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Tony frunció el ceño al ver que apenas consiguió abrocharse su pantalón.

"¿Había subido de peso? ¿Será culpa de sus excesos antojos por el dulce?".

Interesado por la respuesta, se dirigió rápidamente al enorme espejo de pie que tenía en su armario y se puso de perfil. Contuvo la respiración cuando notó una ligera curvatura en su vientre. Parpadeó cinco veces para evitar confusiones, mas esa curvatura permanecía intacta. Llevó uno de sus dedos hacia la zona baja de su vientre y pinchó con cuidado, percatándose también de su dureza.

No había flacidez, entonces no era por exceso de donas

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No había flacidez, entonces no era por exceso de donas. Tony estaba seguro de ello, podía seguir comiéndolas.

Pero no continuar con sus sospechas porque de prontos sintió los brazos de su alfa envolverlo. Un recién despierto Steve se apoyaba en él, dejaba caer su rostro en su hombro para poder olfatearlo; dándole un reflejo bastante lindo al beta por la diferencia de tamaños.

Steve podía simplemente desaparecerlo con su cuerpo, así se evidenció cuando se inclinó más hacia él.

Apartarlo no era una opción, no con esa manía de Steve por querer captar sus feromonas antes de empezar el día. Que a pesar de ser una mentira bastante obvia por su naturaleza de beta, Tony no le contradecía. Le gustaba tener el calor de su alfa sobre él, que éste se mostrara tan firme en su búsqueda y ronroneara feliz cuando aparentemente haya recibido una dosis de su aroma.

Justo como ahora.

—Entonces, ¿hoy cuál es mi aroma? —Preguntó Tony mientras acariciaba los cabellos de su alfa, disfrutando del rastro de besos que dejaba en su cuello.

—Sigue siendo el mismo desde que nos enlazamos, la perfecta mezcla entre tierra mojada y sus toques frutales. Pero más dulce.

— ¿Más dulce?

—Sí, más dulce y adictivo. Que dudo poder soltarte.

Tony rio en desaprobación, su alfa no había cambiado en estos años. Mantenía sus esfuerzos por querer tenerlo en casa, lejos del mundo que supuestamente lo amenazaba con quitárselo.

—Está decidido, ¡no te soltaré! —Steve concluyó, tras hurgar más cerca de su nuca y besar su marca. Esa que constantemente mordía, según él para que su aroma fuera lo único que los demás percibieran.

Otra mentira, porque solo Rogers era quien detectaba un aroma sobre un beta como él.

—Nos quedaremos en casa.

Tony no protestó, no al tener las manos de su alfa sobre la zona baja de su vientre y percatarse cómo lo tocaba. Podía jurar cierta protección y cariño en cada roce.

"¿Qué podía saber su alfa?".

*
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Las siguientes semanas, Tony prestó atención al comportamiento de su pareja. A esa que difícilmente se apartaba de su lado, que hizo de sus caricias más delicadas y tiernas, que lo consentía con sus extraños antojos y que había empezado a formar pequeños tumultos con su ropa.

Su alfa estaba anidando y él no podía negarse a compartir ese espacio, no cuando su aroma calmaba sus recientes malestares como lo eran los mareos y náuseas.

—Steve. —Llamó Tony en un suave susurro, antes de caer en un acogedor sueño. El calor de su alfa, sus pacificas feromonas y los ronroneos que soltaba eran lo único que necesitaba. —. Deberé ir pronto a un ginecólogo, ¿cierto?

—Así es, amor mío.

Tony suspiró, sintiendo los ojos más y más pesados. Mientras que las manos de Steve se detenían debajo de su vientre y trazaban línea tras otra.

"Porque nuestro bebé está creciendo aquí, fuerte y seguro para unirnos de por vida", fue lo que Steve se guardó para sí mismo.

El alfa no quería asustar a su genio, pero tampoco podía ignorar lo que su lobo le gritaba y aquello era que su inmenso amor por Tony había dado frutos.

Un hijo, un hijo de ambos.

Tony ya no podría si quiera considerar dejarlo, porque este niño que se formaba los iba a requerir a los dos. Juntos y para siempre. Estaba tan feliz que lo recelaba de cualquiera, buscando pretextos tontos para impedir que fuera a Stark Industries o a visitar a sus padres.

Era su instinto actuando y cuidando de que nadie más pudiera tener a su beta cerca.

Nadie era merecedor, nadie más que él.

—Eres mío, Tony. —Steve besó los cabellos desordenados de su beta, haciendo que el abrazo con el que lo envolvía se convirtiera en uno más celoso. —. Enteramente mío.

El alfa saboreó la gloria de esas palabras, porque solo a él su beta le daría preciosos cachorros.

Solo con él tendría una marca y sus celos.

Solo con él.

*
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—Tiene cinco semanas de embarazo, señor Rogers. ¡Felicidades! —Tony asintió como respuesta automática, no pudiendo formular palabra alguna.

Su mente trataba de procesar lo que se le había explicado con antelación, que la sobrexposición de las feromonas dominantes de su pareja había generado ciertos cambios en él y que esa rara posibilidad de que un beta pudiera concebir se tornara más real.

Él nunca imaginó que sería parte de ese mínimo porcentaje, que pudiera cargar con un bebé y que precisamente ese bebé sea del hombre del que se había prendido con solo verlo una vez. Que quiso reírse en plena indicaciones, porque Tony siempre fue el más escéptico en creer en los destinados, en lo que incluso un alfa dominante podría causar en sus parejas.

Sin embargo, estaba sentado en un consultorio de obstetricia con Steve a su lado y tomados de las manos.

Su mirada avellana se dirigió hacia él, a ese alfa que hacía su mejor esfuerzo por contener su emoción y no sonreír orgulloso. Pero que apenas bastó que el doctor los dejara a solos, para que se lanzara hacia él y lo alzara.

Tony rio suave, mientras era besado con fascinación por su alfa.

—Seremos padres, cariño.

—Lo seremos. —Tony afirmó lo dicho por su alfa para tomar su rostro con ambas manos y apreciar a detalle cómo un hermoso brillo se posaba en esos ojos azules. —. Porque yo te daré un bebé.

La felicidad estaba escrita en Steve y su ego inevitablemente cruzó los niveles más altos. Porque era por él, la causa de tanta dicha de uno de los alfas que cualquier ansiaba.

—El primero de los cinco que quiero. —Steve confesó con ilusión.

Y entonces Tony supo que tendría una familia numerosa.

Mi Preciado beta, mi preciado Tony Donde viven las historias. Descúbrelo ahora