Viserys, el soñador

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Prólogo

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Prólogo

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Desembarco del Rey, 108 d.C.


— Baelon es precioso, Aemma. Tiene tus ojos, azules como el cielo —El Rey Viserys I acunó a su recién nacido en sus brazos, arrullándolo.

Su esposa, la Reina Aemma Arryn, lo observó desde su posición en la cama, ella tenía las manos juntas sobre su regazo y una sonrisa constante decoraba su rostro.

— Tan hermoso... —La melancolía invadió el semblante de Aemma, pero volvió a sonreír en un parpadeo. Después de tantos años de sufrimiento, pudo darle a Viserys el hijo que siempre deseó.

— ¡Los dioses nos sonrieron, mi reina! —Aseguró Viserys, abrazando a Baelon contra su pecho—Un futuro rey, sin dudas.

Ante su última declaración, la reina permaneció en silencio y su mirada se perdió, observando el exterior desde su ventanal, el cielo tan blanco como la nieve, no podía contemplarse nada más que un blanco vacío.

— ¡Rhaenyra no debería tardar en presentarse!, la última vez que la ví... Estaba...—La emoción en su voz disminuyó, él no podía recordarlo— No importa, ella vendrá pronto, debe estar en Pozo Dragón junto a Syrax.

Al finalizar sus palabras, un olor a quemado invadió los sentidos de Viserys, él se estremeció, pero mantuvo una sonrisa torcida sobre su rostro, a pesar del desagradable olor.

Ella... Definitivamente vendrá —insistió, meciendo el silencioso cuerpo del príncipe.

— No lo hará, Viserys —Le recordó, ¿cuántas veces debía repetirlo?, día tras día, año tras año, encerrados en aquella cámara, él era predecible y su negación estaba arraigada a cada parte de su ser.

Sin pensar en las palabras de su reina, Viserys dejó descansar a Baelon en su cuna, arropándolo con las suaves sábanas y mirándolo con ojos soñadores, lo amaba tanto, más que a su propia vida... ¿Por qué no pudo ser?.

Aún de espaldas, el rey preguntó: — ¿Por qué, Aemma?—Él quería otra respuesta, después de tantos años, ninguna lo había complacido, tan solo lo hundía cada vez más en un dolor del pasado, que jamás sanaría.

—¿A qué te refieres, mi amado rey?—Cuestionó la reina, aún sentada sobre su gran cama con sábanas blancas, que parecían teñirse de rojo por momentos.

— Basta — Su voz parecía más una súplica que una exigencia, no podía soportarlo quería gritar pero parecía no tener voz para ello. — ¡¿Por qué esto no puede ser real?! ¡fue lo único que siempre desee!—.

— Pero no lo necesitabas, ¿o me equivoco? —

Él tuvo a Rhaenyra y luego a cuatro herederos preventivos, pero ni aquello lo hizo feliz, solo lo aferró más a su hija mayor, nacida de la reina que había empujado su cuerpo hasta la muerte.

Él pudo haberse detenido y decir... "No necesito un varón Aemma, solo te necesito a ti", pero no lo hizo y para cuando se dio cuenta, fue demasiado tarde y él murió creyendo que su familia estaba unida.

— No, no te equivocas —Sollozo el rey, sus manos aferradas a la cuna de Baelon, 'El Rey p or un día'— Pero ahora todos y cada uno de ellos han muerto, por una guerra que masacró a mi casa y extinguió a otras.

Él se desplomó en el suelo, deslizando sus manos por los barrotes de la cuna, sus lágrimas emergieron y se maldijo por ser tan débil, incluso estando muerto. — Solo quiero descansar junto a mi familia, verlos una vez más. Suplicarle de rodillas perdón a mi hija y hermano, por guiarlos a sus muertes — Oh, su bello hermano menor, él siempre tuvo razón, era una vergüenza para su padre Baelon, una desgracia.

Él no amaba a sus hijos tanto como a Rhaenyra, él... No quiso a Aegon, quería a Baelon, el hijo que le había dado punto final a la vida de su amada. El pueblo llano debió llamarlo 'El Rey egoísta', la inconformidad hecha persona.

— ¿Qué harían ellos con tu "arrepentimiento"...?, ya están muertos

La voz de Aemma no parecía ser suya, pese a que la recordaba con la misma melodía majestuosa, no podía creer que había llegado al punto de querer ser ciego y sordo para no verla u oírla más, la odiaba, se odiaba y maldecía mil veces la penitencia que los Dioses le hacían experimentar desde su último aliento en el mundo terrenal. El fallecimiento que desató una guerra.

— Lo merezco, lo sé —sentía un intenso dolor calando desde lo más profundo... ¿O era el odio más mezquino cosechándose en su interior?.

Si tan solo el viejo rey hubiera cedido ante el reclamo de Rhaenys, su vida no hubiera sido una serie de desgracias, pero nunca podría saberlo con certeza. La única verdad para él fue que condenó a su propia familia, a todos ellos... Incluso a la desdichada Madre de Dragones.

Pero su pesar poco le interesaba a la supuesta mujer que escudriñaba su dolor, ella continuo una vez más con sus palabras ensayadas y repetidas, la agonía del difunto rey era intrascendental.

— Te lo diré una vez más y podría ser la última... Si pudieras obtener una segunda oportunidad, ¿la tomarías, Viserys?, ¿o crees que la extinción era el destino de la Casa Targaryen? — La voz de la difunta reina retumbó en la habitación, provocando un estremecimiento en el suelo. — Habla ahora.

Viserys pasó años escuchando aquella misma pregunta, siempre el mismo monótono tono de voz y entonación, pero se negaría una y mil veces a responder, el fatalismo que carcomía su ser día tras día le exigía a gritos la misericordia de poder descansar en paz junto a su familia, solo eso deseaba, nada más.

Además, ¿qué podría hacer un agonizante rey con lepra?, su propia Mano y esposa pasaron por encima de él, retorcieron su casa hasta volverla una sombra de lo que fue, todo mientras su cadáver se pudría a puertas cerradas.

Pero está vez... La historia se reescribió y la tragedia se evitará. Él será el dragón que siempre debió ser.

Viserys, el primero en su nombre, mantendría el nombre de su casa en alto, sería un padre para sus hijos y se aseguraría de poner la corona de Aegon "El Conquistador" sobre la cabeza de su primogénita. Incluso si eso significaba desconocerse a sí mismo.

Él miró fijamente a los ojos azules de quién creyó era su reina, sabía a la perfección que no había marcha atrás y lo aceptó.

— Haré lo que sea necesario para salvar a mi familia, a todos y cada uno. Tienes mi palabra... Como soñador —Sentenció sin titubear. Él era un dragón soñador y de la misma forma que Daenys Targaryen, su deber era salvar a su familia de un destino escrito con sangre y cenizas.


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Continuará

La Dama Dragón | 𝐇𝐨𝐮𝐬𝐞 𝐨𝐟 𝐭𝐡𝐞 𝐃𝐫𝐚𝐠𝐨𝐧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora