Prólogo.

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El vaivén del vagón servía como arrullo, ocasionado por el ritmo del tren en las vías. Sumergido en un sueño que lo tenía atrapado desde hacía varias semanas, el silbato de la locomotora no logró incomodarle...

Abrí repentinamente los ojos, me sentí aturdido, soy sincero al decir que tardé bastante en "pisar tierra". Me sentí mojado, sin duda había esto sudando como loco, mis cabellos se pegaban asquerosamente en mi frente, no fue hasta la segunda llamada del  silbato que mi mente se despertó por completo, caí en cuenta que la realidad era aquel vagón, donde había pasado la noche más incomoda en un asiento de tren. Viajaba tanto, era normal para mí dormir en lugares extraños y que no se acercaban a llamarse "cómodos o gratos" pero podría jurar que aquella noche fue sin duda la más incómoda de mi vida, la razón iba más allá que sólo decir que aquel viejo sillón estaba a un nivel superior de incomodidad. 

Estiré mis entumidas piernas, me sentía sucio, hacía tanto que anhelaba un buen baño. ¿Cuánto había dormido? Calculaba que eran poco más de las 10 de la mañana, el sol calaba pero no igual que al medio día y tampoco parecía que acabase de amanecer. Volvió a mi la sensación de suciedad al mirar mi lío de corbata, con múltiples manchas de bebidas, distinguí unas cuantas de té negro, aquella de la orilla parecía de licor (y vaya que era grande) y otras que no me detuve a tratar de encontrarles identidad Digamos que es decoración pensé divertido, y después de esa tan horrible forma de despertar decidí conveniente volver al trabajo. 

Notas, notas y más notas. Tenía fácilmente tres o cuatro cuadernillos de notas, así estudiaba yo, Charles Xavier, originalmente estadounidense, pero me sentía más inglés que muchos de mis colegas en la universidad. Estudiaba ciencias e ingeniería, mi razón para estar en un tren camino a Irlanda, estudiar el mecanismo de la nueva "bala de vapor". En mi opinión, no era tan veloz, no era nada del otro mundo, nada especial. Yo no era gruñón, pero mi cansancio y mi exceso de sueño no ayudaban a nada a tener pensamientos positivos, ni buenos, ni a estar de buenas siquiera. 

Rumbo a saludar al conductor y volver a pedirle que me dejase ver el mecanismo y la caldera una vez más, en pleno rezo y maldición matinal a Hank (porque, si Hank no se hubiera dignado a enfermarse yo no tendría que pasar una semana tan agobiante como la que vivía en ese entonces, este estudio era originalmente para él, yo sólo suplía), debido a mi distracción choqué penosamente con un pasajero.

— Mil perdones. Mi error. —Me disculpé al instante. Esperaba  una disculpa también, un insulto, un algo, pero nada. El hombre con quien había chocado no me emitió ni un sonido.
— Charles. —Aquel extraño pronunció mi nombre, para mi asombro, al mirarle sorprendido, en mi mente resonó una palabra, que sin querer salió de mi boca.
— Erik. —Los ojos verdes del hombre frente a mi se abrieron como platos, todo parecía indicar que nos conocíamos. 

En aquel momento vinieron a mi los sueños de aquellas noches que yo creí, que más bien fueron de insomnio. Una vieja pirámide, una extraña casa con sabanas blancas y austeras, unos ojos verdes intensos y una sonrisa blanca y encantadora, un Erik apreciado, aquellas imágenes golpearon rudamente en mi cabeza. 
— Erik. —Fue lo único que pude volver a decir. 



Perdón por comenzar otra historia cuando aún ni acabo la otra, pero, vino a mi y salió. Esta es una historia total AU, sólo me tomo prestados los personajes de Marvel Universe un ratito. En esta ocasión no tengo co-autora ni mucho menos, pero esta historia está vinculada con otra, digamos que esto sería la precuela de la otra. Y hasta aquí diré, no menciono detalles al 100% cuando es un prólogo, porque, apenas estamos empezando. 

Vidas pasajeras.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora