03. Problemas

218 42 17
                                    


03.

Oikawa no estaba muy seguro de cómo había terminado en la puerta de su casa pero el sol alumbrando su rostro apenas levantó la mirada le adelantaba los problemas que tendría más adelante.

Pasó saliva mientras se ponía de pie con lentitud, caminó hasta la reja pero cuando intentó empujarla esta no cedió, busco en sus bolsillos e hizo una mueca cuando se dio cuenta que no tenía sus llaves, pero si su teléfono.

Solo había una persona que le podía contestar a esa hora de la mañana.

Y no era su padre, era el ama de llaves.

Buenos días joven.

Oikawa casi no respondió, el tono de voz de la mujer era sarcástico, era obvio que ella sabía que no había pasado la noche en casa.

—Buenos días —respondió de vuelta— ¿Podría abrirme la puerta? De la entrada principal.

—Ya estaba caminando en esa dirección, joven.

Y cierto era, porque no pasaron ni 2 segundos cuando el chirrido de la reja abrirse le dio paso al interior de su residencia. Las rejas se cerraron de la misma forma como se abrieron, automáticamente, ni siquiera se fijó si había dejado algo en el suelo donde se había quedado dormido, estaba exhausto y podría haberse tirado en el pasto si estuviera permitido.

Había un camino que daba hasta la puerta de su casa, pero este no era más que para presumir las flores del jardín de la entrada. Sabía que todos dormían así que no le importó correr mientras pisaba un par de flores, a grandes zancadas terminó haciendo la mitad del tiempo que le tomaría caminar.

Sonrió cuando subió los primeros escalones que daban a su puerta que justo se abrió cuando él iba a tocar la manija.

—¿Otra vez salió sin el permiso de su padre?—fueron las palabras que lo recibieron quitándole cualquier sonrisa que tuviera en su rostro.

Oikawa entró sin prestarle mucha atención a la mujer, se quitó su saco y estaba apunto de tirarse en el primer mueble que se le cruzara, pero el agarre en su muñeca le impidió dar un paso más.

—Debería ir a su habitación —le ordenó como si fuera su madre— Hoy van a venir a remodelar todos los muebles.

El rostro de Oikawa se volvió una mueca, había vivido toda su vida con esa mujer, pero cada vez parecía ser más ella la que daba las órdenes en la casa que él mismo.

—¿Quién mandó a cambiar los muebles?—preguntó sin darle vuelta, los muebles no estaban viejos. ni feos, no tenían más de dos años de ser comprados.

No recibió respuesta inmediata, pero cuando se dio cuenta que no se iría hasta que le dé una respuesta respondió.

—Su padre.

—No te creo —se giró para verla de frente— Ese hombre para en cualquier sitio antes que en su casa, te apuesto que podría cambiar de color todas las paredes de la casa y el diría que se ve igual.

El silencio hizo que Oikawa la mirara con mayor detalle pero su mirada se quedó clavada sobre ella cuando vio lo que llevaba puesto.

—¿Por qué llevas eso?

No tardó en cuestionarla, no le importaba que fuera su mayor o que llevara años trabajando para su familia, la forma en como lucia tan tranquila con una sonrisa mientras vestía una bata de seda azul que no era suya lo molestó.

Porque sabía que era la favorita de su madre.

—¡Quien te dio permiso para ponerte eso!—alzó la voz de forma inconsciente mientras daba pasos hasta estar más cerca de ella, la mujer retrocedió sin tener una respuesta clara agotando la paciencia de Oikawa.— ¿Sabes si quiera a quien le pertenece?

El Tren De Las Nueve - OikageDonde viven las historias. Descúbrelo ahora