Llegué a mi mesa y me dejé caer en la silla. Tenía las palmas de las manos húmedas sólo de pensar en hablar con Brett, y me armé de valor para la pequeña emoción que me produciría hablar con él y el sentimiento de culpa que lo seguiría. No se trataba de que quisiera recuperarle ni de que quisiera estar con él. Sencillamente hubo algo entre nosotros y una cierta atracción sexual que fue puramente hormonal. No podía evitarlo, pero tampoco iba a hacer nada al respecto.
Dejé mi bolso y la bolsa en la que llevaba unos tenis en un cajón de la mesa, paseando la mirada por el collage enmarcado de fotos de Mile y de mí juntos. Me lo había regalado para que no dejara de pensar en él en ningún momento..., como si eso fuera posible. Si hasta soñaba con él.
Sonó mi teléfono. La llamada redirigida desde recepción. Brett no se había dado por vencido. Estaba decidido a considerarlo como una llamada profesional, con el fin de recordarle que me encontraba en el trabajo y que las conversaciones personales estaban fuera de lugar.
—Oficina de Mark Garrity. Eva Tramell al habla —respondí.
—Eva. ¿Qué tal? Soy Brett.
Cerré los ojos mientras asimilaba aquella voz del tipo que sonaba a S-E-X-O cubierto de chocolate. Sonaba incluso más decadente y sexual que cuando cantaba, lo cual había contribuido a lanzar a su banda, los Six-Ninths, al borde del estrellato. Había firmado un contrato con Vidal Records, la compañía discográfica que dirigía el padrastro de Mile, Christopher Vidal sénior, una compañía de la que inexplicablemente Mile era accionista mayoritario.
Hablando de que el mundo es un pañuelo.
—Hola —le saludé—. ¿Cómo va la gira?
—Increíble. Todavía ando un poco perdido, la verdad.
—Llevabas mucho tiempo queriéndolo y te lo mereces. Disfruta de ello.
—Gracias. —Se quedó callado unos instantes, y en ese espacio de tiempo, me lo imaginé. La última vez que le vi tenía un aspecto imponente, con el pelo a lo punk y las puntas teñidas de platino, y los ojos oscuros y enrojecidos de lo que me deseaba. Es alto y musculoso sin ser corpulento, con el cuerpo trabajado por la actividad constante y las exigencias de ser una estrella del rock. Tiene la piel morena cubierta de tatuajes, y piercings en los pezones, que aprendí a chupar cuando quería sentir su polla dura dentro de mí...
Pero no le llegaba a Mile ni a la suela de los zapatos. Brett podía gustarme como a cualquier otra ser humano con sangre en las venas, pero Mile era un mundo aparte.
—Oye —dijo Brett—, ya sé que estás trabajando, así que no quiero entretenerte. Vuelvo a Nueva York y me gustaría verte.
Crucé los tobillos.
—No creo que sea buena idea.
—Vamos a estrenar el vídeo musical de «Rubia» en Times Square —siguió—. Me gustaría que estuvieras allí conmigo.
—Allí con... ¡Vaya! —Me froté la frente. Momentáneamente desconcertado por su petición, decidí pensar en lo mucho que me daba la lata mi madre por frotarme la cara, pues aseguraba que era la mejor forma de que te salieran arrugas—. Me halaga mucho que me lo pidas, pero me gustaría saber... si te mola que seamos sólo amigos.
—¡Joder, no! —Se rio—. Chico, estás soltero. La pérdida de Phakphum es mi ganancia.
¡Mierda! Hacía ya casi tres semanas que habían aparecido en los blogs de cotilleos las primeras imágenes de la escenificada reconciliación de Mile y Corinne. Al parecer, todo el mundo había decidido que ya era hora de que me enrollara con otro hombre.
—No es tan fácil. No estoy listo para otra relación, Brett.
—Te estoy pidiendo una cita, no un compromiso para toda la vida.
ESTÁS LEYENDO
ENLAZADOS
Roman d'amour¿Hasta dónde llegaría un hombre enamorado por su amado? ¿Dónde está el límite entre el bien y el mal cuando el amor está en juego? Para Mile Phakphum las barreras no existen cuando se trata de su querido Apo. Por él sería capaz de hacer cualquier co...