CAPITULO 3

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Cielo.

Olí el café antes de abrir los ojos.

—¿Mile?

—¿Hmmm?

—Como no sean las siete por lo menos, te la ganas.

La dulzura de su sonrisa me puso cachondo

—Es pronto, pero tenemos que hablar.

—¿Sí? —Abrí un ojo y luego el otro, para poder apreciar del todo su traje de tres piezas. Me daban tantas ganas de comérmelo que quería quitárselo... con los dientes.

Se sentó en el borde de la cama, símbolo de la tentación.

—Quiero asegurarme de que estamos de acuerdo antes de marcharme.

Me incorporé y me apoyé contra la cabecera, sin molestarme en taparme el torso porque íbamos a terminar hablando de su exnovia. Jugaba sucio cuando la ocasión lo merecía.

—Voy a necesitar ese café para mantener esta conversación.

Mile me pasó la taza, luego me acarició un pezón con la yema del pulgar.

—Precioso —murmuró—. Cada centímetro de ti.

—¿Intentas distraerme?

—Tú estás distrayéndome a mí. Y con muy buenos resultados.

¿Estaría él tan encaprichado con mi aspecto y mi cuerpo como lo estaba yo con los suyos? La idea me hizo sonreír.

—Echaba de menos tu sonrisa.

—Conozco la sensación. —Cada vez que le veía y no me dedicaba una sonrisa me laceraba el corazón. Ni siquiera podía pensar en esas ocasiones sin sentir ecos de dolor—. ¿Dónde habías escondido el traje, campeón? Sé que no lo tenías en el bolsillo.

Con un cambio de atuendo, se había transformado en un poderoso hombre de negocios. El traje estaba hecho a medida, y la camisa y la corbata conjuntaban de manera impecable. Incluso los gemelos brillaban con discreta elegancia. Con todo, la cascada de pelo negro que le rozaba el cuello de la chaqueta advertía de que estaba lejos de ser dócil.

—Ésa es una de las cosas de las que tenemos que hablar. —Se enderezó, pero su mirada seguía siendo cálida—. Me he mudado al apartamento de al lado. Tendremos que hacer que nuestra reconciliación parezca correctamente gradual, así que guardaré las apariencias de vivir en el ático de manera habitual, pero pasaré todo el tiempo que pueda como tu nuevo vecino.

—¿Es seguro?

—No soy sospechoso, Apo. Ni siquiera soy persona de interés. Mi coartada no tiene fisuras, y no se me conoce motivo. Simplemente estamos mostrando cierto respeto a la policía no insultando a su inteligencia. Les estamos poniendo fácil que justifiquen su conclusión de que han llegado a un punto muerto.

Tomé un sorbo de café para darme tiempo a pensar en lo que había dicho. El peligro podría no ser inmediato, pero era intrínseco a la culpa. Yo sentía esa presión, por mucho que él se esforzara en tranquilizarme.

Pero estábamos intentando reencontrarnos de nuevo, y yo me daba cuenta de que Mile necesitaba tener la seguridad de que íbamos a recuperarnos de las tensiones y la separación de las últimas semanas.

Deliberadamente adopté un tono desenfadado.

—Así que mi exnovio estará en la Quinta Avenida, pero tengo un nuevo vecino súper macizo con el que jugar. Esto se pone interesante.

—¿Quieres hacer role-play? —preguntó, enarcando una ceja.

—Quiero tenerte satisfecho —admití con crudeza—. Quiero ser todo lo que nunca has encontrado en las otras personas con las que has estado. —Mujeres a las que había llevado a un picadero con juguetes.

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