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- Es para marcar territorio, ya sabes -me estaba viendo la cara de estúpida- A partir de hoy eres mía- sus palabras no fueron cariñosas, sino más bien secas. No sabía si se trataba de uno de sus juegos, pero ya no me hacía gracia. Comencé a ponerme nerviosa cuando vi como sacaba la mano del bolsillo sin la llave en la palma.
- No es gracioso -dije después de conseguir con éxito ponerme de pie. Él reía sin parar, parecía estar pasándoselo en grande.
- Creéme, -sus ojos grises chocaron con los míos- lo es -vi como estiraba el brazo para llamar a la puerta, pidiendo salir de la habitación -Fue un placer conocerte, María -ignoré el increíble acento latino que tenía, y también que supiera mi nombre, cuando yo no recuerdo habérselo dicho.
Así fue como me dejó por días, esposada. Comer, ir al baño e incluso vestirse, se hacía complicado. Han pasado dos semanas desde mi encuentro con el hijo menor de John, y desde entonces, no he tenido ningún otro cliente. Tenía la esperanza de encontrar a alguien que me ayude a quitarme las esposas, pero nada. La única visita que tenía era para darme la comida, ni siquiera tenía permitido salir fuera de la habitación, para hablar con mis compañeras.
Era tarde, y ni siquiera llevaba lencería porque sabía que sería otra noche sin trabajar. No me gustaría tener que repetir la experiencia de tener que ponerme ropa nueva, mucho menos darme un baño. Parecía una prisionera.
- María -la primera vez que lo escuché pensé que estaba empezando a tener alucinaciones- María -la segunda ya me acerqué a la puerta bloqueada de la habitación. En el otro lado estaba Bianca, su voz era temblorosa.
- ¿Qué ocurre? -pregunté en un murmuro en el mismo tono.
- Los he escuchado vienen aquí. Te llevarán debes escapar -estaba confundida, no entendía nada. Su respiración estaba agitada de correr, para alertarme.
- ¿Quién? -pregunté, exigiendo más información. Esperé impacientemente su respuesta, pero lo siguiente que escuché fue la voz de Alonzo.
- ¿Qué haces ahí? -llevaba pasos rápidos, para apartar a Bianca de la puerta. Ella gritó después de que yo pudiera escuchar el sonido de un puñetazo. Sus sollozos cada vez eran más lejanos, se la estaban llevando- ¿Disfrutando la noche? -se burló pegando su cara a la puerta.
- ¿Me van a sacar de aquí? -pregunté con una sonrisa en la cara- Que buena noticia. Cualquier lugar es mejor que este -sabía que era mentira, la única parte buena de todo esto sería que no tendría que verle más la cara a Alonzo.
- Te pudrirás aquí, puta -escupió por su sucia boca. No me afectan sus insultos, estaba muy acostumbrada a ellos- Vendrá a verte alguien, debes comportarte -me advirtió haciéndome soltar una carcajada.
- ¿Quién? ¿El gilipollas del hijo mejor de John? -me burlé intentando hacer fuerza con las esposas, ya había perdido la fe en intentar desatarse, había malgastado demasiadas horas intentándolo.
Me sorprendió no escuchar una respuesta de Alonzo. La primera idea que pasó por mi cabeza cuando se abrió la puerta fue que me golpearía, y ahí estaba él mirándome con odio. Le dediqué una sonrisa inocente hasta que me agarró del cuello y empezó a ahorcarme, dejándome casi sin respiración.
Intenté deshacerme de su agarré como podía, estaba inmovilizada por las esposas. Por un momento creí que me desmayaría, pero la voz de dicha persona pareció salvarme la vida.
- Recuerdo haber recalcado que no quería que nadie la tocara -casi no era capaz de mirar a esos ojos grises a los que tenía tanto odio. Él estaba siendo escoltado por dos hombres corpulentos, que miraban a Alonzo con cara de asesinos. Esos hombres en comparación con Alonzo tenían mejor aspecto, al menos no llevaban una camiseta interior manchada de cerveza, ni una barriga increíblemente grande.

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𝐄𝐍𝐓𝐑𝐄 𝐒𝐎𝐌𝐁𝐑𝐀𝐒 𝐘 𝐌𝐄𝐍𝐓𝐈𝐑𝐀𝐒
RomanceMaría, una huérfana atrapada en las sombras de su pasado, ve cambiar su destino cuando es rescatada por el hijo de los Montenegro. Sin embargo, la casa de esta familia aparentemente perfecta se convierte en un laberinto de mentiras cuando María se v...