Capítulo 4

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Narra Julia

Tardé un poco en percatarme de que el peluche que tenía Anna atado a su mano también era un peluche de Olaf, pero este, a diferencia del de Elsa, sí tenía su nariz de zanahoria. Supuse que se trataba de una referencia a que fue ella quien se la colocó en la película.

Pronto entró Camilo a la casa, llamando nuestra atención para luego sonreírnos con dulzura.

–Sigan jugando, peques.– soltó sonriente para luego caminar en dirección a las escaleras –El tío Camilo solo está pasando al baño.

Mierda, lo olvidé. ¿Cuánto tiempo ha pasado?

Miré la hora en mi teléfono, aún tenía siete minutos para ir. Pero fue ahí cuando caí en cuenta de que los baños estaban cerrados.

Afortunadamente no tardó en surgirme una idea. Camilo no sabe porqué tengo prohibido ir a los baños, ¿cierto? Podría subir las escaleras cuando él esté saliendo y pedirle que me abra.

Ahora que lo pienso, creo que se verá sospechoso que le pida que me abra, ¿no? Me pregunto si recordará que tengo prohibido ir.

–¿Qué pasa?– me preguntó Sofía con curiosidad, extrayéndome de mis pensamientos al instante.

Traté de pensar rápidamente en una respuesta coherente.

–Oh, solo me recordó Camilo que quiero ir al baño. Iré cuando él salga– solté sonriente, buscando restarle importancia, para luego dirigir mi atención de nuevo a la muñeca en mis brazos.

Ellos se mantuvieron en silencio un par de segundos, como sorprendidos.

–¿Tú no usas pañales?– me preguntó Sofi repentinamente, tomándome por sorpresa.

Le dirigí mi mirada, y posteriormente unos pocos segundos se la dirigí a Francisco, quien se mostraba algo nervioso. Era como si le incomodase tocar el tema conmigo cerca.

–No– solté finalmente. Me sentó mal mentir, más que nada por la idea de que luego descubran que en realidad sí los uso, pero es que no parecía tener otra opción.

–Oh...– pronunció ella, bajando la mirada nuevamente en dirección a la muñeca en sus manos –okay– finalizó devolviéndose la sonrisa al rostro, como restándole importancia, y no tardamos en continuar con el juego.

Pasamos alrededor de un minuto jugando, y yo comenzaba a ponerme nerviosa por no saber en qué momento subir las escaleras para encontrarme casualmente con Camilo. Tal vez me haya removido un poco, o quizás hice algún gesto delatando mis nervios, porque Francisco no tardó en hablarme sonriente.

–Si tienes muchas ganas ve, tal vez ya haya salido– soltó, y mi mirada saltó de uno al otro.

–Esta bien– solté poniéndome de pie con cuidado de no alzar la falda de mi vestido. Dejé mi muñeca en el suelo –, ahora vuelvo– les dije, y me sonrieron para luego continuar jugando entre ellos.

Me encaminé en dirección a las escaleras, y en algún punto miré detrás de mí, confirmando que nadie en la mesa del jardín me estaba viendo. Subí los escalones, y a medio camino pude escuchar una puerta abriéndose en el segundo piso, haciéndome sonreír por la idea de que posiblemente se trate de Camilo. Al subir el último escalón, lo vi saliendo del baño al fondo del pasillo, pero estaba muy concentrado en su teléfono como para notar mi presencia.

Me armé de valor y comencé a caminar en su dirección buscando no llamar su atención, pues para mi suerte dejó la puerta abierta detrás de él una vez comenzó a alejarse.

Julia Vol. 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora