Capítulo 0 - Primavera

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Primavera.

Cosas interesantes pasan en estas fechas.

En primavera, hace más de diez años, me casé con el amor de mi vida, y una de las poquísimas personas que puedo decir todavía permanecen a mi lado.

Era tan pequeña, tan llena de ilusiones a pesar de todo.

Sumerjo mis manos, gastadas, secas y callosas por la dura labor, en el cacharro de agua que dejo junto a la cama para esto, ya que el baño no me queda cercano. El calor llegó antes de lo esperado, y necesito refrescarme seguido.

Hacía calor ese día, cuando aún éramos libres. Lo único que conservábamos era nuestra libertad. Allá, en ese lugar donde todo cambió, para bien o para mal.

Me mojo el rostro, la nuca, los pechos. Me siento acalorada, a pesar de que la temperatura no es tan alta. Estoy cansada, abombada.

Golpean a la puerta, seguramente sea él. Hoy llegaban los nuevos, los “especiales”, como los llama. Los que venían a cambiar las cosas, como si el problema todo este tiempo hubiese sido la falta de la persona correcta.

Soldaditos de Wuuc que decidieron unírsenos y dejar de servirles a ellos para pasar a servirle a la revolución.

Nada fuera de lo normal hasta el momento.

Por lo general, al menos en los últimos años, hemos reclutado a bastantes desertores de la organización. Aunque nunca profundizamos más allá de la superficie, siempre fue gente que, tras años en Wuuc, al fin salió. Esta vez es diferente, me repito. Esta vez logramos ir más allá, penetramos más hondo… y tenemos soldaditos frescos recién “cosechados” de las casas.

Nuestro objetivo funcionó a la perfección. Todo el trabajo, el cuidado, tantos sacrificios.

Quizás no me sienta tan entusiasmada como debería.

—¿Amor? —Su voz me hace salir de mi ensimismamiento.

— Estoy — respondo con un suspiro.

Abro la puerta, y me mira con los ojos sonrientes, brillantes. Está entusiasmado como un nene, como es común en él. Yo estoy vacía como una cascara, como ya parece ser habitual (en los últimos tiempos al menos) en mí.

—Hola —Digo.

—Hola —responde, con sus ojos brillantes y una sonrisa. Saca una margarita de su espalda y me la coloca detrás de la oreja—. Hermosa.

Diez años juntos, me sigue agarrando desprevenida, haciéndome sonrojar en momentos que ni lo pensaría.

—Gracias… —le acaricio la mejilla, pero no es momento de cosas románticas; retiro mi mano. Él suspira, quizás extrañando esa cercanía que se ha vuelto escasa en mí.—. Ya están acá, ¿no?

—Sí, ya llegaron. Te están esperando.

—Perdón —me disculpo, por las dos cosas.

—No llegaron hace mucho, y necesitaban descansar —Me mira con preocupación— ¿Estás bien?

—Solo necesito descansar, no te preocupes —intento transmitirle calma con un beso en los labios. Llevo cansada tantos años que no recuerdo como era sentirse de otra forma—. Vamos.

Cansada, vaciada, desesperanzada. Es una constante en el último tiempo, en el que estoy semienterrada en la nostalgia de tiempos mejores, en los que todavía podía permitirme soñar.

Pero no puedo parar ahora, porque soy la esperanza de otros. La posibilidad de soñar, aunque yo misma no pueda. Elegí este camino hace años (o me eligió a mí, no lo sé), y no puedo ni quiero dar un paso al costado a esta altura del partido. Aunque me cueste la vida.

Lima (Continuación de "El Diario de Ethan")Donde viven las historias. Descúbrelo ahora