Capitulo 19

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~La graduación~

    El día que todos los estudiantes de último año de preparatoria estaban esperando había llegado. Muchos se encontraban nerviosos, otros ansiosos por los discursos que debían pronunciar ante todos los presentes. El tiempo corría rápido y faltaba solo media hora para que fueran las nueve de la mañana.

—Hijo, hoy será un día importante —dice Enrhé, posando sus manos en los hombros de Patricio, quien sonríe orgulloso de sí mismo.

—Cuando acaben las vacaciones, iré a la universidad —habla emocionado, ya que se había dedicado a estudiar de manera disciplinada para seguir dando una buena imagen de su familia.

—Sí, hijo. Ya te estás convirtiendo en un hombre. A veces me parece que el tiempo ha pasado muy rápido —Enrhé se pone sentimental y abraza a su hijo—. Tienes una larga vida por delante y seguirás cumpliendo tus metas —alienta y se separa, suspirando profundamente.

—Eso sí, no estudiaré ciencias políticas —informa de nuevo el rubio, y su padre se ríe brevemente.

—Después hablaremos de eso.

—Es en serio, padre. No quiero ser presidente ni nada parecido. La vida con paparazzi me agobia —expresa Patricio, y Enrhé piensa un segundo.

—¿Y finanzas? —da otra opción, y al chico parece agradarle la idea.

—Puede ser.

—Vale, tendrás dos meses para escoger bien la carrera. Ahora vayamos a tu graduación —el chico asiente, y ambos salen de la sala de estar. Gerardo aparece en las escaleras.

—Padre —pronuncia, llegando hasta ellos y tomando la mano de Enrhé, quien le sonríe. Luego, prosiguen hacia la puerta para salir y dirigirse a la camioneta, donde el chófer los espera...

  Cuando llegan a la iglesia donde se realizará la misa de graduación, Patricio baja del vehículo y va a saludar a Bruno y a su madre. Ella toma una de sus mejillas, como lo hacía cuando era un niño.

—Cuánto han crecido ustedes dos —comenta Martha, orgullosa de los dos. Fernando rodea los ojos y se aleja de ellos.

—¿En serio entraremos a una iglesia? —inquiere su hermano Alejandro, quien es el gemelo de Bruno. Su cabello es marrón oscuro y su aspecto es rebelde, por lo que era notable la gran diferencia entre ambos.

—No exageres, tampoco somos tan malos —responde Fernando, acomodando su uniforme y soltando uno de los botones que asfixiaba su cuello.

—Déjalo como estaba, Fernando —su madre le llama la atención, y el chico hace gestos de queja antes de volver a abotonarlo.

—Papi —la voz aguda de un niño lo hace girar, y su mirada se posa en Maximiliano, su hijo, a quien tuvo a los quince años.

—¿Ahora qué, niño? —pregunta, y el pequeño se acerca, pidiendo que lo alce. Fernando se niega.

—No, no te voy a alzar —rechaza la petición de su hijo, quien pone cara triste y hace ojitos—. No me mires así, no me sentiré culpable. Mejor ve por allí y no fastidies.

—Usted sí que nunca va a cambiar —su madre alza a Maximiliano y acaricia su cabello para que no siga con la carita triste—. Alza a tu hijo —exige, y Fernando se niega.

—Estamos en público, ¿qué van a pensar? —trata de convencer a su madre para que no lo haga pasar por alguna vergüenza, pero ella le entrega a su hijo.

—No van a pensar nada del otro mundo, y si no quieres que le jale una oreja en público, no trates mal al niño —advierte, y el chico entrecierra los ojos, guardando silencio.

El Grupo ConfusoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora