Capítulo 3 - Calma

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Al día siguiente el viejo apareció muerto. Colgado en la puerta de entrada. Nunca nadie supo qué pasó. Si se mató, lo matamos o lo mataron. Generó una angustia más a una comunidad ya golpeada, otra incertidumbre.

¿Somos nosotros los monstruos?

Innegable que para algunos su muerte fue una especie de (injusta) justicia, ese sentimiento culposo de “tuvo lo que se merecía”. Sensación que comenzó a hacer que nos veamos de reojo. Juzgándonos. Desconfiando. Vos lo hiciste, vos lo celebraste, vos lo aprobaste. Lo veo en tu mirada.

El silencio atravesó cada uno de mis poros. Veía todo, sentía todo, hablaba lo que tenía que hablar. Pero por dentro era todo silencio, todo desarmado, incorrecto.

Y un cosquilleo en mi cabeza. Una incomodidad, una urgencia que no tenía forma.

Hasta que un día, mientras lavábamos la ropa con Alejo, esa urgencia encontró forma;

—Alejo, vamos a destrozar Wuuc o perecer en el intento.

Él me miró y me abrazó sin decir nada. Nos citamos para esa misma noche en el bosque, donde los oídos indiscretos permanecían alejados.

El bosque… lo que a bosque se puede referir una hoy con tanto desmonte que hubo. El freno a la humanidad que dieron los híbridos contribuyó mucho a la recuperación del ambiente, aunque pasaran años para estar en condiciones adecuadas.

El bosque, desolado a las horas de la luna. Ni soldados ni criaturas, el único lugar donde podía hallarse algo de paz.

—Hace tiempo vengo pensando que tenemos que hacer algo —le solté a Alejo, apenas nos vimos. Ahora que había encontrado las palabras no podía parar—. O, mejor dicho, creía que alguien tenía que hacer algo. Que no iba a seguir eternamente, que la revolución tendría que estallar en algún momento.
Nunca pensé que esa persona tenía que ser yo, nosotros. No quiero ser heroína de nadie, solo quiero una vida normal. Pero entendí que alguien tiene que empezar las cosas, o al menos empujarlas.

—Alguien tiene que hacer la revolución —Continuó Alejo—. ¿Sabes que no es necesario que seamos nosotros?

—Amor… —Le acaricio la mejilla con cariño, y con certeza de mis palabras—. Las revoluciones, como decís, no la empiezan individuos. Son las masas, como focos en un incendio. Como estrellas en una constelación.

—Solo tienen que unirse. —Responde él.
—Yo quiero hacer esto. No puedo ni voy a seguir esperando un milagro. Y vos no tenés la obligación de seguirme si no que…

—Estoy con vos —Me interrumpe—. No solo porque seas vos. Creo lo mismo, hace tiempo que lo vengo maquinando. Llegó el momento de hacer algo.

—Me alegra escucharte decir eso —Charlamos, planeamos y nos besamos apasionadamente después de semanas en las que no podía tolerar la cercanía de nadie, ni siquiera de él. Mi cabeza pareció despejarse de todos los problemas una vez hablamos, tanto que cerramos la noche haciendo el amor bajo la luz de las estrellas. Me sentía liberada.

Al fin podía lograr sentir algo medianamente parecido a la esperanza.

Esperanza… como esa bebé nacida en un mundo roto. No podía soportar que, mínimo, no lucháramos para evitar que ella no sea otra Ethan.

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⏰ Última actualización: Dec 30, 2023 ⏰

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Lima (Continuación de "El Diario de Ethan")Donde viven las historias. Descúbrelo ahora