1 de enero 

Hoy me sentí oscura. No ese tipo de oscuridad que te lleva a explotar de ira... o tal vez sí, con el tiempo. No. Oscura como si hubieran apagado una parte muy importante de mí. Como el inicio de un cumulonimbo que nunca estalla. Hincha e hincha. Recibe cada una de las gotas y las guarda, creando la tormenta perfecta: violenta, explosiva, liberadora. Me quedo sentada, arrebujada contra uno de mis lugares seguros, y acepto cada una de las gotas que llegan. Algo se oscurece con cada nueva aportación, pero no explota. La gota definitiva no llega.

¿Perciben los de alrededor mi oscuridad? ¿O siguen viendo una nube blanca, de forma dulce, inocente? 

Me siento desaparecer en medio de las risas, el griterío, las bromas. 

La oscuridad dentro crece. Desaparezco. La tormenta crece, se forma, se contiene. ¿Estallará?

Cartas que nunca enviéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora