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Julie Luna

Me paro en la entrada del aeropuerto mientras espero a mi hermano, Oliver quien sale del auto seguido de su novia, mamá y papá. Veo como el hilo de papá se entrecruza y enreda con el de mamá, y el hilo de Oliver hace lo mismo con el de su novia. Ellos están con quien el hilo rojo de sus dedos les ha dictado.

Yo no quiero eso para mí.

Miro al frente y veo como las personas dentro del gran lugar caminan apresuradas a tomar sus vuelos, la mayoría de ellos con sus hilos simplemente flotando tras de si mismos, la mayoría aún sin haber encontrado a la persona atada al otro lado del hilo en su meñique.

Desde pequeña, siempre pude ver los hilos rojos en los dedos de las personas. Tanto mi hermano mellizo como yo siempre pudimos verlo, y mi padre nos explicó que eso era porque nuestra familia descendía del famoso dios de la mitología griega, Eros.

Sí, el dios del amor.

Pero en un mundo moderno en el que la mayoría de las personas ya no creen siquiera en que los dioses hayan existido en primer lugar, esto no sirve de mucho más que para estar al tanto de la vida romántica de las personas, y ni siquiera así es una habilidad muy útil, pues muchas veces las personas tienen otras parejas antes de llegar a la que es su alma gemela, y claro, al ellos no poder ver los hilos no saben cual de las personas con las que están o puedan llegar a estar será su media naranja.

En lo personal a mí nunca me ha agradado mucho esta habilidad, pues el solo hecho de poder ver lo que une a dos personas desde incluso su nacimiento, el hecho de que ya exista alguien predeterminado para cada uno de nosotros, me resulta algo muy grotesco.

El hecho de que no se nos permita ni siquiera elegir a quien amar, sino que vengamos con alguien predeterminado de fábrica me parece horrible. Yo he tenido varias parejas, debo decirlo, pero por suerte ninguna de ellas ha sido mi alma gemela, y eso me alegra.

En lo que a mi respecta, espero jamás conocer a la persona al otro lado de mi hilo.

Salgo de mis pensamientos y noto como mi familia llega a mí, me giro a verlos y mamá se acerca con los ojos vidriosos a darme un gran abrazo, papá la sigue.

—Te extrañaré, cielo —suelta mamá entre gimoteos. Papá posa una mano sobre su espalda y le sonríe con dulzura para tratar de calmarla.

—Vamos mamá, me iré solo por un año. No es como que sea el fin del mundo —digo con mis manos en su espalda mientras doy suaves círculos sobre ella.

Mamá se aleja un poco de forma que puede tomarme de los hombros y hacer que la mire a los ojos. Y sé que no soy mucho más alta que ella, pero las botas que cubren mis pies hacen que en este momento sí que la rebase en cuanto a estatura.

—Escúchame, cielo. Si alguno de esos franceses se quiere propasar contigo, le pegas una patada bien duro en sus pelotas, ¿ok? —advierte ella y yo respondo con unos asentimientos de cabeza entre risitas.

Ahora es papá quien se acerca a mí a despedirme, aparta suavemente a mamá y me abraza. Mi cabeza a duras penas alcanza su barbilla.

—Que tengas buen viaje, Julie —y añade luego, ahora serio—. Y no olvides el consejo de tu madre.

—No lo haré, papá, créeme.

—Eso me alegra. —Se aleja un poco de mí para posteriormente plantar un suave beso sobre mi frente.

Escucho como por los altavoces del lugar llaman a una de las puertas a los pasajeros de mi vuelo, y antes de tomar la maleta que Oliver trae en su mano le doy un fuerte abrazo.

—Buen viaje, Jules. Espero que cuando regreses ya sepas lo suficiente para llevarme a vivir contigo y mantenerme. —Él me sonríe y le devuelvo la sonrisa para luego tomar la maleta en su mano y dirigirme hacia la puerta señalada a través de los altavoces.

Les doy una ultima mirada a todos y veo como mamá se está secando unas lagrimas y le dice algo a papá, y estoy más que segura, por el movimiento de sus labios lo que le dijo fue "Nuestra bebé ya creció".

Me despido con la mano rápidamente y me dirijo hacia la puerta que me llevará al avión en el que pasaré las próximas horas.

Y así mismo, el avión que me llevará a la ciudad en la que pasaré el próximo año: París, la ciudad del amor.

Una vez estoy arriba del avión me pongo mis auriculares y dejo que mi música se reproduzca en aleatorio. El camino será largo, pero valdrá la pena cuando haya llegado allá.

Y ya no puedo esperar a llegar y conocer al niño que cuidaré, y a su vez, a su hermano mayor: mi jefe. Solo espero caerle bien.

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¡Hola gente! Nos leemos nuevamente, pero esta vez en una historia diferente.

Esta novela la vengo pensando desde hace mucho, y creo que ya es tiempo de que vea la luz, así que yo solo espero que les guste leerla como a mi me gustará escribirla gente bonita, los tqm <3

Un año para dejar de odiarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora