritar a los cuatro vientos que tenía al mejor esposo del mundo, pero, su mente también se encargaba de darle malas pasadas, diciéndose a sí mismo que el ruso no quiere casarse con él y por ende solo lo había marcado únicamente para su beneficio propio, que debería de estar conforme con que haya dado el paso de aceptar sus sentimientos y aunque él y su omega estaban totalmente consientes de que el amor del ruso era totalmente sincero y genuino, habían veces que su mente le hacía compararlo con el hombre que estuvo antes, definitivamente debía dejar de hacerlo.

Pero había un claro factor que la mente de Horacio se encargaba de ocultar cada vez que pensaba en lo lindo que sería compartir un anillo y un "sí acepto". Para Volkov si fue difícil el dar el paso a los sentimientos que se encargaba de reprimir inútilmente siendo vilmente regañado por su alfa quien fue el que más de una vez le demostró lo bien que se sentía estando con su Horacio y lo genuino que era aquel hombre, pero, evidentemente sería capaz de proponerle matrimonio a Horacio si de verdad fuera claro de la felicidad que aquella idea le hacía.

De nuevo, falló la comunicación, más no los sentimientos.

- ¿Viktor? - volvió a hablar Horacio soltando un poco sus feromonas con olor a naranja, preocupado de que su novio se haya quedado callado tan repentinamente, teniendo miedo de que tal vez el ser insistente con el tema lo llevaría a darle una negativa o peor aún, ahuyentarlo.

- Perdón, amor. - veía a Horacio a los ojos, inhalando con dulzura aquel olor que le encantaba, viendo el gesto de preocupación que se formaba en el rostro de su novio soltó un poco de su olor a lima, notando así una pizca de brillo que se daba cuando lo veía a él o cuando hablaba de algo que le hacía ilusión. - ¿Quieres que hablemos sobre eso? - tomó su mano suavemente.

- Por supuesto ruso, quiero saber tú opinión ya que siempre me has ignorado... - aquello último sonó como si estuviera gravemente herido por la incógnita que mostraba su novio y no es que le doliera, le impacientaba más bien.

- Nunca te ignoro, sabes que a veces me cuesta mucho expresarme... es solo que, deberíamos planificarlo muy bien.

Y era verdad, el pensar en tener un hijo no era un tema que se hablaba solo una vez y se llevaba a cabo, Volkov era muy "anticuado" en cuanto a algunos temas y era algo que a Horacio le daba ternura pero a la vez le hacía querer arrancarle la cabeza pero esta vez sí que le daba la completa razón, necesitaban hablarlo dos, tres y hasta diez veces si era necesario. No podrían tomar una decisión así como así, después de todo será algo de lo que tendrían que hacerse mucho cargo, evidentemente más Horacio que era quién daría vida a ese cachorro que deseaban.

- Tienes razón bebé... - pensó por un momento. - yo... quería proponerte algo. - estaba nervioso.

"¿Horacio nervioso?" pensó el ruso, sonriendo. - Cuéntame, soy todo oídos. - besó el dorso de la mano morena que estaba entrelazada con la suya, la diferencia de tonos era algo que a Volkov le encantaba.

- Bueno, ya que tu celo se acerca... - jugueteaba nervioso con la mano de Volkov. - y viendo que siempre nos cuidamos bastante debido a que aún no estábamos listos para tener un bebé, quería decirte que esta vez no nos cuidáramos y nos diéramos la oportunidad de concebir a un cachorro- dijo al fin, prestando total atención al rostro de su novio, estaba nervioso y por el olor de sus feromonas se notaba.

Volkov no sabía que responder, el hecho de que Horacio haya planificado absolutamente todo sobre lo que sería su próximo celo era algo que lo tomaba por sorpresa y no es como que él no tenga claro que es lo que quiere con su pareja, se trataba más bien de que el moreno estaba totalmente decidido de lo que quería y él aún no se había armado de valor para pedirle matrimonio de una vez por todas.

- ¿Amor? - habló esta vez muy preocupado, más nervioso que antes, sentía como comenzaba a sudar frío.

- Me tomas por sorpresa, cariño. - reía suavemente, notando que había preocupado a su pareja por haberse sumergido en sus pensamientos. - Ya me doy cuenta de que lo que dicen sobre los omegas, es cierto.

- ¿Qué dicen de los omegas? - preguntó ahora curioso. - ¿Es algún rumor entre alfas? - le picaba, sintiéndose más tranquilo.

- N-no amor, se supone que los omegas son más organizados y planificados sobre situaciones como estas.

Y estaba en lo cierto, los omegas estaban hechos para concebir ese instinto de protección antes, durante y hasta después del embarazo, era su propósito aunque hubieran personas que pensaran distinto o simplemente era porque no todos tenían el mismo instinto.

- Si, eso es cierto... digamos que es ese instinto paternal y en mi caso es aún más profundo debido a que mi madre me crió bajo ese sentimiento tan lindo. - pensaba en la omega rubia que lo crió y le había demostrado que ser madre era un regalo especial, regalo que quería compartir con su ruso.

- Supongo que Char te supo enseñar cosas muy bonitas que valoras en este momento, cariño. - acarició su mejilla. - Estoy muy orgulloso de que me permitieras ser tu alfa y futuro padre de tus cachorros.

- ¿Entonces eso es un si? - sus ojos brillaban con mucha alegría.

- Por supuesto que sí, mi vida... Pero sabrás que tendrás que tomar medidas en cuanto al trabajo.

- Si, si rusooooo... - besó sus labios emocionado.

"Felices para siempre" Donde viven las historias. Descúbrelo ahora