Capítulo 01.

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Xie Lian vivía, desde su matrimonio con la temible calamidad Lluvia carmesí que busca una flor en la Ciudad Fantasma, en esa gran mansión, cerca de un lugar desolado.

Esa mansión era enorme, por decir poco, tenía pasillos amplios y techos muy altos, además de salas y habitaciones imponentes. Por supuesto no era comparado a lo que fue el palacio de su niñez, pero evitando desviarse del tema, este poseía varias plantas. En la primera se encontraba lo que podría llamarse la sala; un pequeño hall, las cocinas, - donde esperaba mejorar cada día. - y las habitaciones de servicios, las cuales fueron creadas cuando San Lang se enteró de su estado.

En el piso superior se ubicaba el dormitorio principal que ambos compartían. La mayoría de los dormitorios restantes se hallaban deshabitados. En esa planta también se encontraba la sala en la que San Lang restauró aquellas espadas de la armería, ésas que temió perder en el incendio que Xie Lian causó hace algunos años, y por supuesto el despacho privado de su esposo.

Xie Lian siempre ha considerado ese lugar como despacho, aunque no fuera utilizado como tal.

Esa habitación era el lugar donde Hua Cheng solía trabajar, aunque nunca lo había observado en plena labor, ya que normalmente perdía todo interés en lo que sea que estuviera haciendo al verlo aparecer, y, por lo tanto, no sabía exactamente lo que el rey fantasma hacía ahí realmente, no tenía la menor idea. Mucho menos imaginaba que otras habitaciones vacías podrían existir. Obviamente, y por seguridad, había espacios que no le eran permitidos recorrer por el riesgo a lo que pudiera pasar, podría ser el dios más poderoso, pero Hua Cheng siempre buscaría protegerlo.

Esa mansión estaba rodeada por muchas cosas que, para el lugar donde se encontraba ubicada, resultaba sorprendente. Delante de la edificación se cimentó vegetación variada y extensa, flores, y un árbol Haitang. Tras este se plantaron rosales que San Lang se encargó personalmente de cuidar con esmero.

Eso le recordaba un poco a su madre. La antigua y última reina Xie, que cultivaba y cuidaba sus plantas y hierbas medicinales con dedicación y cariño, una entrega que solo estaba dirigida a este pasatiempo. Era aquello que ella más amó.

Podía considerarse una exageración de su parte, pero no era así.

Oh, al parecer se había perdido en sus pensamientos.

Los recuerdos del pasado no tenían nada que ver con el presente, pero al ser rodeado por la brisa de la primavera no podía evitar recordar a su madre en su diván, observando sus más preciadas flores y una simple taza de té en la mano, de hecho, al rememorar, llegó a su mente uno de los días más felices de su niñez: sentado junto a su madre y ella explicándole con paciencia y un tono plagado de cariño como cuidar de cada una de sus plantas, partiendo desde la salvia, estragón, y menta. Por supuesto había mucho más, pero no era el momento de recordarlas todas.

Caminando con lentitud y parsimonia Xie Lian reflexionó un poco.

Muchas personas al recordar su niñez, pensaban en momentos felices, sus personas amadas, tal vez un viaje de esparcimiento, incluso el más simple paseo. No estaba seguro, y no era posible para él comprenderlo jamás. Por su parte, Xie Lian recordaba los pequeños castillos de barras de oro, el olor de las plantas de su madre y la voz de alguna nota alta de su padre. Ahora, después de siglos de vivencias y experiencias agridulces, el recuerdo de la menta le incitaba a esbozar una sonrisa en los labios con total sinceridad.

Y con respecto a su padre... Su relación en los primeros años podría considerarse una experiencia tranquila. Cada uno se ocupaba de sus propios asuntos. Así de simple, no había más que decir.

Solo tiempo. -HuaLian.-Where stories live. Discover now