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Cecile

Mi garganta estaba seca, mi cuerpo dolía y el sol apuntaba directamente a mi rostro tan cálidamente que quería quedarme así para siempre. Reconocía este sentimiento de vacío y de enfermedad como si lo sintiera casi a diario.

 Otra vez por sexta vez en el mes, he despertado con resaca. 

 ¿Qué hora era? La pregunta era ilógica sabiendo que el sol estaba todo lo que da. Pero, ¿en dónde estaba? Eso sí que debía preguntármelo por qué no recuerdo absolutamente nada de la noche anterior. Con mucha dificultad me incorporé y cuando me mantuve sentada por fin tuve el valor de abrir los ojos. 

 Lo primero que vi, ocasiono que mi corazón dejara de latir del miedo y el aire se me escapara de la sorpresa. 

 Estaba en un velero, en medio de la nada. Y grite tan fuerte que hasta las gaviotas reposadas en las orillas volaron al escucharme. 

—¡Señorita, señorita! ¿Está bien?— Un señor con aspecto de que no se ha bañado en semanas, vino corriendo hacia mí y me ayudó a levantarme. 

 —¿En dónde estoy? 

 —¿Cómo qué no sabe dónde está señorita? Si usted anoche nos pidió personalmente que la trajéramos aquí.— El señor tenía un acento alemán que me aturdía la cabeza y todo a mi alrededor me daba vueltas. El mar ante mis ojos se veía precioso e interminable, pero sabía que estaba lejos de casa y eso me aterraba. —Vamos hacia la isla Sint Mont. 

 Y volví a pegar un grito de los mil dioses que revivió a Cleopatra.¿La isla Sint Mont? Y además, ¿fue mi idea? De verdad que he perdido la cabeza. 

—Tranquila señorita por favor, me está asustando... 

 Antes de que yo pudiera responderle, desde lo alto del velero, el maldito hombre más ingenioso de todo el planeta, bajo tan ligero y feliz, como si hubiese estado viviendo toda su vida en este barco. Él a diferencia de mí, estaba intacto y por lo visto demasiado sonriente. 

 —Acostúmbrate James. La señorita Cecile es una dramática de profesión. 

 —¿Qué te ha dado el derecho de deducir algo como eso? No recuerdo en lo absoluto que tuvieras mi permiso para psicoanalizarme. 

Él ignoró por completo mi pregunta y fue directo hacía mi. Me tomó del brazo y me acerco a él como si ya hubiera mucha confianza entre nosotros dos, como si fuéramos uno mismo. —Cecile, pensé que nunca despertarías, estaba comenzando a asustarme. ¿Estás bien, te duele algo?— Su voz fue como un susurro, tan cerca de mi oído. Después con la mayor naturalidad del mundo beso mi mejilla. 

 ¿Por qué actuaba de esa manera? ¿Por qué mi corazón se aceleraba? 

 —Oye no... no hagas eso.— retrocedí un poco. Mientras limpiaba bruscamente su beso. No queria que se hiciera una idea equivocada de la nada.—Necesito volver a mi casa, mi padre debe estar buscándome. ¿Por qué diablos permitiste esto? 

De pronto Willy pareció lucir confundido. Pero yo lo estaba el triple y si creía que sus sentimientos me iban a importar estaba sumamente equivocado. —Pero si tú prácticamente me amenazaste para que viniéramos aquí.— se acercó de nuevo a mí y me miró de una manera un poco más divertida. —Cecile si recuerdas lo que pasó anoche, ¿verdad? 

 —Yo... ¿Hice algo malo?

Algunas horas antes...

11:00 pm

"Hey Jude", era la canción favorita de Cecile, y no había dejado de cantarla desde que el Whisky había hecho efecto en ella. Willy, por otro lado, era quien cargaba con la grabadora y bailaba y sonreía a su par solo para complacerla. Se sentía como todo un mayordomo, fiel a sus peticiones y venerando todas sus imperfecciones. 

𝑳𝒂 𝒄𝒉𝒊𝒄𝒂 𝒅𝒆 𝒍𝒐𝒔 𝒔𝒖𝒆𝒏̃𝒐𝒔 𝒅𝒆 𝒘𝒐𝒏𝒌𝒂 🍫Donde viven las historias. Descúbrelo ahora